Jueces 13-16
Sansón hijo de Manoa, de la tribu de Dan, fue libertador y juez durante 20 años. Su nacimiento fue milagrosamente predicho. Nazareo desde su infancia, y el hombre más fuerte. Fue célebre por sus grandes hazañas, por sus debilidades morales y por su trágico fin. Todas sus proezas se deben a la ayuda divina:
«Y el espíritu de Jehová empezó a manifestarse en él…» (Jueces 13:25).
«Y el espíritu de Jehová vino sobre Sansón…» (Jueces 14:6).
«Y el espíritu de Jehová vino sobre él…» (Jueces 14:19).
«Y el espíritu de Jehová vino sobre él…» (Jueces 15:14).
A diferencia de los jueces anteriores, Sansón no actuó a la cabeza de un ejército para librar a Israel de la opresión de los filisteos. Combatió a sus enemigos con acciones aisladas.
La Biblia cuenta su historia desde su nacimiento hasta su muerte. Cuenta sus relaciones con las mujeres, sus pasiones, su fuerza, pero con un final de prisión, ceguera, humillación y muerte.
Los grandes acontecimientos de su vida giran alrededor de mujeres filisteas. Su pasión dio paso a su actuación contra los filisteos pero también su infidelidad contra su voto le acarreó su propia ruina. Su muerte no puede considerarse un suicidio sino más bien un retorno a su misión, sacrificando su propia vida.
Los padres de Sansón
El padre, Manoa (que significa descanso), era natural de Sora, territorio de la tribu de Dan. Su esposa era estéril y nunca había tenido hijos. A esta mujer se le apareció un ángel de Jehová para decirle que tendría un hijo varón. Debía abstenerse de beber vino y sidra; no podía comer cosa inmunda. Y la esposa se lo contó a Manoa, éste oró a Jehová para que el ángel volviera a presentarse para que les enseñara todo lo que debían hacer. Una buena actitud que debemos tener e imitar al iniciar la carrera de la paternidad.
Y Dios oyó la voz de Manoa. En aquella época del Antiguo Testamento, ser estéril representaba un castigo divino y una deshonra. Manoa no estaba tan preocupado por el embarazo de su esposa como por lo que debían hacer con aquel niño. Y el ángel volvió, pero no se presentó a Manoa —quien había estado orando— sino a su esposa por segunda vez. Así que ella corrió a avisar a Manoa, quien después de asegurarse bien que era el ángel que se había presentado la primera vez, le preguntó: «¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño y qué debemos hacer con él?» (Jueces 13:12). Es increíble que ese padre primerizo tenga tantas ganas de saber lo que Dios tiene planeado para su hijo. Así deberíamos comportarnos como padres y madres, poniendo la educación de nuestros hijos en las manos del Señor y siendo fieles a los consejos bíblicos para darles esa buena herencia: nuestra fe. Como padres debemos adquirir varios compromisos al instruir a nuestros hijos, como por ejemplo:
1. Nuestra consagración y fidelidad al Señor. Debemos evidenciar y ser ejemplo en todo para nuestros hijos.
2. Tenemos el privilegio y la gran responsabilidad de enseñarles los principios bíblicos y vivir según las normas de Dios.
3. Encaminar a nuestros hijos en la dirección correcta para que conozcan a Jesús como Señor y Salvador de sus vidas.
Ser padre/madre va mucho más allá de procrear. La verdadera paternidad es intencional, comprometida, responsable.
«Y Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña a Jehová; y el ángel hizo milagro ante los ojos de Manoa y de su mujer» (Jueces 13:19).
Y nació Sansón, el fuerte, y creció y se casó. Aunque Manoa se opuso al matrimonio de su hijo con una mujer filistea, intentando disuadirle, al final accedió y fue a la boda porque no sabían que esto venía de Jehová.
Dios nunca cesa de cuidar a su pueblo oprimido. A pesar de Sansón, un varón escogido por Dios para ser juez de su pueblo, las pasiones con las mujeres y su vida dieron ocasión a actuar contra los filisteos. Pero la deslealtad contra su voto nazareo es un ejemplo claro de las consecuencias de la desobediencia a Dios. Aunque los pecados de Sansón le llevaron a la desgracia, la gracia y la fe triunfaron al fin y su nombre está en la lista de Hebreos 11. «¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de G, de B, de Sansón, de J, de D, así como de S y de los profetas … que por fe sacaron fuerzas de debilidad y se hicieron fuertes…».
Sansón, un ejemplo trágico de un potencial desperdiciado. Rechazando siempre las advertencias de Dios, pensaba que podría salirse con la suya, continuando pecando, juntándose con mujeres filisteas y haciendo que las cosas fueran de mal a peor. Realmente la fuerza de Sansón no estaba en su cabello sino en su relación con Dios. Sansón no se preocupó de hacer lo correcto y, finalmente, la Biblia nos dice que Jehová se apartó de él (Jueces 16:20).
A través de sus ojos, lo que quería, lo conseguía:
«Yo he visto en Timnat una mujer…» (Jueces 14:2).
«Y vio allí una mujer ramera, y se llegó a ella» (Jueces 16:1).
Sansón había sido atraído hacia relaciones impías a través de sus ojos y ahora, en manos del enemigo, le sacaron los ojos y le ataron con cadenas. Su ceguera espiritual se hizo evidente en la ceguera externa, física.
Escarnecido, siendo pasto de todas las burlas de los filisteos, oró a Dios y Dios contestó su última oración:
«Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios… ¡Muera yo con los filisteos!».
«Y descendieron sus hermanos y toda la casa de su padre, y le tomaron, y le llevaron, y le sepultaron en el sepulcro de su padre Manoa».
«Veo el caso de Sansón como una gran maravilla, puesta en la Escritura para el ánimo de grandes pecadores» (Spurgeon).
Dios bendiga su Palabra.
Abigail Rodés. Enero 2025.