Este salmo hace referencia al incidente narrado en 1 Samuel 19:11-12, con el intento de asesinato de parte del rey Saúl contra David.
A. Oración pidiendo liberación y defensa vv. 1-2
Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; ponme a salvo de los que se levantan contra mí. Líbrame de los que cometen iniquidad, y sálvame de hombres sanguinarios.
Muchos fueron los peligros que atravesó David y muchos sus enemigos. Nos sentimos perplejos al pensar que aquel hombre que tenía un corazón conforme al corazón de Dios tuviera tantos enemigos. David clama, oh Dios mío, manifestando así que para él solo había un único y verdadero Dios y, por medio de este salmo, David declara su íntima y personal comunión con ese Dios refiriéndose a Él de diferentes maneras: Dios mío (v. 1), mi defensa (v. 9), Dios de misericordia (vv. 10 y 17), mi fortaleza (v. 17).
David pedía ser librado de aquellos que deseaban su destrucción. Sabía que Dios podía hacerlo porque era su defensa (v.9) y su amparo (v. 16). El salmista era el blanco de un plan destinado a asesinarle. Dicho plan había sido dictado desde el nivel más alto del gobierno en Israel. Al conocer David dicha conspiración lo que hizo fue buscar su defensa y rescate en Dios mismo.
B. Describiendo la necesidad vv. 3-5
Porque he aquí están acechando mi vida; se han juntado contra mí poderosos. No por falta mía, ni pecado mío, oh Jehová; sin delito mío corren y se aperciben. Despierta para venir a mi encuentro, y mira. Y tú, Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel, despierta para castigar a todas las naciones; no tengas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad.
Las circunstancias que leemos en el primer libro de Samuel cap. 19:11-12 debieron coger por sorpresa a David. David vio que los poderosos se habían confabulado contra él y por eso buscó la ayuda de Dios.
Entendió y, así lo expresa, que no había razón justificada para que Saúl enviara a unos asesinos en su contra. Por eso pide a Dios su ayuda urgente, que actúe en su favor y vele por él en aquella crisis. La esperanza de que Dios pondría las cosas en su lugar, en la situación que atravesaba, hizo al salmista pensar en Dios solucionando las cosas a escala universal. David miró hacia el Dios de los ejércitos celestiales (Jehová Dios de los ejércitos) quien juzgará a las naciones y a los que se rebelan con maldad.
C. La orgullosa arrogancia de los enemigos de David vv.6-7
Volverán a la tarde, ladrarán como perros, y rodearán la ciudad. He aquí proferirán con su boca; espadas hay en sus labios, porque dicen: ¿Quién oye?
Los hombres enviados a matar a David estaban decididos a hacerlo. No se rendirían con facilidad; ladraban como perros peligrosos, proferían amenazas, yendo por todas partes buscándolo para asesinarlo. Quizá dichas amenazas llegaron a oídos de David. Quizá escuchó sus palabras insensatas e hirientes en contra de él, y su poco cuidado por Dios o cualquier autoridad (De ahí la expresión ¿Quién oye?).
D. La confianza de David en Dios vv. 8-10
Mas tú, Jehová, te reirás de ellos; te burlarás de todas las naciones. A causa del poder del enemigo esperaré en ti, porque Dios es mi defensa. El Dios de mi misericordia irá delante de mí; Dios hará que vea en mis enemigos mi deseo.
El peligro que corría David era grande. Pero entendió que los que querían su mal no eran nada comparados con Dios. Él podía simplemente reírse de ellos y de su arrogante clamor; no les escucharía ni les tendría en cuenta. Y es en esa risa de Dios en contra de los que esperaban para matarle que David establece una conexión con el triunfo de Dios sobre las naciones. La conspiración era poderosa, sí, pero Dios era su defensa, así que estaba a salvo de aquel peligro. Por eso David puede decir con plena convicción que el Señor era el Dios de su misericordia, y que iría delante de él para dirigirlo en los momentos de necesidad.
E. David pide que sus enemigos sean derrotados para llevar gloria a Dios vv. 11-13
No los mates, para que mi pueblo no olvide; dispérsalos con tu poder, y abátelos, oh Jehová, escudo nuestro. Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios, sean ellos presos en su soberbia, y por la maldición y mentira que profieren. Acábalos con furor, acábalos, para que no sean; y sépase que Dios gobierna en Jacob hasta los fines de la tierra.
David quería la derrota de sus enemigos. Pero quería que dicha derrota fuera de forma que resultara mejor para el pueblo de Dios. Si esos enemigos debían permanecer con vida, pero dispersos, la lección permanecería durante más tiempo. David parecía especialmente ofendido por las orgullosas palabras que alcanzó a escuchar de parte de los hombres que esperaban emboscados para matarle. Con maldición y mentiras se jactaban. Justo algunas líneas antes oró a Dios para que no los matara; ahora repite la palabra acábalos dos veces, para enfatizar esta idea. No hay contradicción; simplemente expresaba el deseo que Jehová los sacara de en medio, de la forma que Él creyera conveniente. Lo que sí importaba a David era el honor y la gloria de Dios. Tanto es así que oró para que la manera en que Dios eliminara a estos asesinos sedientos de sangre fuera conocida en todas partes.
F. El peligro que permanece vv. 14-15
Vuelvan, pues, a la tarde, y ladren como perros, y rodeen la ciudad. Anden ellos errantes para hallar qué comer; y si no se sacian, pasen la noche quejándose.
La línea del salmo 59:6 se repite para enfatizar, aunque cambia el tiempo verbal. Imaginamos a David espiando a través de la ventana cuando los asesinos rodeaban su casa, viéndoles como si fueran una manada de perros peligrosos. Mientras les observa se da cuenta de que andan errantes en las calles alrededor de su casa, a la manera en que los perros buscan comida. Ya no los considera un peligro y se refiere a ellos de una forma un tanto despectiva.
G. Alabando a Dios a pesar del peligro vv. 16-17
Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia. Fortaleza mía, a ti cantaré; porque eres, oh Dios, mi refugio, el Dios de mi misericordia.
Los asesinos siguen ahí, pero David canta del poder y la misericordia de Dios. Le esperan para acabar con él, pero estaba confiado en que sobreviviría al peligro, porque Dios era su amparo y refugio
Aunque la conspiración para matarle aun estaba vigente, el corazón de David estaba lleno de cánticos de alabanza en vez de tenebrosos temores. Comenzó el salmo pidiendo a Dios su defensa (v. 1); al final del mismo está confiado en que Dios es su refugio y que podía alabarle por ello.
Ante las circunstancias adversas no debemos intentar tomarnos la justicia por nuestra propia mano. Corremos el riesgo de hacer algo indebido o, simplemente, empeorar la situación. Tal vez nunca, Dios lo quiera, nos encontremos en una situación tan terrible, pero aun en medio de los problemas diarios, grandes o pequeños, nuestra actitud debería ser como la de David. Al final quien juzgará y hará justicia será Dios mismo; Dios que es nuestro amparo y fortaleza también.
Ferran Cots, enero 2020.