Dios Hijo obedeció al Padre. Los magos, los pastores, los ángeles obedecieron a Dios. María obedeció a Dios. José obedeció a Dios, y los dos juntos obedecieron a Dios. ¿Y qué hay de nosotros?
“Oirás, pues, la voz de Jehová tu Dios” Deuteronomio 27:10a
“Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: …esto les mandé diciendo: Escuchad mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo; y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien” (Jeremías 7:23)
“Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando” (Génesis 27:8)
“Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29)
* Por medio del pecado de un hombre, toda la humanidad quedó expuesta a la condenación eterna. Pero la gracia, la misericordia, el gran amor de Dios supuso un estado de justificación.
“… por la OBEDIENCIA de uno, los muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:19)
“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la OBEDIENCIA” (Hebreos 5:8)
¿Quién es ese “uno”? El sumo sacerdote debe ser un hombre partícipe de nuestra naturaleza. Jesús se sometió en OBEDIENCIA al Padre y soportó el gran peso de nuestro pecado. Él nos dejó ejemplo para que nosotros aprendamos a OBEDECER humildemente la voluntad de Dios. Él es autor de eterna salvación para todos cuantos le obedecen. Y tú, ¿te encuentras ahí?
La desobediencia de Adán nos ha hecho pecadores a todos, la obediencia de Jesús, dejando su Gloria y naciendo como uno de nosotros, hace justos a todos los que creen en su sacrificio en la cruz.
Mateo nos cuenta la gran agonía de Jesús en el Huerto de Getsemaní, sin embargo OBEDECIÓ perfectamente en todo al Padre. Jesús pidió que pasara de sí esa copa (Lucas 22:42), y la copa no le fue quitada. Una oración, no para escapar de la voluntad del Padre, sino para aceptarla. Y lo hizo pensando en ti y en mí. Experimentó la OBEDIENCIA al despojarse de la gloria celestial y al humillarse para nacer como uno de nosotros. Aprendió cómo OBEDECER y todo lo que ello implica, porque en el cielo Dios no obedece a nadie, todos le OBEDECEN a Él.
• José, descendiente de David estaba desposado con María. La Biblia nos habla de él como un hombre justo (Mateo 1:19) y señala su piedad. José se entera que María está embarazada y quiere romper su compromiso con ella. Por compasión y misericordia quiere hacerlo de forma secreta, discretamente, no quería infamarla ni ofender su honor, no quería tomar las medidas públicas de la ley de aquel entonces. Pero un ángel se le apareció en sueños y le explicó la situación y decidió OBEDECER a Dios aceptando con fe esa concepción milagrosa del Espíritu Santo. Así que José se casó con María. La Palabra nos habla de Jesús, el hijo de José, de Nazaret (Juan 1:45).
• Las narraciones que los evangelistas Mateo y Lucas nos dan acerca del nacimiento de Jesús nos dicen que María era una mujer virgen desposada (prometida) con José, de la casa de David. Ella era de Nazaret y allí recibió una visita excepcional: un mensajero celestial le dijo que tendría un hijo por obra del Espíritu Santo y al cual debía llamar Jesús (Lucas 2:26-38).
El Nuevo Testamento no da detalles sobre la familia de María, solamente que tenía una hermana (Juan 19:25) y era pariente de Zacarías y Elisabet, los padres de Juan el Bautista. Después de su sorpresa inicial, aceptó con gusto la voluntad divina. El ángel Gabriel fue el heraldo de proclamar la noticia con un breve discurso diciéndole que ella era la escogida entre todas las mujeres de la tierra para llevar en su vientre al Salvador del mundo. ¡Qué gran honor!
Aunque al principio ella quedó turbada y desconcertada ante tal aviso, el ángel le aseguró que ella había hallado el favor de Dios y que sería la madre del Hijo del Altísimo. A su pregunta: “¿Cómo será eso?”, una breve y humilde contestación: “Hágase conmigo conforme a tu palabra” ¡OBEDIENCIA! Acató la voluntad de Dios para ella.
• Desde el inicio de los tiempos ya había pastores que cuidaban del rebaño. Sabemos que Abel fue pastor de ovejas (Génesis 4:2). Moisés desempeñó este oficio cuidando las ovejas de su suegro Jetro. David fue pastor antes que rey. Salomón habla de los rebaños y de los pastores en sus escritos. Se les llama pastores a los profetas, sacerdotes y reyes del Antiguo Testamento y a los ancianos – obispos del Nuevo Testamento. Los bautistas llaman pastores a los dirigentes espirituales de sus iglesias.
El Evangelio de Lucas cuenta que había pastores que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño (Lucas 2:8-20). Se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los rodeó de resplandor y -por supuesto- tuvieron gran temor.
Ante el anuncio de las Buenas Nuevas, no lo dudaron: OBEDECIERON y fueron a Belén para ser testigos de lo que había sucedido. Sabían que el Señor se les había manifestado y no lo pensaron, ¡no perdieron el tiempo!: “Fueron apresuradamente a buscar a María, a José y a Jesús”. Pasado el primer sobresalto, no vacilaron en ir a ver… y luego volvieron a sus quehaceres alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto.
• Allá en Oriente, unos hombres sabios pasaban muchas horas estudiando las estrellas. Cada noche observaban el cielo. Conocían las que salían en verano y las que no se veían en invierno. Eran buenos observadores, y creían que detrás de ese firmamento espectacular había un Dios poderoso que sustentaba todo. De pronto, se admiraron de ver una nueva estrella, más brillante y más hermosa, que parecía indicarles el camino a Jerusalem.
Los magos, denominación que recibían los eruditos en el Antiguo Oriente, recordaron que había una profecía que indicaba que por ese tiempo nacería un Salvador, un guiador que apacentaría al pueblo de Israel, y quisieron ir a adorarle. El enviado de Dios nacería en la tierra de los judíos. Pensaron que esa era su estrella, el anuncio de su nacimiento. Después de un largo viaje, llegaron donde estaba Jesús y le ofrecieron sus regalos: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, OBEDECIERON y regresaron a su tierra por otro camino. ¡Dios los dirigió a Belén! ¡Dios les dirigió de vuelta a casa!
• Una noche un ángel del Señor se le apareció a José y le dijo: “Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allí hasta que yo te diga. Porque Herodes busca al niño para matarlo” (Mateo 2:13). José debía proteger a Jesús y a María del peligro. Despertando del sueño, salieron los tres hacia Egipto hasta que Herodes murió. Era arriesgado retrasar el viaje, así que José OBEDECIÓ. La Biblia no dice nada más de esta audaz expedición. La niñez de Jesús es equiparable a la de Moisés. Es buscado por el rey Herodes para matarlo. Herodes toma las mismas medidas persecutorias que el faraón. No es casual que huyeran a Egipto, lugar donde nació Moisés, para que se cumpliera la profecía: “De Egipto llamé a mi Hijo” (Mateo 2:15).
Todos nos encontramos con cosas difíciles de obedecer. Imaginaros a José y María, que dejando su casa y su tierra por unos días para ir a Belén a empadronarse, tienen que abandonar todo, ir a Egipto, un país extraño, sin conocidos ni amigos, sin saber por cuánto tiempo… pero OBEDECER a Dios es cumplir su voluntad aunque tengas que cambiar tu situación por completo. La obediencia a Dios es uno de los deberes supremos del hombre porque Él nos ha sacado de la esclavitud del pecado por un gran precio: su muerte en la cruz. Nada podemos hacer ante tal muestra de amor; solamente OBEDECER de corazón en todas las cosas, en todo lugar. La voluntad de Dios siempre es la mejor. La obediencia no es algo natural en nosotros puesto que somos egoístas por naturaleza. No nos gusta tener que someternos a alguien. Cuando obedecemos al Señor, cumplimos sus instrucciones aunque no siempre lo entendamos. La obediencia a Dios trae bendición y felicidad. ¿Escogerás tú hacer lo correcto como Jesús, José y María?
“Glorifican a Dios por la OBEDIENCIA que profesáis al evangelio de Cristo” (2ª Corintios 9:13).
Que podamos decir todos juntos: “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (Éxodo 19:8).
Satanás se dejó seducir por sus propios deseos y creció en desobediencia a Dios.
Adán y Eva desobedecieron un solo mandato hecho por Dios: “del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás” (Génesis 2:17). De haber permanecido en obediencia, no habrían caído.
Aprendamos a OBEDECER. La recompensa por obedecer… ¡el mismo cielo!
¡FELIZ NAVIDAD!…en OBEDIENCIA a Aquel que nació para dar su vida por nosotros, porque “fuimos elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1Pedro 1:2)
Abigail Rodés. Diciembre 2021.