Qué bueno es que un hombre y una mujer se unan en matrimonio. Dejan a sus respectivas familias y forman una nueva, donde nacerán hijos e hijas que reflejen las características y los rasgos tanto del padre como de la madre. Dios da hijos igual a padres ricos que a padres pobres y tienen las mismas particularidades (dedos, ojos, boca, piernas, pies, orejas…). Dios no escoge solamente a gente adinerada o de educación primorosa a la que bendecir con hijos. Nunca piensa en que algunos padres son pobres para no darles descendencia.
Todos, de toda raza, lengua y nación tenemos el privilegio de ser padres si así lo deseamos.
El primer mandamiento que recibió el hombre fue el de crecer y multiplicarse. “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra…” (Génesis 1:27-28). Y cuando Noé salió del arca, Dios le bendijo y le dio el mismo mandato: “Fructificad y multiplicaos y llenad la tierra” (Génesis 9:1).
Adán, Eva, Noé y su esposa (de nombre Naama según la tradición judía, pero no escrito en la Biblia) cumplieron el mandato hecho por Dios: tuvieron descendencia y empezaron a multiplicarse. Todos los millones de personas que pueblan la tierra actualmente, proceden de aquellas ocho personas que salieron del arca. ¡Porque crecieron y se multiplicaron!
Pero sucede que a veces los seres humanos no procrean por enfermedad, por decisión propia, por no unirse en matrimonio…
Nosotros, como creyentes, debemos multiplicarnos también espiritualmente, enseñar a otros la Palabra de Dios, proclamar las Buenas Nuevas de Salvación. Para eso debemos tener una vida santa y una estrecha relación con nuestro Señor Jesucristo. Debemos tener hambre y sed de las Escrituras y por supuesto tener la necesidad de compartirla con otros ya sea con la familia, vecinos, amigos, compañeros de estudio o trabajo, etc. No hagamos acepción de personas. ¡Todos deben ser salvos!
Si vivimos vidas pobres espiritualmente o en pecado, será un gran impedimento para ganar almas para Cristo.
No tener “hijos espirituales” a los que discipular o enseñar es falta de madurez. Un niño no puede tener descendencia. Debe crecer, desarrollarse y madurar. Así también espiritualmente. Un niño o niña deben ser suficientemente mayores para trabajar, ganar el sustento de la familia y cuidar de un bebé. Por eso es que cuando un cristiano no comparte su fe, algo no va bien. Dice la Biblia: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7).
El propósito de la raza humana en la tierra no solamente es vivir y morir en este mundo, debemos crecer y no ser “niños espirituales”. Dijo el apóstol Pablo en 1 Corintios 3:1 “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales sino como a niños en Cristo”
¿Tu vida de comunión con el Señor no es lo que debería ser?
¿Tienes una vida de oración victoriosa?
¿Estás testificando de Cristo?
Si contestas NO, esas son razones de esterilidad. No permitas que nada te desvíe del Camino. Sigue predicando, evangelizando, dando testimonio de fe. Es preferible tener un cristiano vivo que está multiplicándose espiritualmente que cien cristianos muertos, estériles o carentes de madurez.
1. Yo sé en quien he creído.
2. No me avergüenzo.
3. Retengo la sana Palabra.
4. Guardo el buen depósito por el Espíritu Santo.
5. Me esfuerzo en la gracia que es en Cristo Jesús.
6. Avivo el fuego del don de Dios.
7. Soy ejemplo en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.
Amén y Amén.
Abigail Rodés. Julio 2023.