Jesús el centro de nuestra vida
«Permaneced en mí y yo en vosotros. El pámpano no puede llevar fruto por sí mismo si no permanece en la vid. Del mismo modo ocurre con vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros, los pámpanos. El que permanece en mí y yo en él lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece será echado fuera como mal pámpano y se secará. Luego se recogen, se arrojan al fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y se os concederá. En esto se manifiesta la gloria de mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado. Permaneced en mi amor. Si obedecéis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, del mismo modo que yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor» (Juan 15:4-10).
Estamos rodeados de muchas cosas y actividades que mantienen a Jesús lejos del centro de nuestra mente. Es este un mundo egoísta en el que no hay lugar para él. Un mundo lleno de corrupción en el que se ensalza al hombre como único regulador de sus propias ambiciones. Sin embargo hemos de reconocer y confesar que solo Cristo es capaz de dar a nuestra vida un sentido satisfactorio. La pregunta es inevitable: ¿qué lugar ocupa Jesús en nuestra escala de valores?
Jesús cimiento estable en momentos de crisis
«Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo a sus discípulos: —Pasemos al otro lado del mar. Una vez despedida la multitud, le llevaron en la misma barca donde estaba. Otras barcas iban con él. Se levantó una gran tempestad de viento y las olas azotaban la barca inundándola hasta tal punto que se anegaba. Él estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Le despertaron y le dijeron: —¡Maestro!, ¿no te preocupa si perecemos? Él se levantó, reprendió al viento y dijo al mar: —¡Calla, enmudece! Cesó el viento y sobrevino la calma. Y les dijo: —¿Por qué estáis así, amedrentados? ¿No tenéis fe? Entonces sintieron un gran temor y se decían unos a otros: —¿Quién es este que aun el viento y el mar le obedecen?» (Marcos 4:35-41).
Todos pasamos problemas y momentos de crisis, ya sea en el ámbito laboral, con la salud, pérdida de seres queridos, conflictos en la iglesia… En ocasiones nos sentimos como si estuviéramos en una frágil barca en medio de una tempestad y la oscuridad (ausencia de luz). En esas circunstancias parece difícil poder confiar plenamente en Jesús. Sin embargo es precisamente en los períodos de prueba cuando él puede exhibir la gloria de su gracia y su poder obrando para salvación de sus escogidos. El mensaje que Dios le dio a Pablo fue: «Te basta mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Corintios 12:9), y ese mismo mensaje es válido para nosotros hoy día.
Jesús la luz del mundo
«La luz verdadera, la que ilumina a toda la humanidad, venía al mundo. La Palabra estaba en el mundo y el mundo fue hecho por medio de ella, pero el mundo no la conoció. Vino a lo suyo, pero los suyos no la recibieron. Mas a todos los que la recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, hijos no engendrados de sangre ni por voluntad de carne ni por voluntad de varón, sino hijos de Dios» (Juan 1:9-13).
El Creador del universo es la única fuente de luz (Juan 8:12), mientras que la vida de cada uno, y por extensión la de todo el mundo, está sumida en la oscuridad. ¿Dónde podemos encontrar la luz de la verdad? Isaías responde en nombre del Dios de los cielos señalando al Mesías como el portador de la luz a todas las naciones (Isaías 42:5-7)
¿Cumplimos la misión que nos ha sido encomendada como Iglesia: transmitir al mundo la luz de las enseñanzas recibidas del Maestro a través de Su Palabra?
Jesús y el futuro
«Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, —dice el Señor—, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso» (Apocalipsis 1:8).
¿De quién depende nuestro futuro? ¿De los políticos, de los hombres de negocios o de Dios? Cristo es una realidad presente en nuestro mundo (aunque muchos no lo quieran reconocer, ni les guste esa realidad), y a él le ha sido dado todo el poder, tanto en el cielo como en la tierra. Él es el primero y el último. Esto es de suma importancia, no solamente por lo que respecta al futuro del mundo, sino también por el futuro personal de cada uno de los creyentes.
Ferran Cots, febrero 2024.