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Ferran Cots

Salmo 16. Mictam de David

octubre 5, 2019 by Ferran Cots

La palabra mictam no tiene un significado claro. Parece que esta palabra está relacionada con un verbo que significa cubrir. Sin embargo la Septuaginta lo traduce: por “escrito grabado” o “inscripción sobre una tableta”. Otras traducciones sugieren “himno” o “poema”, en cualquier caso el mictam es un cántico en el que el salmista expresa su confianza en Dios. En total hay 6 salmos en cuyo encabezado figura la palabra mictam (16, 56 a 60) y cuyo autor fue David.

El salmo 16 es uno de los salmos en los cuales encontramos casi exclusivamente frases de exaltación a Dios. A decir verdad, solamente el primer versículo contiene una petición concreta. En el resto del salmo, David deja salir de su corazón pensamientos sobre las cosas en las que él se deleitaba. Pero, ¿en qué se deleitaba David?

En primer lugar, se deleitaba en la persona de Dios

Versículo 1: “Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado. Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti”.
David levanta su mirada a Dios, y de su corazón brota una petición:

“Guárdame, oh Dios.” David tenía a su disposición muchas cosas materiales para sentirse seguro, pero sabía que en dichas cosas no hay seguridad total. Por eso pide a Dios, porque sólo en Él existe seguridad total. David había confiado en Dios y sabía que Él no le defraudaría.

Después David da una mirada hacia su interior, hacia su corazón. Allí encuentra su alma hablando con Jehová y diciéndole: “Tú eres mi Señor.” David era un hombre poderoso de su época; pero lejos de jactarse de ello nos muestra que sobre él estaba la soberana persona de Dios. Por eso dice a Jehová: “Tú eres mi Señor.” La palabra Señor denota el concepto de Amo, Dueño y Soberano. David se inclinaba con gusto ante el Señor. Luego el salmista nos muestra que su deleite está en la persona de Dios. Dice: “No hay para mí bien fuera de ti.” Nada de lo que David tenía, poder, riquezas… traía el mayor deleite a su vida. Lo que verdaderamente le deleitaba era saber que tenía a Dios en su vida. ¿Nos sucede a nosotros lo mismo?

En segundo lugar, el deleite de David estaba en el pueblo de Dios

Veamos lo que dicen los versículos 3 y 4: “Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia. Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios. No ofreceré yo sus libaciones de sangre, ni en mis labios tomaré sus nombres”.
Esto es muy interesante. Después de deleitarse en la persona de Dios pasa a deleitarse en el pueblo de Dios. Los santos y los íntegros son los que traían complacencia a su alma. En cambio los idólatras van a ser traspasados por el dolor. David no quería participar en nada de lo que ellos hicieran y ni siquiera estaba dispuesto a nombrarlos con su boca. Tal era el celo de David.

¿Cuál es nuestra situación? ¿Nos deleitamos en la compañía de otros creyentes?

Para tener buenas relaciones con otros creyentes es necesario tener primero una buena relación con Dios. Todo conflicto entre cristianos parte de una mala relación con Dios.

En tercer lugar, David se deleitó en la provisión de Dios

Los versículos 5 al 10 dicen: “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado. Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia. A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra; no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; Mi carne también reposará confiadamente; porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción”.

Ahora David se deleita en la provisión de Dios. Es Dios quien se manifiesta como el gran proveedor de David, quien describe la belleza de su herencia espiritual de manera similar a la distribución de la tierra de Israel. Cuando dice que las cuerdas le cayeron en lugares deleitosos se está refiriendo al hecho que le tocó la mejor parte de lo que Dios puede dar. Por eso, concluye diciendo que es hermosa la heredad que le ha tocado. Pero Dios no se limitó solo a esto, sino que también era su permanente consejero. Aun cuando David estaba sobre su lecho, podía experimentar el consejo de Dios. Jehová era el que iba delante de David en todo momento. De esa manera el camino estaba seguro. Dios se había colocado a la diestra de David y eso significaba que no iba a ser conmovido jamás. Todo esto traía un gozo indescriptible sobre David lo cual resultó en un descanso para su cuerpo. Es en estas circunstancias que David pronuncia palabras que fueron una profecía sobre Jesucristo. Estaba seguro que el sepulcro, o el Seol, no era el fin para su cuerpo, sino que algún día se iba a levantar del sepulcro. Esta profecía se cumplió cuando Jesús resucitó de los muertos y también tendrá un cumplimiento futuro cuando David también lo haga al final de los tiempos, al igual que todos los hijos de Dios.

Finalmente, David se deleitó en la promesa de Dios

Versículo 11: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”.

David se deleita en lo que espera a todo verdadero cristiano después de la muerte. Dios le mostrará el camino para que pase por el valle de sombra de muerte y pase a la vida eterna en el cielo junto a Él en donde hay plenitud de gozo. Entonces habrá encontrado las delicias al alcance de su mano para siempre.

Puede ser que estemos pasando por momentos difíciles, pero debemos saber que no siempre será así porque algún día nosotros, los que hemos creído en Jesucristo y hemos sido salvados por Él, también tendremos las delicias al alcance de nuestra mano para siempre. No nos desanimemos. Confiemos en Dios. Dejemos que Él nos guarde como a David y deleitémonos en la persona de Dios, en su pueblo, en su provisión y en su promesa.

Ferran Cots, octubre 2019.

Publicado en: Reflexiones

¿Navidad? Sí, gracias

diciembre 22, 2018 by Ferran Cots

Se acerca Navidad y como cada año a nuestro alrededor oímos comentarios de los más variado. El más generalizado es que la Navidad está totalmente mercantilizada y que ya no es lo que era. Pero, ¿los que piensan así saben realmente lo que es la Navidad?

En el mundo Navidad es una fiesta más, un pretexto para reunir a la familia en celebraciones que muchos ya no saben o no recuerdan el porqué de las mismas. Se da por hecho que es una fiesta de paz y concordia, las familias se reúnen en torno a la mesa de Navidad, intentando aparcar sus diferencias, lo que no siempre consiguen. Otros argumentan que la Navidad es una fiesta para niños, que para los adultos, sobre todo si ya no tienen niños a su alrededor, es una fiesta indiferente o, en el peor de los casos, triste por los recuerdos del pasado y de los familiares y amigos que fallecieron.

Nada más alejado de la realidad. Navidad es una fiesta para el alma, para compartir con los seres queridos, para disfrutarla. Navidad es Dios con nosotros. ¿Acaso esto es solo para los niños? Si pensamos que Navidad es solamente una fiesta más estamos totalmente errados.

Navidad es la celebración del nacimiento de Cristo. Dios hecho hombre que vino a este mundo como uno de nosotros (tremendo misterio) para vivir entre nosotros y dar su vida en la cruz para nuestra salvación. ¿Nos parece poco? Relegando la Navidad a su aspecto meramente festivo estamos olvidando algo muy importante, Cristo no apareció en este mundo por arte de magia; lo hizo a través de su nacimiento para que entendiéramos que Él, el Dios todopoderoso, se identificaba con nuestra condición, y de esta forma traer salvación a la humanidad, a aquellos que desean aceptarla y seguir a Cristo como Señor y Salvador.

Cuando iluminamos nuestras casas, vemos las calles y tiendas llenas de luces, en vez de pensar en el consumismo al que nos quieren llevar, pensemos en que la Luz verdadera vino hasta nosotros para iluminar el camino que nos llevará hasta su presencia. ¿Es consumista la Navidad? No. El problema está en nosotros y en cómo entendamos por qué celebramos esta fiesta. Nadie nos obliga a lanzarnos a una vorágine de gastos que probablemente desequilibrará más de un presupuesto familiar. El mensaje de Navidad es mensaje de salvación y vida eterna. No desechemos estos dos grandes regalos que Dios nos quiere hacer. De nosotros depende aceptarlos o rechazarlos. Pero dependiendo de nuestra decisión, así será lo que nos espere en el más allá.

«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.» (Juan 1:1-5)

Ferran Cots, diciembre 2018.

Publicado en: Música

Vivir

noviembre 12, 2018 by Ferran Cots

Sea cual sea el sentido que se le dé, “vivir” es una palabra de actualidad. Vivir es la aspiración legítima de todos los seres humanos, sin distinción de sexo, raza o religión.

Si a veces la existencia es amarga y si algunos, en momentos de desánimo, suspiran por lo que ellos llaman el descanso eterno, no es menos cierto que el ser humano ama la vida y desea disfrutarla el mayor tiempo posible.

Algunos, durante mucho tiempo, han seguido de forma inconsciente las palabras del Eclesiastés “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos…” (Eclesiastés 11:9). Magnifica cita, pero ¡ay! incompleta. Muchos parecen olvidar la conjunción “pero”, que introduce el final de la misma: “pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios.”

Estos mismos nos dirán que no es momento para hablar de muerte y juicio; dirán ¡queremos vivir!

Para ellos siempre será demasiado pronto para prepararnos para morir y estar listos para el juicio. Teoría peligrosa e ineficaz, ya que para vivir verdadera y plenamente, sería necesario no solamente no pensar en la muerte, si no vivir sin pensar en la vida ni en uno mismo.

Pero, ¿qué es vivir? Para unos es luchar, trabajar y sufrir. Para otros es comer, beber, divertirse, no negarse ninguno de los deseos de su corazón, ninguna mirada de sus ojos, ninguno de los apetitos materiales. Vivir es no tener amo, libre para hacer lo que uno quiera. Los que razonan de esta forma están cegados de tal manera que creen empezar a vivir cuando se arrojan de cabeza al pecado. Para ellos vivir es estar en el mundo y obtener el máximo posible antes de abandonarlo, porque habrá que abandonarlo algún día

Pero no hay solamente materialistas y grandes hedonistas en el mundo. Hay otros para los que vivir es seguir un ideal científico, filosófico, artístico, moral o religioso. Para ellos también la muerte será una pérdida, ya que ésta pone fin a nuestra búsqueda, nuestro talento y nuestros sentimientos.

Sin embargo para otros vivir es algo completamente diferente. Afirman no haber empezado a vivir realmente el día de su nacimiento, si no el día en el que encontraron personalmente a Jesucristo. Encuentro que les cambió la vida. Desde ese instante Jesucristo se convirtió en su vida y su objetivo, de tal manera que pueden decir, como el apóstol Pablo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21), ya que como dijo el mismo Jesús “Yo soy la vida” (Juan 14:6).

Esta vida, que Jesús ofrece apenas se manifiesta en este mundo, porque el hombre tiene la pretensión de poder vivir sin Dios, fuera del plan de Dios y sin conocer el don de Dios.

¡Quiero vivir mi vida!, eso es lo que oímos decir a tanta gente a nuestro alrededor.

Frase que ilustra la voluntad decidida que tienen los hombres de ser los dueños absolutos de su destino. Se preocupan bien poco de Dios. Mientras que el Creador debería ser el centro de todo, es el hombre quien está en el centro. Y, sin embargo, el ser humano, que se cree tan importante y fuerte, manifiesta día a día, de mil maneras, que es totalmente incapaz de hacer otra cosa que sufrir el tiempo y las circunstancias, o seguir la corriente de sus pasiones y la locura de este tiempo.

Sí, el hombre ha abandonado a Dios y le ha dado la espalda. Los hombres no siguen a Dios ni le toman en serio. Y no hablamos de los ateos, de todos aquellos que niegan sin pruebas la existencia de un Creador, de un Ser personal, que se revela a la conciencia y al corazón. Pensamos más bien en los que afirman tener una creencia, pero no tienen fe, que dicen creer en Dios pero no se preocupan de sus leyes y viven como si Él no existiera. Pensamos en esa multitud de personas que incluso practican la religión y hasta conocen algo del mensaje de Cristo, pero que no viven de acuerdo a lo que dicen creer. En realidad han conservado una forma de piedad, pero han negado lo que realmente tiene importancia. Van de negación en negación y ya no distinguen el bien del mal. Se han adaptado a las costumbres de un mundo corrompido. Creen poder adaptar Jesús a nuestro tiempo.

Se dice que se cree en Dios, pero nadie se preocupa de Él, de sus Palabras. Jugamos con lo que Dios llama pecado y nos deleitamos en él, olvidando que nadie se burla impunemente de Dios, y que lo que cada uno siembra eso recogerá. Esta es la realidad, Dios ha hablado y el hombre viola sus leyes. El hombre quiere vivir independiente. Quiere ser libre y no acepta ningún yugo. Se cree libre y, sin embargo, si se detuviera a reflexionar, debería reconocer rápidamente que vive en una ilusión y que es esclavo de su codicia.

La vida que Dios quería para su criatura era una vida de libertad y de amor, bajo la mirada del Creador. La actitud actual del hombre hacia Dios prueba claramente que la relación se ha roto. Mientras que la cercanía de Dios debía llenar el corazón de los hombres de respeto, alegría y adoración, a muchos solamente les inspira miedo servil o burla. La confianza filial ha desaparecido, nada les atrae a Él, ya no quieren tratar con Él; huyen de su presencia; quieren estar lo más lejos posible de Él.

En este estado, el hombre se cree libre y capaz de elegir entre el bien y el mal. Pero la corrupción invade su corazón; una vez cometido el mal, el hombre ya no es su propio dueño, no puede eliminar las consecuencias de sus actos, su corazón se aleja más y más de Dios y experimenta la verdad de aquellas palabras de Jesús “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34). Desde la caída el hombre ya no es realmente libre y, sin una intervención de la gracia de Dios, sin la redención a través de Jesucristo sucede que, como dice el apóstol Pedro, “el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 Pedro 2:19).

¿Por qué entonces negarse por más tiempo a experimentar lo que Jesucristo dijo a los que creyeron en Él? “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32).

¿Por qué buscar siempre vanas excusas para justificarnos a nosotros mismos y tratar de ocultar nuestra culpa? ¿No sería más leal y, sobre todo, más saludable, confesar nuestro pecado e impotencia frente a Aquel que tan generosamente promete perdón y liberación? “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, dijo Jesús (Juan 8:36), porque, añadió, “sin mí nada podéis hacer” (Juan 5:5). Ciertamente, lejos de Jesús uno puede tener la impresión de vivir y hacer muchas cosas. Pero cuando se acerca la hora de franquear el umbral de la muerte y la eternidad, uno se da cuenta de la vanidad de su vida y de las cosas de este mundo. Los que reciben a Cristo en su corazón son los únicos que viven una vida verdadera.

Si de repente entiendes que algo va mal entre tú y Dios, que no todo está en orden en tu vida y que es importante que cambie, ¡ve a Jesús!

Solamente llámalo, pídele que te revele quien es Él, y confiésale tus faltas y tu pecado. Lee, escucha y cree su Palabra, y no tardarás en conocer su gracia y su gran amor.

Frente al pecado, tendrás su liberación. Frente al sufrimiento tendrás su gozo. Frente a la muerte tendrás su paz.

Recibirlo y amarlo es verdaderamente vivir y prosperar.

“Y en ningún otro (Cristo) hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12).

Ferran Cots, noviembre 2018.

(Basado en el libro “Vivir”, de Gaston Racine)

Publicado en: Reflexiones

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