El egotismo consiste en un afán desmedido de hablar de uno mismo, un sinónimo sería egocentrismo, es decir querer que todo gire en torno a uno. Es una necesidad imperante de sobresalir, no sólo la persona se siente orgullosa de sí misma, tiene que hacer que los demás lo sepan. Otro rasgo característico puede ser la presunción. Los egotistas no temen presumir lo más mínimo acerca de ellos. Aún así, esa pretensión no es más que una cortina que oculta algo que no quieren revelar a los demás. Su comportamiento petulante y narcisista esconde la realidad de una persona altamente insegura. Muchas veces la gente no se da cuenta, pues al tomar el control de la conversación, el egotista da la ilusión de alguien con infinita seguridad y confianza, sin embargo, un comentario negativo en medio de sus discursos autocomplacientes pueden afectarlo profundamente. Suele ser una versión de «la persona que siempre está en lo correcto» y, por supuesto, jamás se equivoca ni pide perdón.
Estamos en una sociedad en la que precisamente se practica el culto al «yo». Lo que vale es lo que uno piensa, lo que uno quiere, lo que le interesa, lo que le hace feliz… Los valores solidarios, de la comunidad, cada vez están menos presentes; si alguien nos critica (incluso con razón) o nos hace sombra reaccionamos de forma improcedente. Nada debe anteponerse a nosotros mismos. En una sociedad en la que los valores morales del cristianismo han perdido vigencia todo esto no nos extraña. Pero, ¿qué decir de la comunidad de cristianos, de las congregaciones e iglesias que dicen seguir a Cristo y su doctrina?
Lamentablemente cada vez hay más egotismo en las iglesias. Ya no se predica la Palabra de Dios de forma clara y veraz. Oímos hablar de lo que el predicador piensa, de sus experiencias personales (vengan o no a cuento de lo que está diciendo), de lo que él ha hecho o ha dejado de hacer, de que ha estado meditando en la Palabra y que está estudiando teología o algo similar, se pone como ejemplo a los demás. Incluso cuando eleva una oración comunitaria ora en primera persona del singular, en vez de hacerlo como comunidad (el nosotros). ¿Es esto lo que debemos hacer? ¿Nos parece correcto?
Nehemías, cuando eleva su oración al Señor (Nehemías 1:6) llega a decir: «Confieso los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti»; vale decir que esta era una oración íntima, no pública, pero nos revela el sentimiento de pueblo que tenía Nehemías. Podría haber dicho que los pecados los cometieron los demás, no él, pero se identificó con su pueblo. También tenemos un buen ejemplo de oración en el Padrenuestro, que no el «Padremío». Otro ejemplo de oración egotista es la del fariseo en Lucas 18:10-12. Aunque es una oración personal nos muestra el corazón rebelde de un egotista, que se cree mejor que los demás.
El Señor Jesús a lo largo de su ministerio en esta tierra es un buen ejemplo a seguir. En realidad si alguien tenía todo el derecho a decir «yo» era él. Sin embargo cuando tenía que hacer algo, desplazarse de un lugar a otro, en compañía de sus discípulos siempre usó la primera persona del plural, el «nosotros» que a algunos parece molestarles tanto (nótese el uso de la primera persona del plural en Mateo 20:18; Marcos 1:38; 4:30).
Está claro que si creemos verdaderamente que somos un cuerpo en Cristo no podemos caer en personalismos, que al final lo único que provocan es daño a la iglesia. Antes bien nuestra actitud, en todo momento, debería ser la que el Señor Jesús menciona en Mateo 11:29: «aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón».
El egotismo, o como algunos dan en llamarle, el «yoísmo», no debe tener cabida en nuestras iglesias. Los creyentes formamos parte de un cuerpo, no somos independientes, somos interdependientes. No debemos caer en la trampa de estar siembre hablando de nosotros y nuestras cosas (como individuos se entiende). Hablar de manera egocéntrica crea una barrera entre el que habla y la congregación. Sin embargo utilizar el «nosotros» involucra a todos los que están oyendo y se sienten (o deberían sentirse) partícipes del mensaje.
Erradiquemos de forma clara tanto personalismo y egocentrismo que no es, en absoluto, conforme a la voluntad de Dios.
Ferran Cots, mayo 2024.