Los acontecimientos de las últimas semanas nos hacen reflexionar sobre la naturaleza del ser humano. Estamos viendo como, aquellos que deberían ser más sabios y cautos, los científicos y médicos, no hacen más que dar mensajes contradictorios, que luego han de rectificar, y aún así siguen en la actitud soberbia de aquel que cree saberlo todo. Elaboran modelos matemáticos para hacer predicciones, que luego no se cumplen porque la vida es impredecible. El único que sabe qué va a suceder y cómo es, precisamente el creador de la vida, el mismo Dios.
Pero no solamente en el ámbito científico se emiten mensajes contradictorios, algunos hasta catastrofistas, que dan la impresión de que su objetivo es solamente que los que los emiten tengan una cierta notoriedad en medio de las circunstancias, lo cual sería lamentable. También en el terreno espiritual oímos y recibimos mensajes de todo tipo, la mayoría desde el ámbito cristiano, que manifiestan un desconocimiento de la revelación divina bastante preocupante.
Se nos habla que el fin del mundo está cerca, que estos son los últimos tiempos, sin pensar que los últimos tiempos ya se iniciaron desde la ascensión de Cristo al cielo y que acabarán cuando Él quiera.
Se olvida algo fundamental, que antes del final tendrá lugar la segunda venida de Cristo, con toda su gloria y poder, a recoger a su Iglesia y poner fin a la locura del pecado de una vez por todas. Y hemos de recordar que el día del Señor vendrá como ladrón en la noche, sin previo aviso, así que los agoreros que creen saber fechas y tiempos deberían leer más la Biblia que hacer caso a sus propios pensamientos o sentimientos.
No obstante no es nada extraño la cantidad de falsos profetas de todo tipo que se están manifestando a la luz de esta pandemia. En la Escritura se nos advierte seriamente sobre esos personajes que, creyéndose imbuidos de una revelación divina, lo único que hacen es decir falsedades, la mayoría de las veces para beneficio propio. En la segunda epístola a Timoteo, Pablo le avisaba “que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos… que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella…” (1 Timoteo 3:1-5). Estos personajes intentarán apartar al pueblo de Dios de la verdadera fe, utilizando cualquier pretexto. Lo lamentable es que algunos les escuchen con tanta atención y hagan suyo el mensaje que transmiten, en vez de acudir a la Palabra para analizar dicho mensaje.
En definitiva, debemos ser cautos y prudentes. Tenemos la posibilidad de contrastar en las Escrituras todo aquello que se nos dice, para no dejarnos engañar o asustar. No se trata de sentimientos solamente, si no de inteligencia espiritual, de acogernos a la sabiduría divina y no hacer caso de “… fábulas ni genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe…”, tal como Pablo exhorta a Timoteo (1 Timoteo 1:4). No seamos como aquellos de los que se dice: “vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:3-4).
Ferran Cots, abril 2020.