“Gracia asombrosa, que dulce sonido…”. Así empieza uno de los más conocidos himnos de todos los tiempos, conocido en español como “Sublime gracia”. El autor de estas palabras fue John Newton, el autoproclamado miserable que una vez estuvo perdido, pero fue hallado, salvado por la gracia asombrosa de Cristo.
John Newton nació en Londres el 24 de julio de 1725; hijo de un capitán de un barco mercante que navegaba por el Mediterráneo. A la edad de once años empezó a navegar junto a su padre e hizo seis viajes con él, antes de que se retirase. En 1744 John se incorporó al servicio de un buque de guerra, el H.M.S. Harwich. Debido a las intolerables condiciones a bordo desertó, pero fue capturado, flagelado públicamente y degradado a un puesto inferior al que tenía. Finalmente, a petición propia, fue destinado al servicio en un barco de esclavos, que le llevó hasta la costa de Sierra Leona. Allí entró al servicio de un tratante de esclavos que abusó brutalmente de él. Recién iniciado el año 1748 fue rescatado por un capitán de barco que había conocido a su padre. Finalmente, John acabó siendo el capitán de su propio barco, en el que ejerció el comercio de esclavos.
A pesar de haber tenido una previa instrucción religiosa por parte de su madre, que murió cuando él era aún un niño, tardó en manifestar alguna convicción religiosa. Sin embargo, en un viaje de regreso a casa, mientras intentaba gobernar el buque a través de una violenta tempestad, experimentó lo que el llamó más tarde su “gran liberación”. Recordaba en su diario que cuando todo parecía perdido y el barco se iba a pique, exclamó: “Señor, ten misericordia de nosotros”. Más tarde, en su camarote, reflexionó sobre aquellas palabras que había dicho y empezó a creer que Dios le había dirigido a través de la tormenta y que aquella gracia había empezado a trabajar en él. Durante el resto de su vida celebró el día 10 de mayo de 1748 como el día de su conversión, un día de humillación en el cual sujetó su voluntad a un poder más alto. Continuó en el comercio de esclavos durante algún tiempo después de su conversión; sin embargo los esclavos encomendados a su cuidado eran tratados humanitariamente.
Casado con Mary Catlett en 1750; tras una grave enfermedad en 1755 abandonó definitivamente la navegación. Durante su tiempo de marino había empezado a estudiar por sí mismo, aprendiendo latín entre otras materias. Entre 1755 y 1760 fue vigilante de mareas en Liverpool, donde conoció a George Whitefield, predicador evangelístico y pastor de la Iglesia Metodista Calvinista. Newton se convirtió en un entusiasta discípulo suyo. Durante aquel período también conoció a John Wesley, fundador del movimiento metodista. Además, continuó con su autoeducación y aprendió griego y hebreo.
Newton quería ser ministro y solicitó al arzobispo de York la ordenación. Éste rechazó la petición, pero Newton persistió en su empeño y fue finalmente ordenado por el obispo de Lincoln, y encomendado a la parroquia de Olney. La iglesia empezó llenarse tanto de fieles durante los servicios, que fue necesario ampliarla. Newton predicó no solamente allí, sino también en otros lugares del país.
En 1767 el poeta William Cowper se estableció en Olney, iniciando una duradera amistad con John Newton, ayudándole en sus mensajes y en sus viajes a otros lugares. Además del servicio semanal, también iniciaron una serie de reuniones de oración, con el objetivo de escribir un himno para cada una. Colaboraron en varias ediciones del himnario “Olney Himns”, cuya primera edición, publicada en 1779, contenía 68 himnos escritos por Cowper y 280 por Newton. Entre las contribuciones de éste último, apreciadas y cantadas aún hoy día, se encontraba “Gracia asombrosa” (o “Sublime Gracia” en su versión en castellano). Escrito entre 1760 y 1770, en Olney, fue posiblemente uno de los himnos compuesto para el servicio religioso semanal. Originalmente no tenía título y es más que probable que fueran añadidas a la versión original estrofas de otros himnos de Newton. El origen de la melodía es desconocido. Aunque muchos la atribuyen a una melodía popular americana, especulando incluso sobre su posible origen en la tonada de una canción que cantaban los esclavos, otros, sin embargo, consideran que la melodía es de origen popular escocés.
Newton no sólo fue un prolífico compositor de himnos sino también escribió multitud de cartas. Una serie de cartas devocionales le sitúa en la línea del avivamiento evangélico reflejando los sentimientos de su amigo John Wesley y el metodismo. Nombrado rector de la iglesia de St. Mary, en Londres, en 1780, atrajo allí a una gran congregación de fieles e influenció a muchos de ellos, entre otros a William Wilberforce, uno de los precursores de la campaña para la abolición de la esclavitud. Newton continuó predicando hasta el último año de su vida, a pesar de haber quedado ciego. Murió en Londres, el 21 de diciembre de 1807. Aquel infiel y libertino, convertido en ministro de la Iglesia de Inglaterra, estuvo firme en su fe: que la gracia asombrosa de Dios lo conduciría a su hogar final. La inscripción de su tumba dice: “John Newton, que fue un infiel y libertino, sirviente de esclavos en África, fue, por la rica misericordia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, preservado, restaurado, perdonado y dedicado a la predicación de la fe que intentó durante tanto tiempo destruir.”
Estas son las seis estrofas publicadas, con pequeñas variaciones, en las ediciones de 1779 y 1808 de “Olney Himns”. Apareció bajo un encabezamiento con una referencia al primer libro de Crónicas, capítulo 17:16-17. “Y entró el rey David y estuvo delante de Jehová, y dijo: Jehová Dios, ¿quién soy yo, y cuál es mi casa, para que me hayas traído hasta este lugar? Y aun esto, oh Dios, te ha parecido poco, pues que has hablado de la casa de tu siervo para tiempo más lejano, y me has mirado como a un hombre excelente, oh Jehová Dios”.
¡Gracia asombrosa! Que dulce sonido
que salvó a un miserable como yo.
Estuve perdido, mas fui hallado,
estuve ciego, mas ahora veo.
Fue esta gracia la que enseñó a mi corazón a temer,
y esta gracia la que mis miedos alivió.
¡Qué preciosa se mostró esta gracia,
cuando empecé a creer por primera vez!
A través de muchos peligros, lazos y trampas,
he pasado.
Esta gracia me ha conducido a salvo hasta aquí,
y me conducirá al hogar.
El Señor me ha prometido el bien,
su Palabra asegura mi esperanza.
Él será mi escudo y mi porción,
mientras la vida dure.
Sí, cuando esta carne y este corazón desfallezcan,
y la vida mortal cese,
pasaré a través del velo,
a una vida de gozo y paz.
La tierra pronto se deshará como la nieve,
el sol dejará de brillar;
pero Dios, que me llamó aquí abajo,
estará por siempre conmigo.
Ferran Cots, octubre 2020.