Vivimos en una sociedad jerarquizada. En cualquier aspecto de la vida encontramos una organización jerárquica. Hay unos pocos que gobiernan (ya sea mediante el poder político, del dinero o de la fama) y una grandísima mayoría que les siguen de más o menos buen grado. La humanidad no puede funcionar sin una guía o gobierno efectivos. La anarquía no deja de ser una utopía irrealizable, porque el ser humano es rebelde por naturaleza.
Esto que a nivel material es algo evidente también lo es a nivel espiritual. Los seres humanos desde su rebelión contra Dios, han ido navegando de filosofía en filosofía y de religión en religión. Sin guía alguna de como enfocar su vida, sus relaciones con los demás o sus relaciones con el Creador (en el que muchos ni siquiera creen).
La iglesia cristiana debería ser un modelo de funcionamiento social y espiritual para el resto de la sociedad. Tiene un guía incuestionable (Cristo) que la dirige por medio de su Espíritu y a través de su Palabra. Sin embargo eso no obvia la necesidad de cristianos maduros con dones especiales que dirijan espiritualmente la iglesia, velando para que no se aparte de la verdadera doctrina y los principios bíblicos.
El problema empieza cuando los dirigentes de las iglesias locales pierden de vista la perspectiva de su verdadera misión. Del trabajo que el propio Señor les ha encomendado. Y es entonces cuando la iglesia se jerarquiza y el gobierno de la misma se vuelva autoritario; todo lo contrario de lo que la propia Escritura enseña.
Una de las facetas más evidentes en ese autoritarismo es el ninguneo de la iglesia por parte de sus dirigentes, ya sea ignorando a una parte de la membresía, aupando a tareas y responsabilidades a otros sólo por el mero hecho de ser aduladores de los dirigentes o, simplemente, tomando decisiones a espaldas de la iglesia, en ocasiones sin informar de ello y practicando una política de hechos consumados. Cuando no aludiendo a una supuesta inmadurez de la membresía (en este caso deberíamos preguntarnos por qué los que dirigen la iglesia local no hacen nada para solucionar este tema).
Como siempre el ejemplo de cómo actuar lo encontramos en la misma Escritura. Vamos a analizar las salutaciones que Pablo usa en sus epístolas dirigidas a iglesias locales. Como es sabido en las cartas de Pablo se encuentra doctrina, instrucciones de comportamiento e incluso temas de disciplina grave. Todo ello con una transparencia total que no es lo que se practica hoy en las iglesias, especialmente en las asambleas de hermanos.
La carta a los romanos se inicia con esta salutación: «Pablo, siervo de Jesucristo… A todos los que estáis en Roma, amados de Dios y llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo» (Romanos 1:1, 7). No hay duda que Pablo escribió esta carta para que fuera de general conocimiento por todos los creyentes de Roma. No se trata de hechos o detalles dirigidos a una minoría dirigente. Es una carta abierta a todos los creyentes de la iglesia en Roma, sin excepción.
Las dos cartas a los corintios tienen un principio muy parecido entre ellas: «Pablo…, y el hermano Sóstenes, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, y a todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro» (1 Corintios 1:1-2).
«Pablo…, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los creyentes que están en toda Acaya…» (2 Corintios 1:1-2).
Pablo se dirige en primer lugar a la iglesia en Corinto (¡a toda la iglesia!), pero en la primera carta incluye a cualquier creyente que invoque el nombre del Señor dondequiera que esté (ahí nos podríamos incluir nosotros), mientras que en la segunda incluye a los creyentes de toda la región de Acaya (situada en el Peloponeso y lindante con la región de Corinto).
En estas cartas se trata, entre otras muchas cosas, de un grave problema de inmoralidad. Lejos de tratar el problema solamente con los dirigentes de la iglesia, Pablo hace partícipe a toda la iglesia del problema, ya que le afecta directamente. No esconde nada, no como hoy que somos capaces de decir cosas como «se dice el pecado, pero no el pecador», y nos quedamos tan tranquilos. ¿Cómo puede orar la iglesia por algún hermano o hermana que haya caído en un grave pecado si no se le explica lo sucedido? Por supuesto esto excluye cualquier tipo de interés malsano en la cuestión.
Si seguimos adelante nos encontramos con la carta a los gálatas cuya salutación es la siguiente: «Pablo…, a las iglesias de Galacia…» (Gálatas 1:1-3). De verdad que Pablo parece tener en poca estima a los dirigentes de las iglesias ya que no los nombra en su condición de ancianos, pastores u obispos. La realidad es otra, Pablo se dirige a la iglesia en su conjunto por la sencilla razón que sólo la iglesia es el cuerpo de Cristo (no sólo sus dirigentes), y menoscabar la importancia de la misma (sea como sea) es una grave afrenta al mismo Señor que dio su vida por ella, que murió por cada uno de nosotros para añadirnos a su Iglesia universal. De ahí la importancia que la iglesia conozca todo lo que respecta a su situación y la de sus miembros, contrastándolo con la revelación de la Palabra de Dios.
Quedan todavía por delante las cartas a otras cuatro iglesias, Éfeso, Filipos, Colosas y Tesalónica. ¿Que ha quedado escrito en cada una de ellas?
«Pablo…, a los santos y fieles hermanos en Cristo Jesús que están en Éfeso…» (Efesios 1:1-2).
«Pablo y Timoteo…, a todos los creyentes en Cristo Jesús que están en Filipos, junto con sus obispos y diáconos…» (Filipenses 1:1-2).
«Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas…» (Colosenses 1:1-2).
«Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses…» (1 Tesalonicenses 1:1).
«Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses…» (2 Tesalonicenses 1:1-2).
Todas las salutaciones, que indican quienes son los receptores de las cartas, se dirigen a la totalidad de cada iglesia, o incluso a los creyentes de una región o de cualquier lugar. Sin embargo, dato curioso, sólo en la carta a la iglesia en Filipos se hace mención expresa (en segundo lugar) de los ancianos y diáconos.
Esto no significa que las otras cartas no fueran también para los ancianos y diáconos (los dirigentes de la iglesia local); como miembros de cada iglesia las cartas también les concernían a ellos. Sin embargo cuando se dirige a la iglesia en Filipos, Pablo, sorprendentemente, los incluye en la salutación.
No vamos a analizar el por qué de esta inclusión, ya que este no es el motivo de esta reflexión. Finalmente lo que debemos asimilar es que la transparencia en la comunicación dentro de la iglesia es sumamente importante, evita malentendidos, críticas erróneas, murmuraciones, chismorreos…
Ya basta de ocultar las cosas a la iglesia de Cristo por parte de los dirigentes locales. Aprendamos de Pablo (que en ocasiones dijo que le imitásemos en su conducta) que, escribiendo a los efesios dijo: «Para que estéis enterados de mis asuntos y de lo que estoy haciendo, Tíquico, nuestro hermano amado y fiel siervo en el Señor, os lo contará todo. Os lo envío para que sepáis todo lo concerniente a nosotros, y para que consuele vuestros corazones» (Efesios 6:21-22).
Pablo no se escondía de nada ni de nadie, no tenía nada que ocultar, actuaba de forma noble y cabal en el servicio de su Señor y la Iglesia. Qué gran ejemplo que debiéramos imitar para evitar actitudes que eclipsan la verdadera soberanía de la Iglesia de Cristo, atribuyéndonos facultades o derechos que no tenemos.
El evangelio es un modelo de transparencia, nos habla de nuestra condición de pecado y perdición y nos ofrece la posibilidad de perdón y vida eterna. Sólo por la fe en Cristo recibimos salvación.
¿Por qué entonces hay quien se obstina en tener en poco a la iglesia e ignorarla en todas las ocasiones? Sólo Dios, que es el único y verdadero juez justo puede juzgar estas actitudes y provocar un cambio saludable en las mentes de aquellos que las practican.
Ferran Cots, septiembre 2024.