“La estupidez es más peligrosa que la maldad” (Dietrich Bonhoeffer).
Dietrich Bonhoeffer fue un pastor luterano alemán que se opuso abiertamente al nazismo. Detenido y llevado a un campo de concentración, se dedicó a reflexionar para intentar comprender cómo personas comunes y “de bien” habían llegado a cometer las atrocidades que hicieron bajo el régimen nazi. Y llegó a la conclusión de que la estupidez es el enemigo más peligroso de las personas, incluso más que la maldad.
Bonhoeffer denunció públicamente las atrocidades que se estaban cometiendo contra el pueblo de la Alemania sometida por Adolf Hitler. Tras años de lucha fue detenido por el injusto y severo régimen y comenzó a reflexionar sobre el cambio social que se había producido en su país. Se preguntó cómo podía haber sucedido que el pueblo alemán, gente común y corriente, personas de bien, la mayoría aparentemente cristianas, se convirtieron en criminales dispuestos a cometer atrocidades sin piedad.
Se preguntó, si esta gente que ahora cometía terribles crímenes siempre había sido malvada y cruel. Pero llegó a una conclusión sorprendente, no era la maldad el factor que llevaba a los alemanes a la crueldad y a perder la piedad, era nada más y nada menos que la estupidez. A partir de ese momento a su desarrollo sobre el tema se le conoce como “La teoría de la estupidez de Bonhoeffer”.
Fue así, en este contexto, que Bonhoeffer comenzó a escribir cartas desde la prisión, explicando el por qué de la conducta alemana, basándose en que aquellas personas no eran particularmente malas, sino estúpidas. Sin embargo no hay que malinterpretar la palabra estupidez. Bonhoeffer se refería a personas sin criterio, que seguían órdenes sin razonar ni evaluar las consecuencias de sus actos. Para él fue de esta forma en la que personas comunes y corrientes llegaron a cometer los peores crímenes de la humanidad. De hecho una de las acepciones de la palabra estúpido es precisamente necio, y así es como la Biblia llama a este tipo de personas.
Bonhoeffer argumentaba que contra el mal puede uno rebelarse. Los pueblos incluso se alían contra él. Sin embargo contra la necedad no existe nada que se pueda hacer. Las protestas y el uso de la fuerza no tienen sentido frente a personas que no están dispuestas a escuchar, o no saben cómo hacerlo. Para Bonhoeffer una persona necia es incluso más peligrosa que alguien malvado. Según él los necios no son conscientes de las consecuencias de sus actos, pudiendo desencadenar consecuencias terribles sin ni siquiera saberlo.
Para Bonhoeffer, el poder infecta. Parecería que ante el poder las personas caen, viéndose privadas de su independencia y autonomía. Así, argumentaba en sus cartas, los estúpidos se vuelven herramientas, títeres ejecutores de las ideas de otros. Por ello son peligrosos, por su falta de comprensión y de visión de la realidad.
Bonhoeffer fue ahorcado por los nazis el 9 de abril de 1945, dos semanas antes de que el campo de concentración donde estaba prisionero fuera liberado por los aliados. Sus últimas palabras fueron: “Este es el fin; para mí el principio de la vida”. El doctor del campo de concentración —testigo de la ejecución— anotó: “Se arrodilló a orar antes de subir los escalones del cadalso, valiente y sereno. En los cincuenta años que he trabajado como doctor nunca vi morir un hombre tan entregado a la voluntad de Dios”.
Bonhoeffer, como cristiano, tenía muy claro que la necedad, como la llama la Biblia, es un mal muy grande. Como fruto del pecado puede provocar los mayores males sin ser conscientes de ello. Solamente en el libro de los Proverbios podemos leer citas como:
“… la boca del necio es una calamidad cercana” (10:14b).
“… los necios mueren por falta de entendimiento” (10:21b).
“… la insensatez de los necios es locura” (14:24b).
“… la boca de los necios dice sandeces” (15:2b).
Hay muchas más citas sobre el tema en este libro de Proverbios (y en el resto de la Biblia). El escritor sagrado nos está advirtiendo contra la necedad. Hemos de tener cuidado de no caer en la trampa y convertirnos también en necios. ¿Cómo hemos pues de reaccionar ante este tipo de personas? El mismo libro de los Proverbios nos da la clave: “… responde al necio como merece su necedad, para que no se tenga por sabio en su propia opinión” (26:5).
El necio es alguien que se cree sabio y, generalmente, en posesión de la verdad. ¡Cuántas personas han sido engañadas por partidos políticos, sistemas filosóficos, falsas religiones, líderes religiosos “cristianos” y un largo etcétera! Son personas con las que es imposible razonar sobre el tema que les ocupa y preocupa, no se puede establecer un diálogo, es inútil presentar pruebas fidedignas en contra de su pensamiento, simplemente dejan de lado esos razonamientos y no les hacen el menor caso. Son incapaces de razonar y plantearse si aquello que defienden puede estar equivocado o incluso ser peligroso.
Nos es fácil identificar la necedad en los otros, vemos como se dejan llevar por eslóganes y consignas falsas o manipuladas, jugando con los deseos y aspiraciones de las personas. Sin embargo los cristianos no estamos exentos de caer en la necedad, tal como la retrata Dietrich Bonhoeffer. Analicemos el grado de aceptación de las ideas o propuestas de todo tipo que nos asedian. Probablemente nos quedaríamos, no solo sorprendidos sino también horrorizados. Veríamos cómo nos estamos adaptando a este mundo, sin analizar los hechos e ideas a la luz de la Palabra de Dios; en definitiva, sin utilizar la inteligencia que Dios nos ha dado para que seamos sabios, con la sabiduría que proviene de Él.
Aquí hemos de mencionar que una persona necia no ha de ser necesariamente falta de inteligencia. Bonhoeffer decía que una persona inteligente, con muchos conocimientos, puede ser realmente un necio. Y una persona con una inteligencia menos despierta ser más sabio ante las situaciones de la vida.
Hemos visto que la necedad es, en realidad, no solo la torpeza en comprender las cosas, sino también la falta de interés, por llamarlo de alguna manera, en conocer la verdad y rectificar los errores. Los cristianos nos convertimos en necios cuando discutimos sobre asuntos que no entendemos y nos afirmamos en ellos contra viento y marea, sin escuchar otras voces que nos pueden decir otra cosa, probablemente mejor y más sabia. Incluso los grandes teólogos pueden caer en este tipo de necedad, ya que pretenden llegar a conocer la verdad sobre Dios, y eso es totalmente imposible. Entonces se enzarzan en vanas discusiones, teorizan sin fundamento y emiten opiniones indemostrables.
¡Cuántas veces oímos de cristianos que han sido engañados por pastores o misioneros! Nos preguntamos cómo es posible que sucedan esas cosas, sin darnos cuenta que la respuesta es bien fácil: necedad. Necedad producto de la falta de conocimiento de la Palabra de Dios, y de esa forma son “arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina y por aquellos que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios 4:14). Ese no es el camino a seguir, sino que debemos buscar la sabiduría que está en Cristo. Porque “Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:24b).
Pablo, dirigiéndose a los creyentes en Éfeso les decía: “… Ya no viváis como necios sino como sabios… Por tanto, no seáis insensatos, al contrario, tratad de entender cuál es la voluntad de Dios” (Efesios 5:15, 17).
Dios nos ha dado una inteligencia y una capacidad de discernimiento. El problema es que a veces parece que no los utilizamos. Nuestra consigna debe ser analizar todo a través de la revelación divina contenida en la Biblia, sin prestar “… atención a fábulas y genealogías interminables, que mas bien fomentan discusiones…” (1 Timoteo 1:4). Solo de esta forma evitaremos caer en la necedad espiritual que es la peor de las necedades.
Si Cristo murió en la cruz fue para salvarnos del pecado, pero también debemos considerar que tal vez debamos ser salvados de nosotros mismos y nuestra necedad. Y eso solamente lo puede hacer Dios hecho hombre, quien dio su vida para que no muramos, sino para que tengamos vida eterna.
Ferran Cots, noviembre 2022.