¿Pones atención a lo que le pides a Dios? ¿Te detienes a pensar que Dios ha sido bueno en todo lo que te ha dado y en lo que no? ¿Eres agradecido con lo que tienes? ¡Ten cuidado con lo que pides!
Ora para que sepas discernir las cosas que Dios no aprueba, aunque sea lo que tu quieres.
Algunos ejemplos bíblicos:
1. Judas pidió 30 monedas de plata y fue llamado traidor y ladrón, siempre mencionado el último en la lista de los apóstoles. Siempre con el apellido “el que le entregó”. Acabó suicidándose. Los discípulos de Jesús caían en equivocaciones, pero nunca se puso en duda su amor por el Maestro. Jesús comentó de Judas:
“¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es el diablo?” (Juan 6:70).
2. Ana pidió un hijo con todas sus fuerzas y Dios se lo concedió. Pero solamente veía a su hijo Samuel una vez al año cuando le llevaba la túnica, cuando subía con su marido Elcana para ofrecer el sacrificio acostumbrado en el templo (1 Samuel 2:19). Solamente lo tuvo hasta ser destetado.
3. Jonás pidió que lo echaran al mar para apaciguar las aguas y acabó 3 días y 3 noches dentro del vientre de un gran pez (Jonás 1:17).
4. Ezequías pidió con gran lloro y fervientemente más días de vida. Dios le concedió 15 años más. En estos años tuvo un hijo -Manasés- que fue el peor rey de Judá. No fueron precisamente años de bendición. Fue una consecuencia muy dolorosa, fueron el fruto de los males más terribles, entre ellos que su hijo se dispuso a deshacer todo lo bueno que Ezequías había hecho (2 Reyes 21).
5. Satanás pidió permiso a Dios para poner a prueba a algunos de sus hijos. ¡Y lo sigue haciendo en el día de hoy! ¿Podemos exclamar como Job: “Mas Él conoce mi camino, me probará y saldré como oro” (Job 23:10).
6. Abraham rogó confirmación de la promesa de tener un hijo y cuando Dios se lo dio, le pidió que lo sacrificara. Un gran ejemplo de fe que se demostró una y otra vez en la obediencia a los mandatos de Dios: salir de Ur, trasladarse de Harán a la tierra de promisión, sacrificar a su hijo Isaac…
Asegúrate de estar dispuesto a pagar el precio de Su voluntad en tu vida con todo lo que ello conlleva.
“Cualquier cosa que pidiéramos la recibiremos de Él” (1 Juan 3:22).
“Y todo lo que pidiereis en mi nombre, lo haré…” (Juan 14:13).
“Pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).
“No tenéis lo que deseáis porque no pedís” (Santiago 4:2).
Cuidado con lo que pides porque cuando oras por lluvia, tienes que lidiar también con el lodo. Sé prudente con lo que deseas porque por lo general no sabes lo que necesitas o lo que te conviene. ¡Menos mal que Dios no nos da todo lo que le pedimos! Él realmente sí sabe lo que nos corresponde y es necesario.
Cuando tú oras, Dios te escucha. Cuando tú escuchas, Dios habla. Cuando tú crees, Dios trabaja en ti.
Si oras, Dios oye. Si esperas, Dios prepara. Si crees, Dios cumple. ¡Es hora de confiar!
¿Oras pidiendo a Dios que te use para ayudar, inspirar, desafiar o retar a otros en el camino cristiano?
¿Le ruegas por más fe, más integridad, que te ayude a ser más disciplinado, más obediente?
Puede que Dios te conteste: ¡Vale! Pero entonces no te dará una tarea banal, mediocre o insignificante. Puede que en el proceso de entrenamiento y preparación sufras ¡y mucho! No será una etapa tranquila, ni cómoda, descansada o de reposo. Es posible que derrames muchas lágrimas, que sea un tiempo de dolor, de luchar y esforzarse… ¿Eres valiente? ¡Adelante! Te propongo un plan A: ORAR. Y un plan B.
No existe el plan B porque el plan A nunca falla.
¡Dios es Dios de imposibles!
Abigail Rodés. Febrero 2022.