Un hombre llegó del trabajo a su casa y encontró a sus tres hijos en el patio con pijama, jugando en el barro, con cajas de comida vacías y envoltorios rotos y desperdigados por todas partes. El cubo de la basura tirado y los desperdicios esparcidos.
La puerta del coche de su esposa estaba abierta, al igual que la puerta de la casa y no había señales del perro. Después de entrar, encontró aún un desorden mayor. Lámparas por el suelo, la T.V sonando muy fuerte, juguetes y ropa por toda la sala… En la cocina, los platos cubrían el fregadero, había restos del desayuno por todo el mostrador de la cocina, la nevera estaba abierta, la comida del perro desparramada por el suelo, un vaso de cristal roto debajo de la mesa, y un gran charco de leche. Rápidamente subió las escaleras, pasó por encima de más juguetes y más ropa sucia, en busca de su esposa. Le preocupaba que pudiera estar enferma o algo malo hubiera sucedido. Antes de llegar a su habitación vio que salía agua del baño, al entrar vio que había montones de toallas en el suelo mojadas, y mucha espuma. Más juguetes. Metros y metros de papel higiénico por todo el baño y en el espejo y las paredes dibujos hechos con pasta de dientes.
Cuando corrió a la habitación vio a su esposa acurrucada en la cama, en pijama, leyendo una novela. Ella lo miró, sonrió y le preguntó cómo le había ido el día. Él la miró desconcertado y le preguntó: ¿Qué pasó aquí?
Ella sonrió de nuevo y respondió: ¿Sabes cuando me preguntas qué rayos he estado haciendo en casa todo el día? Sí, fue la respuesta del marido cargado de incredulidad. Pues bueno, hoy no lo hice.
Ya sea que estés en el trabajo o trabajes fuera, si tu esposo no respeta la magnitud de todo lo que haces durante todo el día, causa dolor. Las madres hacen mucho más de lo que cualquier esposo nota. Lo importante es recordar que Dios te ha llamado a esta tarea y debes hacerla bien. Tú trabajas para Él. Dios si lo nota y se siente complacido siempre que lo hagas bien. Dios reconocerá tu labor, siempre que no quede sin hacer.
FRASES PARA LA REFLEXIÓN:
– La preocupación nunca cambia nada; la oración con acción de gracias, sí.
– Contemplar lo poco que comprendemos de Dios disipa las dudas, refuerza la fe y restaura el gozo.
– Leer la Biblia y orar juntos da sabiduría al matrimonio.
– Las conversaciones con nuestro Dios nos revelarán la sabiduría que necesitamos para las situaciones que enfrentamos como esposas.
– Es fundamental entender tu rol dentro del matrimonio diseñado por Dios.
– Una esposa debe ser compañera, amiga, ayudante, y guerrera de oración.
– Cualquier acción que nace de una motivación egoísta es destructiva para la relación matrimonial.
– Una mujer que ayuda a su marido pensando en el bien del matrimonio y no en sí misma, es de gran influencia.
– Cuando leas la Biblia, busca verdades que quieres que se desarrollen en la vida de tu esposo y ora por ellas.
– Pregunta a tu esposo si tiene alguna necesidad por la cual orar, ora, y luego verifica cómo van las cosas. La oración es más eficaz que suplicarle, fastidiarlo, o discutir.
– La oración es la que genera el cambio.
– Para que una comunidad de mujeres experimente lo mejor de Dios, deben estar presentes tres elementos: humildad, transparencia y rendición de cuentas.
– Un matrimonio crecerá si mantiene a Dios en su centro.
– ¡No chismorrees sobre tu esposo! Nunca. ¡Hónralo! Protégelo.
– Si deseas experimentar intimidad dentro de una comunidad de mujeres, debes superar el temor de mostrarte vulnerable.
– Ser auténtica es la clave para desarrollar relaciones profundas con otras mujeres.
– El grado de vulnerabilidad que muestres es el grado de intimidad que lograrás.
– Si estás cansada y agotada y no puedes con todo, será difícil ser paciente, amable con tu esposo, o sentirte feliz.
– Una mujer triste es una mujer derrotada.
– ¿Qué escogió Dios para ti que no estás haciendo?
– Si preparas tu espíritu, mente y cuerpo podrás ser mejor mujer y esposa.
– Si no tienes cuidado de lo que piensas, tus pensamientos pueden meterte en problemas y acciones equivocadas.
– Las palabras de Dios silencian las emociones rebeldes y cambian nuestras acciones.
– Ocultar el pecado, en vez de exponerlo a la luz de Dios y a la seguridad de su amor, impide que se produzca la sanidad que se necesita.
– Si no prestamos atención al pecado, éste crece, se propaga e infecta otra áreas de la vida.
– Dios no nos prospera para elevar nuestro estándar de vida, sino nuestra capacidad de dar.
– Si tú obedeces, Él actúa. Si Dios actúa, tú cambias.
– Mujer, fuiste creada para ser un reflejo único de Dios. Nadie más muestra su imagen como tú. Eres su obra maestra.
– No recurras a la queja o a la pelea con tu esposo. Si quieres encontrar paz en medio de un conflicto, oye la voz de Dios. No hagas de la queja un hábito.
– Aparta de tí el mal genio, la ira, el enojo, los gritos…
– Tu actitud tiene el poder de levantar – o no – el ánimo a la familia. No hagas de tu matrimonio una relación estéril e infructuosa.
– La falta de atención del uno al otro es perjudicial para la relación matrimonial.
– Tema recurrente en tu mente: lo que te atrae de tu esposo.
– Enfócate en las necesidades espirituales, emocionales y físicas de tu esposo. Crea hermosos recuerdos para todos.
– Dudar de tu esposo y de sus capacidades lo destruye como hombre; confiar en él, lo edifica.
– Ayudar a tu esposo a sentirse amado, deseado y seguro no sólo puede ayudarte sino también bendecirte.
– La buena comunicación en el matrimonio comienza con ser directa y amable y saber escoger el momento y lugar adecuados.
– Escuchar y atender a tu esposo es una habilidad digna de alabanza en una esposa. Discierne y entiende qué motiva sus palabras.
– Busca oportunidades para tener un diálogo intencional y practicar tus habilidades para escuchar.
– Piensa en la conducta de tu esposo y en la tuya ¿Es molesta o es pecado?
– Cuando tu esposo te hiera, no le retires tu amor, ni le pagues mal por mal, ni con represalias, ni dediques tu energía a corregirlo o sermonearlo.
– Analiza profundamente tu conducta para que no obstaculice el camino hacia el progreso, el crecimiento y la sanidad de tu matrimonio.
– Busca en la Biblia la verdad de Dios para vuestro matrimonio. Compara tus acciones con los caminos de Dios.
– Según vayas aprendiendo a recibir el amor de Dios en tu vida, derrámalo sobre tu esposo.
– No lleves nunca un registro de los errores de tu esposo. Perdona.
– Haz una lista de sus cualidades y de cosas que hace por tí.
– Una mujer firme usa la sinceridad, el respeto y la paciencia cuando habla con su esposo para beneficio de él.
– Cuidado con vuestras finanzas. La forma en que las administras revela mucho sobre tus prioridades, devoción y apego.
– Aprende a poner en práctica la gratitud. Promueve la paz en vez de pelear.
– Un esposo sexualmente satisfecho mueve montañas a favor de su esposa que lo satisface. Tu falta de deseo puede sumirlo en la depresión.
– Los recuerdos familiares valiosos a menudo se forman alrededor de la mesa. Establece relaciones hermosas. Abre vuestro hogar, que sea un lugar de refugio para personas perdidas y solas.
– Sed hospitalarios.
– Acércate a tu esposo con humildad y respeto. Bendícele.
– Busca la unidad con tu cóyuge. La salud de tu matrimonio tiene gran incidencia sobre la vida de tus hijos.
– Procura no tener una agenda llena de trabajos, actividades y compromisos para poder tener una vida de pareja saludable.
MEDITA EN ESTO:
1. ¿Estoy manteniendo mi vida espiritual saludable y haciendo de ella mi principal prioridad? (Mateo 6:33).
2. ¿He aceptado con gusto mi función dada por Dios de ser una compañera para mi esposo, y no su jefe?
(1 Corintios 11:3).
3. ¿Busco diariamente humillarme a mí misma y servir como lo hizo Jesús, en lugar de tratar de ser servida? (Marcos 10:44–45).
4. ¿He despojado mi corazón de ídolos, tales como ir de compras, coqueteos, acumular cosas, o adicciones? (Éxodo 20:3).
5. ¿Mi tiempo libre indica que valoro a mi esposo, mi familia y a mi Salvador? (Gálatas 5:13).
6. ¿Estoy cuidando el espíritu de mi casa, por lo que permito que entre a través de los medios de comunicación, revistas y música? (Filipenses 4:8).
7. ¿Me mantengo física y emocionalmente agradable a mi esposo? (Proverbios 27:15; 31:30).
8. ¿Mi vestido y aspecto indican que yo respeto mi cuerpo, mi esposo y mi Salvador?(1 Pedro 3:3–5).
9. ¿He quitado de mi vocabulario palabras groseras (palabrotas, conversaciones desagradables, chistes groseros), de modo que mis palabras sean amables? (Colosenses 4:6).
10. ¿Soy una administradora sabia y cuidadosa de las finanzas del hogar? (Proverbios 31:16).
11. ¿Respeto a mi esposo por causa de su posición, o sólo cuando creo que se lo merece? (Efesios 5:33).
12. ¿Cuido bien el hogar de mi esposo y los niños? (Proverbios 31:27–28).
13. ¿Guardo el corazón de mi esposo al no revelar conversaciones privadas públicamente o utilizar sus debilidades en contra de él? (Proverbios 31:11).
14. ¿Continúo desarrollando los dones y las pasiones que Dios me ha confiado? (2 Timoteo 1:6).
15. ¿Voy a confiar en mis propias fuerzas o el poder del Espíritu Santo, para ser una esposa, madre y discípula piadosa? (Gálatas 5:25).
Abigail Rodés. Julio 2019.