Para llevar a cabo cualquier tarea son necesarias varias cosas, entre ellas el entusiasmo por lo que se quiere hacer. Sin embargo, ¿cuántas veces iniciamos algo con verdadero y genuino entusiasmo y, pasado el tiempo, nos desanimamos y perdemos aquel entusiasmo inicial que nos movía? Más de las que nos gustaría admitir. Pero esto no es algo extraño. Muchas veces emprendemos algo con grandes expectativas y cuando vemos que dichas expectativas no se cumplen de forma rápida, nos desinflamos y perdemos hasta las ganas de seguir adelante. En parte estamos siendo influidos por la sociedad actual, una sociedad que apunta a la inmediatez. Hoy en día todo aquello que no tiene un cumplimiento inmediato parece no ser válido. Lo queremos todo ya, no podemos esperar.
Esta actitud no es buena, puesto que nos hace perder de vista la perspectiva real de las cosas. Hacer algo, para obtener un resultado, requiere esfuerzo y dedicación. Y aquí entra en juego una virtud muy importante, la perseverancia. Un conocido predicador (Spurgeon) dijo que «la perseverancia fue lo que permitió al caracol entrar en el Arca».
Perseverancia es la acción de perseverar, es decir, mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión. Esto es muy importante en la vida cristiana. El mismo Señor Jesús, hablando de las persecuciones que habían de sobrevenir a los discípulos les dijo: «pero el que persevere hasta el fin, este será salvo» (Mateo 10:22). Así que, vemos que la perseverancia es una actitud necesaria en la vida del creyente. La perseverancia tiene que ver con la forma de hacer las cosas. Si emprendemos algo y al cabo de poco lo abandonamos, desanimados porque no vemos resultados, entonces lo más probable es que esos resultados no lleguen nunca.
Veamos qué dice la Biblia respecto a en qué hemos de perseverar (además del texto ya leído de Mateo que nos exhorta a perseverar hasta el fin).
Debemos perseverar
• En la oración: «perseveraban unánimes en oración y ruego» (Hechos 1:14). «Perseveraban… en las oraciones» (Hechos 2:42). «Perseverad en la oración…» (Colosenses 4:2).
• En la doctrina apostólica (la doctrina contenida en los escritos del Nuevo Testamento): «Perseveraban en la doctrina de los apóstoles...» (Hechos 2:42).
• En la comunión entre nosotros, el pueblo de Dios: «Perseveraban… en la comunión unos con otros…» (Hechos 2:42).
• En el partimiento del pan, instituido por el propio Señor Jesús para recordar su muerte a favor nuestro: «Perseveraban… en el partimiento del pan» (Hechos 2:42).
• En la gracia de Dios: «Muchos… siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles los persuadían a que perseveraran en la gracia de Dios» (Hechos 13:43).
• En dar testimonio de nuestra fe: «Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy dando testimonio a pequeños y a grandes…: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles» (Hechos 26:22).
• En hacer el bien: «El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en hacer el bien, buscan gloria, honra e inmortalidad» (Romanos 2:6-7).
• En hacer la obra: «Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace» (Santiago 1:25).
Por el contrario la Palabra de Dios nos exhorta a no perseverar en el pecado, en cualquiera de sus manifestaciones: «¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Romanos 6:1-2).
Vemos la importancia de perseverar en todo aquello que tiene que ver con la vida cristiana real. Y esto es algo meramente práctico. ¿Cuántas veces hemos organizado reuniones especiales, conciertos, conferencias…, y no hemos visto jamás los resultados que, a nuestro juicio, serían deseables? Sin duda más de las que nos gustaría reconocer; pero si abandonamos y no perseveramos en ello, porque nos desanimamos, estaremos impidiendo que el mensaje del Evangelio sea proclamado. Así que mantengámonos firmes, perseveremos hasta el fin y no dejemos que el desánimo invada nuestras almas. A nuestro lado está aquél para el que nada es imposible, el Todopoderoso, al que debemos elevar nuestras oraciones con perseverancia y fe. Y él obrará grandes cosas entre nosotros.
Ferran Cots, abril 2025.
