Estamos en el año que se celebra los 500 Años de la Reforma.
El 31 de octubre de 1517 el fraile agustino Martín Lutero expuso sus famosas 95 tesis en la puerta de la Iglesia-castillo de Wittemberg. Se cumple, pues, ahora, el quinto centenario de los orígenes de la Reforma protestante.
Basada en las “CINCO SOLAS” como base o núcleo de la fe llamada protestante
- La doctrina de la “sola scriptura» es la creencia en que toda fuente de autoridad en materia de fe debe ser extraída con exclusividad de la Palabra de Dios, la Biblia.
- La doctrina de la “sola fide”es la creencia en que sólo mediante la fe en Cristo el hombre recibe gratuitamente la salvación. Esta fe en Cristo se describe como una fe viva que implica una conversión total del hombre.
- La doctrina de la “sola gratia”es la creencia en que la salvación es recibida de parte de Dios, por el hombre, de forma gratuita, sin que éste pueda merecerla o adquirirla por sus propias fuerzas.
- La doctrina de “solus Christus”es la creencia en que sólo hay un mediador capaz de redimir al hombre ante Dios, y que éste es Cristo.
- La doctrina de “Soli Deo Gloria”es la creencia en que sólo a Dios se le puede dar gloria y adoración.
Este acto simbolizó el comienzo de un periodo de gran convulsión en todos los órdenes para la Europa cristiana.
Dentro de la multitud de actos del 500 Años de la Reforma que se están llevando a cabo, tendrá lugar uno el próximo 7 de Noviembre en el Salón de Estrados. Diputación Provincial. Pº del Espolón, 34 en la ciudad de Burgos.‘La memoria de un hombre. Francisco de Enzinas en el V Centenario de la Reforma protestante’
Al año siguiente de la exposición de las mencionadas 95 tesis por Martín Lutero nacía en España en la ciudad de Burgos… Francisco de Enzinas (1518-1552), llamado a convertirse en uno de los primeros representantes del protestantismo hispano y miembro de una importante familia de mercaderes en esa ciudad castellana, dinámica y floreciente en aquel momento.
Francisco de Enzinas fue el autor de la primera traducción castellana impresa del Nuevo Testamento y de distintas obras de Lutero y de Calvino.
Tengo en el corazón sumar un testimonio que por humilde y casi anónimo que sea, glorifica a Dios mismo como parte de los frutos de la Verdad del Evangelio plasmadas en las “5 solas” de la única Fe por la cual el hombre y la mujer pueden ser salvos.
El domingo, 17 de Septiembre fue publicado en el rotativo DIARIO DE BURGOS por el periodista R. Pérez Barredo, un escrito a dos páginas en este periódico de la ciudad castellana titulado “LA HUELLA DE LOS HIJOS DE LUTERO”.
En plena Castilla católica, apostólica y romana, una comunidad protestante enraizó en el pueblo de Monzoncillo de Juarros. Sus miembros sufrieron marginación, amenazas y persecución.
Sigue diciendo…
Los árboles de la ribera del rio impiden ver las sinuosas formas de las lomas que salpican la comarca de Juarros; de haber estado sus copas desnudas, desde el muros de piedra en mitad de ningún sitio que encierran una historia apenas conocida, un pequeño secreto moldeado por el tiempo y el olvido.
Esas piedras amenazadas por espinos y la maleza son un símbolo del oprobio: que tuvieron que padecer, por temor del fanatismo y la intolerancia, varios vecinos del pueblo.
Esa alejada construcción de lo alto de la loma es un cementerio muy especial. El único camposanto protestante de la provincia. Allí fueron inhumados varios juarreños seguidores de la corriente luterana.
El último se llamaba Miguel Bárcena.
“El fue el único que enterraron allí, hace ya más de sesenta años”, cuenta su bisnieto Gonzalo. Porque la familia, pese a que tuvo que vivir épocas duras, permaneció en el pueblo. “Si que se ha contado alguna vez en la familia que lo pasaron mal, que sufrieron marginación por ser considerados distintos a los demás”, admite. Se cuenta que, incluso, les escamocharon alguna cosecha de cereal…
Aunque se diría que el cementerio es pasto de la maleza y el olvido, algún miembro de la familia Bárcena suele llegarse hasta allí y depositar flores en memoria de Miguel.
En 1932, Eduardo de Ontañón publicó en el diario Luz la curiosa historia de Miguel Bárcena, con quien tuvo la fortuna de pegar la hebra una mañana de abril. “Sale de sus oscuridades de casa aldeana con un libro entreabierto en las manos, y dice: Aquí están todos nuestros instrumentos y la verdad eterna, aquí”, escribe Ontañón. El avezado reportero burgalés se interroga sobre el origen de la singularidad de una pequeña comunidad protestante en la profunda Castilla de hondas raices católicas.
Es el propio Miguel quien cuenta que fue un familar suyo, tras regresar de una estancia en Barcelona, quien les inició en esta fe, que él y su familia abrazaron con ardor.
PERSECUCIÓN. No les salió gratis: el anciano confiesa en la entrevista que fueron perseguidos; que les apedrearon y amenazaron. Pero él, y lo que como él habían encontrado en el protestantismo su camino, no se amilanaron. “Es que nos lo enseña la Palabra. Hay que hacer el bien al que haga mal; ascuas le pones sobre su cabeza… El equívoco más grande es tu mal corazón… Durante siete años sufrimos mucho: nos apedreaban las casas, nos amenazaban con darles fuego; pero el Señor nos tenía elegidos, y eso nos salvaba”, confiesa al periodista. “Hay que darse cuenta –escribe Ontañón- de la verdad que tienen estas palabras frente a las tierras labrantías, por donde caminamos en busca del cementerio civil en que les hicieron enterrar sus cadáveres. Casi es una corraliza. Piedra sobre piedra y una mala puerta de madera le cercan. Fueron a ponerlo en el sitio más alejado del pueblo, en lo que llaman “La Loma”, junto al horizonte, sobre los cerros más azules de distancia. Allí en tan humilde camposanto, fue enterrado Miguel. Antes habían sido inhumadas otras seis personas, todas mujeres según la propia confesión del anciano en el diario Luz.
En aquel 1932, ya había pasado lo peor para Bárcena y los demás protestantes. En la taberna del pueblo los vecinos hablaban maravillas de “sus” protestantes. “Son los mejores del pueblo”, confesaba un parroquiano al gacetillero.
Antes de que la Guerra Civil estallara y volviera a imponerse el catolicismo a macha-martillo durante la dictadura, los protestantes de Monzoncillo de Juarros vivieron felices. Aunque ninguno de los descendientes de Miguel siguió sus pasos (uno de sus hijos sí que leía con mucha frecuencia la Biblia, pero cuando falleció fue enterrado en el cementerio católico), el rastro de la pequeña comunidad protestante de este pequeño y bello pueblo sigue viva en la memoria de sus habitantes…
Podría aportar a este precioso testimonio algunos datos que el Sr. Pérez Barredo desconoce (pero aunque me siento con la responsabilidad de hacerle conocer directamente de una parte importante obviada), lo que ahora me mueve es la rectificación del dato relevante.
Miguel Bárcena tuvo cinco hijos, el primero de ellos fue María, fruto de su primer matrimonio que años después falleció. Contrajo matrimonio por segunda vez con Asunción y con ella concibieron cinco hijos más. Esteban, Joaquin, Josías, Jeremías y León.
Su tercer hijo Josías se entregó al Señor, al conocer el Evangelio de Cristo por medio de visitas misioneras del vallisoletano D. Mariano San León Herreras que fue encomendado por las Iglesias de Castilla y León en un ministerio pastoral, atendiendo con solicitud las iglesias más ubérrimas de las rías gallegas como los humildes grupitos y familias de las montañas.
Josías Bárcena De La Fuente marchó a Barcelona en búsqueda de trabajo ejerciendo como limpiabotas en el Passeig Sant Joan esquina con Carrer Casp. El último limpiabotas de la ciudad Condal que ejerció con tal dignidad y profesionalidad, que hasta el hijo de Joan Gamper (Fundador del F.C Barcelona) tenía como fiel cliente.
Josías encontró un lugar para reunirse por aquellos años tras su llegada después de la Guerra Civil. Fue en la Avenida Mistral. La iglesia le acogió en los años tan difíciles de la dictadura y recibió el calor y la comunión en la fe con los hermanos que allí se reunían.
Se casó con Josefa Nager y tuvieron dos hijos, Esteban y Lea. Del primero tuvieron dos hijas: Susana y Elisabet.
Y de su hija Lea, sus hijos: Isaac, David y Eva. Y de este primero con su esposa Carmen del Mar nacieron, Joel, Ruben, Eber y Marc y del segundo, Samuel.
La fe de mi bisabuelo Miguel Bárcena y tatarabuelo de mis hijos, no sólo siguió en sus hijos contrariamente a lo que por desconocimiento el periodista escribía el pasado 17 de Septiembre, sino que algunos de sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos han hecho confesión.
Ni yo mismo, ni mis propios hijos, ni algunos de sus descendientes pudimos conocer a Miguel Bárcena, pero hemos conocido al mismo Señor.
Cuando yo tenía unos 9 años, allá por 1975 estuve unas semanas en la casa de mis iaios Josías y Pepita. Durante un tiempo en reposo convaleciente de una enfermedad y al cuidado de ellos. Dormía por las noches en una separación en el mismo salón de su casa en la Vall d’Hebrón.
Por la mañana muy, muy temprano a través del biombo de separación que dejaban entreabierto para que me entrara un mínimo de luz para disipar mis posibles miedos nocturnos, propios de la niñez. Entraba el resplandor de la luz del salón que encendía mi iaio Josías a esas horas de la madrugada antes de ir a trabajar. En mi estado somnoliento y ante el propio desconocimiento de mi iaio de que su nieto era espectador de una escena que repetidamente en el tiempo fui testigo… un tazón de leche con ColaCao, unas tiras de pan, su Biblia y las llamadas entonces Notas Diarias eran meditadas y leídas cada mañana en su aurora. Cada mañana, cada mañana…
Un tiempo más tarde, ya en mi casa a la espera de la vuelta del trabajo de mi padre por la noche, mi madre me leía pasajes de la Palabra. Aquella noche leímos Mateo capítulo 24 y en la vigilia previa al sueño, me invadió la necesidad de pedir el perdón de mis pecados al Señor y reconocerlo como mi Único y suficiente Salvador. Más tarde entendí que aquella invasión que se apoderó de mi corazón fue la operación del Espíritu Santo del Señor mismo que me redarguyó de mi propio pecado. Inmediatamente sentí ser liberado para siempre del él, gracias a que Jesús había pagado lo que yo merecía.
No te preocupes… dicen que Dios no tiene nietos, ni bisnietos, ni tataranietos… por medio de la fe podemos conocerle, podemos saber lo que Él ha llegado a hacer por amor a nosotros descrito en su Palabra y operado por su Espíritu, aceptar el precio tan alto del sacrificio de su propio Hijo, confesar nuestra condición de pecado y rebeldía como Creador nuestro y recibir el Perdón de Dios Padre.
¿Quieres ser su hijo?
“Mirad con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que somos! Pero la gente de este mundo no reconoce que somos hijos de Dios, porque no lo conocen a él. Queridos amigos, ya somos hijos de Dios, pero él todavía no nos ha mostrado lo que seremos cuando Cristo venga; pero sí sabemos que seremos como él, porque lo veremos tal como él es”. 1 Juan 3:1 y 2.