“Todo discurso teológico no es nada más que una aproximación a la verdad, un pensamiento humano acerca de Dios, el hombre, Jesucristo, la vida y la historia. Solo la Palabra de Dios es verdad” (Samuel Escobar).
“La fe se nutre del conocimiento de la verdad revelada por Dios en su Palabra” (José M.ª Martínez).
“Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Jesús).
La fe es un problema de autoridad. La teología es bíblica o no es teología. No partimos de la racionalidad o la experiencia, sino de la autoridad de la Biblia. La teología redescubierta en la Reforma busca ser reformada una y otra vez, por la Palabra de Dios. No somos infalibles, hemos de ser humildes y no arrogantes en las diversas interpretaciones.
La doctrina del pecado explica éste como un fenómeno universal, y como responsabilidad personal, porque es “natural” y al mismo tiempo contrario a nuestra propia naturaleza.
El pecado: “Nada es tan fácil de denunciar, nada es tan difícil de entender” (Agustín).
¿Qué hemos de creer en obediencia a la fe? ¿Historia o mito? ¿Saga o símbolo?
“El pecado original es esa depravación y corrupción de nuestra naturaleza, presente en todas las partes del alma, que nos hace merecedores de la ira de Dios y que produce en nosotros las obras de la carne” (Calvino).
1. Pecaminosidad universal son las actitudes, orientaciones, instintos y tendencias contrarias a la ley de Dios, incompatibles con su santidad y que se detectan en todas las personas y en todas las áreas de la vida.
2. Naturaleza: el pecado es propio del ser humano y está presente desde su nacimiento.
3. Herencia: el pecado es hereditario.
4. Nace de Adán: la desobediencia de Adán dio al pecado original un principio histórico. El pecado tuvo un principio y una causa históricos.
El pecado afecta a toda la humanidad y no puede aislarse como algo que pertenece a una faceta de la persona. Es el problema humano que de por sí provoca la separación entre el Creador y sus criaturas. No hay ninguna parte del individuo que quede “incontaminada”. “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra y que el designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).
Según Murray tenemos en este texto lo siguiente:
a. La intensidad, “la maldad era grande”
b. La interioridad, “los pensamientos de su corazón”
c. La totalidad, “toda intención”
d. La constancia, “de continuo”
e. La exclusividad, “solo el mal”
f. La manifestación, “siempre”
… “El corazón del hombre es malo desde su juventud”… (Génesis 8:21)
* Otras definiciones bíblicas del pecado son: malos deseos y malos pensamientos, obras de la carne, hijos de la ira, corazón maligno, intención perversa o perversidad, mala inclinación, esclavos del pecado, incapaces de hacer el bien, transgresores de la ley, culpables, pecados de omisión, pecaminosidad heredada, corruptos, inmundos, naturaleza adúltera, camada de víboras… etc.
Dios no puede tolerar la visión del pecado. El pecado se vuelve superlativamente pecaminoso en nosotros (Romanos 7:7-25).
“¿Qué cosa es el hombre para que sea limpio?” (Job 15:14a)
“He aquí en maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51:5)
“¿Cómo podéis hacer lo bueno siendo malos?” (Mateo 12:34)
“Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones” (Eclesiastés 7:29b)
“Lo que es nacido de la carne, carne es…” (Juan 3:6). La carne engendra carne.
Tradicionalmente, la Iglesia ha distinguido entre pecado original originado (la tendencia a pecar con la que nacemos) y el pecado original originador (la transgresión de Adán y Eva). Adán y Eva fueron los primeros padres de nuestra raza y había entre ellos y Dios una gran comunión hasta que apostataron.
“Mas ellos, cual Adán, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí” (Oseas 6:7).
Muchos profetas hacen referencia al Génesis: Oseas, Amós, Miqueas, Isaías, Ezequiel… Adán fue creado en un estado de perfección y de integridad, sin nada de lo que avergonzarse; pero fue codicioso, reclamó el ser igual a Dios, perdió el paraíso y fue sentenciado a morir. Pero gracias a Dios hubo una Creación, una caída pero también una Redención. Tenemos la promesa de que pronto la serpiente será hollada, abatida y humillada. Romanos 8:20-23. / 1 Corintios 15:55-57.
Los dos árboles del Huerto del Edén ofrecían la libertad plena para comer y vivir o la incertidumbre de la muerte como castigo de la transgresión. Vida y muerte están vinculadas a la elección humana. Ahí entra el deseo de Eva antes de la violación concreta de la desobediencia. El primer hombre fue el primer pecador.
En Génesis hay dos orígenes:
a) el origen del ser
b) el origen del mal
En el principio fue “todo bueno en gran manera” (Génesis 1:31), pero duró poco…
No fue para nada una fisura en el diseño, o una grieta en la gran obra del alfarero divino. De hecho, cada niño, joven, hombre o mujer, renuevan cada día en ellos mismos la caída sin poder evitarlo. Somos malos desde la creación y por creación. La mera negación del pecado no constituye o establece su inexistencia.
“Aborreced lo malo, seguid lo bueno” (Romanos 12:9) se hace difícil sin la ayuda de Dios. Gracias que Él promete “limpiarnos de toda maldad” (1Juan 1:9).
Solo Dios puede derrotar y eliminar el pecado.¡Nuestra esperanza está en Él!
Adán en el huerto, Jesús en el desierto; el primer hijo de Dios cae ante la tentación, el segundo Hijo de Dios no cae ante la tentación. El hombre Adán y su desobediencia; el hombre Jesucristo y su obediencia.
“Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida” (Romanos 5:18). Adán estableció un patrón y todos sus descendientes pecaron como él. Fue el origen de la corrupción. Todos fuimos constituidos pecadores excepto Jesús.
“El propósito de la comparación de Adán con Jesús es dejar claro lo que ha hecho Cristo” (Cranfield).
Con Adán todos morimos, con Jesús todos vivimos. Un acto único de desobediencia que hizo pecadores a todos los seres humanos, con un acto único de obediencia, la muerte de Jesús en la cruz que nos hace salvos si reconocemos nuestro pecado, nos arrepentimos y aceptamos su sacrificio en la cruz del Calvario.
Somos concebidos en pecado con una naturaleza corrupta. Nacemos espiritualmente muertos por culpa del pecado de Adán. “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo serán vivificados” (1 Corintios 15:22). El pecado original afecta a toda la humanidad. “Surgió un nuevo hombre, que Dios nunca hizo, y que nunca existiría si no hubiese llegado el pecado” (C.S. Lewis). El pecado es una inclinación que nace de la voluntad humana y que está dentro de ella, una esclavitud dentro de la libertad. “El mundo entero está bajo el maligno” (1Juan 5:19b) pero Cristo es la cabeza de una nueva creación.
1 Corintios 15:57 “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
“El hombre es un ser al que le pasó algo” (Jean-Paul Sartre). “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad” (Ezequiel 28:15).
Muchos han querido definir el pecado como una enfermedad genética, congénita, infecciosa y contagiosa; como un virus o un veneno, pero no es ninguna enfermedad. Básicamente, si Dios nombró a Adán como cabeza de la raza humana, por derecho, todos sus actos contaron como los de toda la humanidad. El pecado de Adán fue el nuestro, porque fue tentado por Satanás, “el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9), y la humanidad entera está perdida porque está apartada de Dios y ha perdido su entorno espiritual de amor con Él como en el Edén, perdiendo esa relación íntima diaria. En nosotros está la voluntad de volver a tener esa conexión y contacto espiritual. Por eso, el Redentor tuvo que venir en carne para poder romper el poder de la pecaminosidad. Tuvo que entrar en la humanidad, hacerse hombre, convertirse en hijo de Adán, para llevar sobre sí el pecado del mundo. Su nacimiento señaló un nuevo comienzo, convirtiéndose en una nueva cabeza, en el segundo y definitivo Adán. Sin conocer pecado, llevó sobre sí mis pecados y los tuyos y ahora somos una nueva Creación, una salvación para los hijos de Adán.
Requiere un “nuevo nacimiento”. Y el hecho de que ya no haya condenación para nosotros no significa que no haya nada condenable en nuestras vidas.
Debemos:
– confesar diariamente nuestro pecado
– aferrarnos a Cristo
– afianzarnos en la Cabeza
– abandonar el pecado.
– estar en la voluntad absoluta de la Palabra
– obedecer al Señor
Al igual que los cielos y el firmamento pregona la obra de sus manos, que nosotros como su gran Creación proclamemos la grandeza del Señor por toda la tierra, y llevemos su mensaje hasta los confines del mundo. Que así sea.
(Basado en el libro de Henri Blocher “El pecado original”, Ed. Andamio.
Biblioteca José M.ª Martínez).
Abigail Rodés. Junio 2023.