Como el Salmo 16 y los siguientes cuatro Salmos (57 a 60), el Salmo 56 es uno de los 6 llamados Mictam de David.
El momento cuando los filisteos le prendieron en Gat está registrado en 1 Samuel 21:10-15. David estaba solo, desesperado, y con temor, y, probablemente, no pensaba con claridad.
A. Temor y fe, como respuesta al peligro (versículos 1-4)
“Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre; me oprime combatiéndome cada día. Todo el día mis enemigos me pisotean; porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia. En el día que temo, Yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?”
David se encuentra en una situación ciertamente comprometida. Perseguido por Saúl acaba en el reino de Gat, donde había llegado su fama como guerrero. Ante semejante situación y temiendo por su vida decide hacerse el loco.
Lejos de su tierra, apartado de su gente y familia, David se siente perseguido, blanco de una conspiración contra su vida.
Pero a pesar de la situación, David, que sabía perfectamente quien era Jehová Dios, declara en los versículos 3 y 4 su confianza en el Señor. Y es precisamente por esa confianza en Dios mismo que, en medio de persecuciones, traiciones y huidas, y a pesar de su angustia a causa de ello, exclama: “En Dios he confiado, no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?”
David clamaba a Dios, sabiendo que la ayuda divina le rescataría de cualquier amenaza hecha por el hombre. Apeló a la misericordia de Dios, no descansando en lo que él mismo pudiera o no merecer.
El muchacho que había matado a Goliat, y fue un victorioso capitán del ejército de Israel, no negó la presencia del temor. Había momentos en los que él temía. Pero sabía qué hacer con ese miedo: proclamar audazmente su confianza en Dios a pesar del temor y, en medio de su declaración de confianza en Dios, David llama la atención hacia la alabanza de la palabra de Dios. Su esperanza no era una esperanza ciega o un simple deseo; su esperanza estaba basada en el carácter revelado de Dios y en sus promesas.
B. El peligro continuo (versículos 5-7)
“Todos los días ellos pervierten mi causa; contra mí son todos sus pensamientos para mal. Se reúnen, se esconden, miran atentamente mis pasos, como quienes acechan a mi alma. Pésalos según su iniquidad, oh Dios, Y derriba en tu furor a los pueblos.”
Los ataques contra David no solamente eran violentos, también eran engañosos; incluso torciendo o distorsionando sus palabras e intenciones. Sus múltiples enemigos constantemente maquinaban en contra de él el mal, y le acechaban para matarle por medio de un ataque sorpresa. La presión incesante fue la peor parte de la prueba. Es la primera cosa que David enfatiza: “cada día…todo el día” (56:1,2); y ahora nos lo vuelve a mencionar (56:5).
Sin embargo David apela a la justicia divina, no pide venganza sino que pide a Dios que aplique su justicia. Los impíos no debían triunfar sobre él. Poco importaba que fueran filisteos o los siervos de Saúl; David pide a Dios que los derribe.
C. El compasivo cuidado de Dios hacia David (versículos 8-9)
“Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro? Serán luego vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare; esto sé, que Dios está por mí.”
En este periodo de la vida de David, antes de llegar a la Cueva de Adulam (1 Samuel 22), David estaba completamente solo. Esto le hizo apreciar aún más la misericordia y cuidado de Dios, y halló gran consuelo en el pensamiento de que Dios conocía su miseria.
Precisamente por este convencimiento David exclama: “Esto sé, que Dios está por mí.” Esta era la base de la seguridad de David. Sus huidas y lágrimas no significaban que Dios estaba en contra de él. En lugar de eso, sabía que Dios estaba con él, y que contestaría su oración a su debido tiempo.
D. La seguridad en Dios es declarada de nuevo (versículos 10-11)
“En Dios alabaré su palabra; en Jehová su palabra alabaré. En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?”
David declara dos veces en el versículo 10 (por tercera ocasión en este Salmo) la grandeza de la Palabra de Dios. A causa de esta grandeza es por lo que él sabía que Dios estaba con él. No era solamente un deseo, un sueño, una ilusión o simplemente una esperanza infundada. Su confianza estaba fundamentada en la misma Palabra de Dios.
Por segunda vez en el salmo David repite: “En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?” Ya que Dios estaba con él, David no necesitaba temer lo que el hombre pudiera hacerle.
Vemos aquí un paralelismo con el texto de Romanos 8:31 “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”
E. La alabanza a Dios por su misericordia (versículos 12-13)
“Sobre mí, oh Dios, están tus votos; te tributaré alabanzas. Porque has librado mi alma de la muerte, y mis pies de caída, para que ande delante de Dios en la luz de los que viven.”
David probablemente se refería al sacrificio que ofrecería por la liberación que sabía que Dios le otorgaría. Como no estaba en lugar adecuado el sacrificio no se podía realizar aún; pero en el corazón de David ya se había realizado, así como el rescate anticipado.
Tanta seguridad tiene de la liberación que a menudo en salmos similares sus pensamientos están ocupados en preparar sacrificios de acción de gracias antes del advenimiento de la misericordia, por la cual serían ofrecidos.
De camino a Gat, en Gat, y de regreso de Gat, la vida de David estaba en constante peligro. Dios, y solo Dios, libró su vida de sus enemigos y cuidó sus pies de caída. Con un propósito: “Para que ande delante de Dios en la luz de los que viven”. David sabía que esta era la razón por la cual Dios le salvó la vida. No era para que pudiera hacer lo suyo o para vivir la vida como quisiera. Era sencillamente para que pudiera vivir rectamente delante de Dios.
Ahora bien, ¿cómo podemos hacer nuestro el mensaje de este salmo?
Cuando nos encontramos en situaciones comprometidas, más o menos peligrosas, provocadas por los enemigos de la fe hemos de mantener nuestra confianza en el Señor. El hombre no puede hacernos nada que no sea permitido por Dios mismo y Él es quien nos protege. Recordemos la historia de los tres amigos de Daniel en el capítulo 3 de dicho libro. La respuesta que ellos dan al rey ante su negativa a adorar la estatua de oro es excepcional: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.”
Podemos sentir angustia, ansiedad, no en vano somos frágiles, pero si depositamos nuestra entera confianza en Dios, Él nos ayudará a superar todas las situaciones.
Cuando somos atacados por nuestra fe o incluso a veces por aquellos que dicen compartirla recordemos que es Dios el que finalmente aplicará su justicia: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” Romanos 12:19
Recordemos que en momentos de dificultad Dios no nos deja ni nos abandona. Al contrario tiene muy en cuenta nuestro sufrimiento y por eso derrama su misericordia sobre nosotros. Solo que nosotros debemos confiar plenamente en Él y ser pacientes en las pruebas o situaciones difíciles.
Ferran Cots, octubre 2019.