Uno de los mayores peligros que podemos enfrentar es el de los falsos maestros. Aquellos que con un aparente barniz de conocimiento y sabiduría transmiten ideas y conocimientos falsos en nuestras mentes. Y tal es la importancia que Dios da a este peligro, que nos ha dejado diferentes advertencias en su Palabra, la Biblia.
Ya el apóstol Pablo, en su carta a los corintios, decía: «Porque estos falsos apóstoles son obreros fraudulentos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y esto no es sorprendente, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Así que, no es extraño si sus ministros se disfrazan de ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras» (2 Corintios 11:13-15). Como vemos, ya desde el principio de la iglesia existió este grave problema, que perturbaba la fe de los creyentes. No es nada nuevo. Pero hoy, igual que entonces, parte del problema reside en nosotros, si no conocemos bien la Palabra de Dios para detectar a esos falsos maestros y no caer en su lazo.
Corren entre las iglesias personajes que proclaman doctrinas falsas que pueden llevar al error a los creyentes más inmaduros, ya sea porque son recién convertidos o porque voluntariamente no han querido conocer la Palabra de Dios. Algunas de estas desviaciones, que no tienen ningún fundamento bíblico son:
• La teología de la prosperidad.
• Los pactos con Dios para obtener sanidad y ser prosperados.
• Los falsos argumentos de la guerra espiritual, según los cuales podemos dar órdenes a Dios y a los ángeles.
• La creciente corriente de «obreritis», «apostolitis» y «profetitis». Les preocupan más los títulos que ser hombres y mujeres al servicio de Dios y su Iglesia.
• Utilizar las congregaciones para hacer política o exaltación personal ministerial.
• Exaltar a pastores, ancianos y obreros por encima de Cristo (esto es claramente idolatría).
• Los falsos maestros o profetas que anuncian cosas de su invención, pero dicen que son Palabra de Dios.
• Decirle a quien no ofrenda (o diezma), que perderá las bendiciones y no será prosperado.
Y así podríamos encontrar algunas más.
Baste algunas citas bíblicas para darnos cuenta de a qué nos estamos enfrentando:
«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas pero por dentro son lobos rapaces» (Mateo 7:15).
«… también habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructoras y hasta negarán al Señor que los salvó. Al hacer esto, atraerán sobre sí mismos destrucción repentina» (2 Pedro 2:1b).
«Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos renegarán de la fe y harán caso a espíritus engañadores y a doctrinas demoníacas, que actúan con hipocresía y mienten, pues tienen cauterizada la conciencia. Estos prohibirán casarse y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que, con acción de gracias, participaran de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad» (1 Timoteo 4:1-3).
«Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas» (Hebreos 13:8-9a).
Los engañadores en nombre de la religión y el legalismo, aprovechan la sed que nuestra sociedad tiene de Dios. El anhelo de un mensaje que llene el vacío interior.
Pablo, en su segunda carta a Timoteo, advirtió: «Pues vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, por su ansia de oír, se buscarán maestros conforme a sus propias pasiones, cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a las fábulas» (2 Timoteo 4:3-4).
Los líderes sectarios, los falsos maestros, los malos obreros y otros tantos personajes, aprovechan el «ansia de oír» de infinidad de hombres y mujeres, para enseñarles pautas mentirosas que satisfagan sus necesidades: vivir como quieren y llamarse cristianos.
Si estás congregándote en una iglesia donde no importan las almas sino el dinero u otras cosas; donde el pastor, obrero o líder es el más importante y no la obra redentora del Señor Jesús; si te dicen que la Biblia está mal traducida o las fábulas (falsas enseñanzas) son más importantes que la Biblia… sal huyendo de ahí. Busca una iglesia local donde se comparta el evangelio verdadero. Y este es el núcleo del verdadero evangelio de Cristo: «Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras» (1 Corintios 15:3b-4).
Es hora de acogerse a la gracia de Dios. Por ella Dios perdona todos —sí, todos— nuestros pecados, del pasado, del presente y del futuro. Así responde Dios el Padre a un sincero arrepentimiento. Jesús ya pagó por toda nuestra maldad, al morir en la cruz. Ese sacrificio redentor nos ha abierto las puertas a una nueva existencia y a la vida eterna. Apropiémonos de la gracia divina.
Ferran Cots, julio 2025.
