“Gozaos con los que se gozan, llorad con los que lloran” (Romanos 12:15)
Las lágrimas, por definición, son un líquido producido por el proceso corporal para limpiar y lubricar el ojo.
Lloramos de dolor, de alegría o amor, ira o miedo, por estrés o angustia, por emociones varias…
El llanto es derramar lágrimas en reacción a un estado emocional. Todos hemos llorado por algo. Nacemos llorando. Las lágrimas ayudan a distribuir el oxígeno en los ojos junto con el parpadeo; y tienen una proteína que mata las bacterias. En algunas culturas, sin embargo, se considera que llorar es indigno o infantil, despreciando a todo aquel que llora en público.
Lloramos por la muerte de un familiar o amigo cercano. Por la pérdida de nuestra casa ante un terremoto, incendio, maremoto o sunami.
La Biblia está llena de referencias sobre llorar, lamentarse, endechar, gemir…
• Job 16:20 “Mas ante Dios derramaré mis lágrimas”
• Eclesiastés 4:1 “… He aquí las lágrimas de los oprimidos sin tener quien les consuele…”
• Jeremías 9:1 “… Mis ojos fuentes de lágrimas para que llore día y noche…”
• Lamentaciones 2:1 “Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas”
Lloramos ante nuestra impotencia cuando vemos guerras y genocidios. Lloramos de felicidad. Lloramos ante un trauma, acoso, maltrato, injusticia, violación, bullying. Por nuestras miserias y por las de otros, por los indigentes y refugiados. Lloramos si nos atacan física o psicológicamente.
Por el contrario, contener nuestros sentimientos es malo, puede crear desequilibrios. Si tienes hambre, comes. Si estás herido o triste, lloras.
Llorar es una parte fundamental del auto cuidado, de ser consciente de nuestras propias necesidades o debilidades y honrarlas para beneficiar la salud de nuestro cuerpo, mente y espíritu.
• Cuando llevaron la túnica de José a su padre, él rasgó sus vestidos, puso cilicio sobre sus lomos, guardó luto y lo lloró.
• Por su llanto, Moisés fue rescatado del río y la hija del Faraón tuvo compasión de él.
• Cuando José se encontró con su padre, se echó sobre su cuello y lloró largamente.
• Ana lloraba porque Penina la irritaba continuamente porque no tenía hijos.
• David y su gente lloraron al ver la ciudad de Siclag quemada, asolada, y sus habitantes llevados cautivos.
• Jesús lloró ante la tumba de Lázaro.
Llorar nos beneficia, es saludable y conveniente. Aun así, Dios dice que “enjugará toda lágrima de ellos” porque Él nos pastorea y nos lleva a fuentes de aguas de vida (Apocalipsis 7:17).
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). ¡Bendita promesa!
Dice el predicador en Eclesiastés que todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Hay tiempo para llorar y tiempo para reír. Hay tiempo para endechar y tiempo de bailar.
¿Llorar? Sí, pero no para siempre, ¿o sí?
“Así será el fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 13:49-50).
La Biblia nos enseña claramente que vendrá el día en que la Iglesia será separada de este mundo. Y unos resucitarán para vida eterna y los que no han creído para condenación eterna. Basta leer en Apocalipsis para entender que será un día terrible para los impíos. Lo mejor que todo hombre, mujer, joven o niño puede hacer ahora es convertirse de todo corazón a Dios, creer en Cristo como su salvador y en su sacrificio en la cruz por amor. Sólo Jesús nos otorga, por su sangre, el don de la vida eterna con Él y así escapar del juicio de Dios.
¿Hay algo peor que pasar toda la eternidad en el infierno?
“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán” (Salmos 126:5).
Abigail Rodés. Marzo 2021.