«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9).
La paz es como el agua, un bien escaso. Hoy en día no hay paz. La paz no sólo es ausencia de guerra; hay países que no están en guerra pero no tienen paz. La paz se usa como lo contrario a la guerra. Como dice el predicador: “Hay tiempo de guerra y tiempo de paz” (Eclesiastés 3:8).
La paz denota calma, salud, bienestar, entereza…también armonía, amistad y concordia. ¡Qué lejos quedan las palabras de los ángeles que decían: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz…” (Lucas 2: 14)!
Jesús mismo decía de si mismo: “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: no, sino disensión” (Lucas 12:51). Aunque “la paz sea con vosotros” era el saludo general en oriente, Jesús la convirtió en realidad por medio de su muerte en la cruz, “haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20b).
No es cuestión de que salgan pacificadores como Martin Luther King, la madre Teresa o Nelson Mandela y obtengan el nobel de la paz. Con el conflicto en Ucrania, la paz es un clamor popular unificado. Pocos quieren la guerra.
Todos nosotros estamos llamados a ser agentes de paz. ¿Cuál es nuestro mensaje ante la guerra? ¿Y en el día a día? Tenemos la oportunidad de declarar el verdadero significado de la paz a través de nuestras palabras y acciones, porque Jesús, a quien servimos, es el Gran Pacificador. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27). “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz” (Juan 16:33). Una paz disponible a través de los cristianos quienes debemos extenderla por el mundo. Pero es la humanidad entera que al rechazar a Dios, le ha declarado la guerra al Creador. Los que solamente mantienen la paz, lo hacen para evitar conflictos, mientras que los pacificadores restauran la paz a través de la reconciliación. Son mediadores, intercesores, mitigadores, intermediarios… Como embajadores de la cruz de Cristo, es el momento de ser hacedores de paz en nuestro propio entorno y más allá. La humanidad clama hoy por la paz mundial, pero la única y verdadera paz la encontramos en el Príncipe de Paz. “Y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).
A pesar de que el Evangelio es el único mensaje de paz verdadera, es un mensaje que divide familias, pueblos y naciones. Pero estamos comisionados a divulgarlo. Los verdaderos pacificadores son llamados hijos de Dios (Mateo 5:9). Además es fruto del Espíritu, “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia…” (Gálatas 5:22).
Los valores cristianos reflejan el carácter de Cristo. Uno de ellos es ser pacificador, es aquel que restablece la paz ya sea en discusiones, peleas, celos, guerras o conflictos (intenta que las relaciones sean armónicas entre las personas). Los judíos usaban la palabra «shalom», que expresa algo mucho más amplio; su traducción es paz, feliz, sano, próspero, completo, profundo, integralmente bien… Los pacificadores son los hombres y mujeres productores y fabricantes de «shalom», crean felicidad por donde pasan. Jesucristo era el mayor ejemplo de pacificador. Cuando nosotros estamos produciendo «shalom» estamos haciendo lo que Cristo haría en nuestro lugar. “Vé en paz” Jetro a Moisés (Éxodo 4:18); “Vé en paz” Jesús a la mujer pecadora (Lucas 7:50).
Aspectos que incluyen, significan o explican la función de pacificador:
•Pacífico: Persona quieta, sosegada, amiga de la paz. Es aquel que vive en paz, que escoge la paz entre otras opciones o alternativas. Amante de la paz. Ejemplo bíblico: Isaac en Gerar (Génesis 26:17-33). Dios bendijo su actitud. «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres» (Romanos 12:18).
Para ser pacificadores debemos ser pacíficos. El mayor ejemplo fue Jesús, nunca atacó a nadie por causa suya.
•Pacifismo: Es aquel conjunto de normas, doctrinas, ideas, creencias, etc., para mantener la paz. El pacifista es aquel que las cree y las sigue. Ejemplo bíblico: Salomón, el mayor pacifista de todos los reyes. Siempre asociaba la paz junto con la sabiduría, ya que ésta lleva a la paz y la paz a la prosperidad (1 Reyes 3:5-15). Salomón pudo pedir cualquier cosa o riqueza, pero pidió entendimiento y sabiduría, y esto agradó a Dios y lo bendijo. En paz se construyó el Templo. Hubo paz en sus 40 años de rey sobre Israel, y unidad en todos sus dominios. Creía en la paz, amaba la paz, era un pacifista.
Un pacifista no es necesariamente un pacificador, pero un pacificador sí tiene que ser un pacifista. «Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación» (Romanos 14:19).
•Pacificador: Es aquel que reconcilia a los que están opuestos o discordes. Ejemplo bíblico: Abigail (1 Samuel 25). Aún cuando David tenía razón, Abigail le aconseja perdonar, pelear las batallas de Jehová, no las suyas propias (versículo 28). Abigail se atribuye la falta de su esposo Nabal y previene a David para que no se equivoque. David bendijo a Jehová y el razonamiento de Abigail, que le había impedido derramar sangre inocente, y ella se fue en paz. Abigail puso paz donde había odio.
¿Cómo generar paz en los corazones? “Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz” (Bendición sacerdotal en Números 6:26).
Hay que ser no sólo pacíficos y pacifistas, sino también pacificadores, en todo momento. Debemos conquistar la paz interior, quitar y eliminar los conflictos interiores de nuestra vida, hay que generar paz interior. Debemos reconciliar a las personas con Dios, con ellas mismas y con los demás. Y eso es posible actuando con amor, dependiendo de Dios y confiando en Él. La sabiduría de lo alto es pacífica, no genera amargura, nadie sale herido. Dios tiene un propósito y debemos transformar un mal en un bien. ¿Cómo realizar la función de pacificador? Buscando el bien del otro, transmitiendo los rasgos y el carácter de Cristo, ejerciendo el amor. “Busca la paz y síguela” (Salmo 34:14).
“Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Santiago 3:18).
Los cristianos sabemos que nuestra fe descansa en el poder de Dios. Un Dios, que se nos acerca como padre amoroso, comprensivo y tierno. Un Dios que nos habla a través de su Palabra, con autoridad y amor. Ella, a través del Espíritu Santo, nos ha puesto en el camino del conocimiento de Cristo. Sólo Jesús nos reconcilia con el Padre y con el mundo. Es cierto que el mundo continúa revuelto, pero eso no nos tiene que dejar con la idea de que nada tiene remedio o que nosotros no podemos hacer nada.
Nuestros hermanos en diferentes partes del mundo, ahora en Ucrania, están viviendo un tiempo violento en un terreno lleno de dificultades, pero por gracia, mantienen su fe y testimonio visibles. Los valores del reino están por encima de sus realidades como pueblo, lo cual les deja tan sólo en las manos del Señor.
Acompañémosles en esta lucha contra el mal. Ellos, al igual que nosotros, están convencidos que la paz de Dios puede aún brotar en corazones cegados por el odio, el miedo, el recelo, el fanatismo… Seamos partícipes de la construcción de esa paz en el nombre de Jesús. Para ello es necesaria tu oración y la mía anhelando paz para estos pueblos y protección para los cristianos que viven en medio del conflicto, para que su testimonio sea luz en medio de las tinieblas. La paz que Dios da se disfruta aun en medio de grandes adversidades o en medio de una guerra. La paz requiere oración, convicción, diligencia, perseverancia, amor hacia el prójimo para ser ejemplos vivos de Jesús nuestro Señor y Salvador.
¿Estás dispuesto? ¡Compártelo! ¡Sé agente de paz!
“Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, … para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:79). “Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7)
Abigail Rodés. Marzo 2022.