“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva (el regalo) de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” Romanos 6:23.
El regalo de Dios al mundo es el de un Salvador que nos libra de la condenación y nos da la vida eterna. El ángel anunció a los pastores: «…he aquí os doy nuevas de gran gozo, …que os ha nacido hoy, …un Salvador, que es Cristo el Señor.» (Lucas 2:10-11). No se trataba de un hecho cualquiera que no tenía nada que ver con los que escuchaban el mensaje. Las palabras del ángel eran muy claras, no dijo «ha nacido» sino «os ha nacido…». Aquel Salvador era un salvador personal, de cada uno de aquellos que lo recibieran. Además aquella salvación anunciada era gratuita, solo por la misericordia de Dios. El apóstol Pablo diría unos años más tarde, en su epístola a los efesios: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9).
La salvación es un don (regalo) de Dios. Es, sin duda, el mayor regalo que jamás podíamos imaginar. Aquella noche, la del nacimiento de Cristo, se iniciaba, en el plano físico, la consumación del plan de la salvación. Consumación que vendría unos años más tarde con el sacrificio de Cristo en la cruz. No es pues una celebración cualquiera.
Pero la venida de Dios al mundo es también un regalo de amor, del inmenso amor de Dios hacia nosotros, sus criaturas. Amor tan grande que no escatimó el que su propio Hijo se humanase, naciera como uno de nosotros y muriese en una cruz cargando con todos nuestros pecados. Gran misterio es este, e incomprensible para nuestra mente limitada. Tal vez por esto el mundo no puede creer, porque no puede encontrar una explicación humana a este regalo de amor de parte de Dios. ¿Quién, cuando recibe un regalo hecho con verdadero amor se entristece y lo rechaza? ¿No sería eso ser desagradecidos? Pues este es el mismo caso. Dios nos da un regalo y nosotros tenemos que aceptarlo o rechazarlo.
Los cristianos, los que hemos recibido ya ese regalo, y hemos sido hechos hijos de Dios, debemos tener gozo y alegría en nuestros corazones, recordando el amor de Dios manifestado en nuestro Salvador, que vino al mundo a salvar a los perdidos pecadores como nosotros. A pesar de los motivos de tristeza que podamos tener, el gozo de la salvación llena nuestros corazones y podemos cantar unidos junto al gran coro celestial: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (Lucas 2:14).
Pero ¿y los que aún no habéis aceptado este regalo? Es momento de reflexionar. Está en juego nada menos que la vida o la muerte eternas. Pero aún hay esperanza, aún es tiempo de aceptar el regalo de Dios. Dios os ofrece la vida. Es un regalo que no puede ser rechazado.
A los que aun no tenéis este regalo os decimos, al igual que Pablo dijera hace tiempo a otra persona: «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo». Nuestro mayor deseo es que también vosotros conozcáis al Señor y seáis salvos, que recibáis el regalo de la vida eterna. El mayor regalo que jamás podíais imaginar ni esperar.
Ferran Cots, diciembre 2020.