“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?… Venimos a adorarle” (Mateo 2:2).
El Nuevo Testamento empieza en su capítulo 2 de Mateo con esta pregunta. Y casi al finalizar dicho libro en Mateo 27:37, sobre la cabeza de Jesús en la cruz, una inscripción: “Este es Jesús, el Rey de los judíos” (vamos a crucificarle). También puedes leer en Marcos 15:26; Lucas 23:38 y Juan 19:19.
Mateo empieza y termina con el mismo título: “Rey de los judíos”. Y en el evangelio de Juan gana solemnidad al estar escrito en tres lenguas: hebreo, griego y latín (Juan 19:20).
Cuando los magos de oriente se presentaron ante el rey Herodes buscando al Rey de los judíos, se sobresaltó y se enojó mucho. Herodes empezó a turbarse con el temor de un rival fuerte. No comprendió la naturaleza espiritual del Reino. Pero los magos, aun cuando encontraron un establo en lugar de un palacio y solo a una madre cuidando del Rey, sin servidumbre ninguna, le ofrecieron sus presentes: oro, incienso y mirra. Fueron grandes mayordomos que suplieron las necesidades de José, María y Jesús, servidores de un gran Rey. Sin embargo Herodes terminó ordenando la matanza de los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores (Mateo 2:16).
Sigue el relato y en el proceso ante Poncio Pilato, éste le pregunta a Jesús: “¿Eres tú el Rey de los judíos?”.
Una pregunta unánime en los 4 evangelios: Mateo 27:11; Marcos 15:2; Lucas 23:3; Juan 18:33.
La respuesta de Jesús igual, la misma en los 4 libros: “Tú lo dices”. Él no renegó de su título.
Los evangelios terminan por manifestar la realeza de Jesús incluso a través de los aspectos que lo denigraban.
a) Después de azotar y desnudar a Jesús, pusieron sobre su cabeza una corona de espinas y una caña en su mano derecha. Los soldados hincaron sus rodillas delante de él y le escarnecían diciendo: “¡Salve, Rey de los judíos!”.
b) Los soldados siguen escupiéndole, golpeándole la cabeza, le quitaron el manto pero pusieron sobre su cabeza su causa escrita: “Este es Jesús, el Rey de los judíos”. Era costumbre poner un letrero que notificara el delito por el cual eran juzgados los malhechores para avergonzarlos públicamente. No así para Jesús, que su título era verdadero. Aun esa acusación, sin quererlo, fue para honra de Jesús. Sin la cruz no hay Cristo ni corona.
c) Los presentes en la crucifixión se mofaron de la realeza de Jesús:
“Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz” (Mateo 27:42)
“Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (Lucas 23:37)
d) Pero uno de los ladrones reconoce en Jesús su carácter y le dice: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42). En su muerte, el ladrón fue contado con los santos.
En el Nuevo Testamento este título “Rey de los judíos” aparece solo en boca de gentiles como Poncio Pilato o los soldados romanos. Mientras que los líderes judíos, escribas, fariseos, preferían llamarle “Rey de Israel” (Mateo 27:41,42; Marcos 15:31,32).
Jesús fue crucificado en medio de dos ladrones. En ellos se muestran los diferentes efectos que la cruz de Cristo obra sobre los hombres. Uno se endureció aún más; otro, por la misericordia de Dios, se arrepintió.
¿Qué efecto produce en ti la cruz de Cristo?¿El Rey de los judíos es también tu Rey y Señor? ¿Vas a adorarle o a crucificarle?
Abigail Rodés. Diciembre 2020.