Un banquete de bodas o banquete nupcial es algo internacional. Se ha venido haciendo en todas las civilizaciones de la tierra. Es una gran comida donde se reúnen por lo general una multitud de personas para celebrar el enlace matrimonial. Es un acontecimiento celebrado con buena comida, buen vino, música… En algunas culturas los festejos duran varias semanas, reuniendo a las familias y amigos de ambos cónyuges. ¡Es un gran festín, una gran celebración!
Tiene similitud con nuestro banquete dominical, la mesa del Señor.
1. La llegada: Todos los invitados llegan al lugar de la celebración puntualmente, para no perderse el brindis, el aperitivo, o la entrada de los novios.
2. Cercanía: Cuanto más cerca de la mesa presidencial estamos, mayor es el grado de intimidad con los novios.
3. Canción especial: La entrada de los novios suele estar acompañada de una canción especial.
4. Expectación: Solemos llegar al banquete con mucha expectación, tenemos interés en estar presentes en todos y cada uno de los actos a celebrar. Esperamos atentamente que pase algo bonito, espectacular o diferente…
5. La comida: Hay para todos y en abundancia. Aun si hay algo que no nos gusta podemos comer en cantidad de otras cosas porque todo es apetecible. Deseamos probar todo, porque hay cosas que no comemos normalmente en nuestra casa.
6. Distinción: No hay dos bodas iguales. Eso las distingue unas de otras. Tampoco el menú es el mismo.
Reflexión:
1. La llegada: Si en una boda no llegamos con retraso, ¿por qué llegamos tarde a la mesa del Señor cada domingo sabiendo que el Esposo nos espera? ¡Seguro que nos perderemos algo interesante!
2. Cercanía: ¿Nos gusta estar cerca o nos sentamos en los últimos bancos? ¿Qué pasa con nuestra intimidad con Dios?
3. Canción especial: No todos participan del tiempo de alabanza a Dios por llegar tarde. Los himnos glorifican a nuestro Dios. ¿Qué demuestra nuestra adoración si llegamos a deshora?
4. Expectación: ¿Venimos a la mesa del Señor con nuestras mejores galas? En una boda normal incluso vamos a la peluquería, pero ¿cómo nos presentamos delante del Rey de reyes?
5. La comida: Domingo tras domingo leemos la Palabra en la Iglesia porque es nuestra comida espiritual. Un buen alimento semanal que necesitamos para nuestro crecimiento, nuestro sustento para el caminar diario.
6. Distinción: Cada domingo es diferente. Unas veces el culto estará enfocado al amor, otros a la fe, a la soberanía y poder de Dios, a su muerte, crucifixión y ascensión…
“Tomad, comed, … Haced esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:24)
El pan y el vino está establecido por Dios mismo para tomarlo en comunión con los hermanos de la fe: “El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? (1 Corintios 10:16).
Debemos hacerlo en memoria de Él hasta que vuelva a buscarnos. No podemos tomarlo indignamente: “De manera que cualquiera que comiere de este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor” (1 Corintios 11:27).
La Santa Cena, el pan y el vino, es un sermón visible. Nuestras vidas también. Lo que tomamos cada domingo no deja de ser una “cata” (una pequeña porción que se toma con el fin de probarlo). Debemos prepararnos para el gran banquete futuro. Cuando el Esposo y la Esposa celebren la gran Boda del Cordero: “Venid y congregaos a la gran cena de Dios” (Apocalipsis 19:17).
Nosotros como novia sabemos que eso va a suceder, así que estemos preparados para ir a casa del novio. Un día, Cristo vendrá a reclamar a su novia y la llevará a casa del Padre. Entonces se celebrará la Cena de las Bodas. ¡Aleluya! ¡Cristo viene! ¡Maranatha! ¡Sí, ven, Señor Jesús!
Abigail Rodés. Agosto 2022.