Uno de los rasgos comunes en las salutaciones y despedidas de las cartas de Pablo es la mención de la gracia. En prácticamente todas ellas se menciona la gracia de Dios o la gracia del Señor Jesucristo.
¿Es importante la gracia? Pablo así lo entendía, puesto que en sus epístolas la mencionaba en la introducción y en la despedida de forma asidua. Tenía muy claro que había sido rescatado por medio de la gracia divina. También se cita repetidamente en otros libros de la Biblia; solamente en el Nuevo Testamento aparece mencionada más de 130 veces.
Pero, ¿qué es la gracia? La gracia es un don o favor que se hace sin merecimiento particular; es una concesión gratuita, es decir sin que nosotros tengamos que dar nada a cambio para obtenerla.
Veamos algunos ejemplos (hay muchos más):
• La gracia es un don (regalo) de Dios: “Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe; y esto no procede de vosotros, sino que es don de Dios” (Efesios 2:8).
• María halló gracia a los ojos de Dios, y ello le sirvió para ser la madre de Jesús, quien iba a traer la gracia salvadora al mundo: “—María, no tengas miedo, porque Dios te ha concedido su gracia” (Lucas 1:30).
• La gracia de Dios Padre estaba sobre Jesús en su niñez: “El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría, y la gracia de Dios estaba sobre él” (Lucas 2:40).
• El Señor Jesús fue el vehículo para que la gracia de Dios viniera al mundo: “… la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17b).
• La gracia benefactora de Dios estaba sobre sus discípulos: “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y gracia abundante se derramaba sobre todos ellos” (Hechos 4:33), “Esteban, lleno de gracia y poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo” (Hechos 6:8).
• Actuaba sobre las personas cuando oían la predicación del evangelio: “Cuando Bernabé llegó [a Antioquía] y vio el resultado de la gracia de Dios, se llenó de alegría y animaba a todos a permanecer fieles al Señor, con todo el fervor de su corazón” (Hechos 11:23).
• La gracia es la que salva tanto a judíos como a gentiles: “Lo que creemos es que, por la gracia del Señor Jesús seremos salvos lo mismo que ellos” (Hechos 15:11, Concilio de Jerusalén).
• Es la base del evangelio: “… no considero mi vida de mucho valor, con tal de que pueda terminar con gozo mi carrera y el ministerio que el Señor Jesús me encomendó, de hablar del evangelio y de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).
• La gracia es la que justifica mediante la redención en Cristo Jesús: “Pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24), “… para que, justificados por su gracia, tengamos la esperanza de ser herederos de la vida eterna” (Tito 3:7).
• Por fe se tiene entrada a la gracia divina: “… los herederos lo son por la fe, para que sea por gracia…” (Romanos 4:16); “Por él [Jesucristo] también tenemos entrada por la 2 fe a esta gracia en la cual estamos firmes…” (Romanos 5:2).
• La gracia es la que nos hace trabajar para el Señor: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no ha sido en vano, pues he trabajado más que todos ellos; aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo” (1 Corintios 15:10).
• No debe ser recibida en vano: “Por eso, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos a que no recibáis la gracia de Dios en vano” (2 Corintios 6:1).
• La gracia de nuestro Señor Jesucristo enriquece: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre aunque era rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos” (2 Corintios 8:9).
• La gracia de Dios es suficiente: “Pero él [el Señor] me ha dicho: «Te basta mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad»” (2 Corintios 12:9).
• Es la que justifica y salva: “… aun cuando estábamos nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo —es por gracia que sois salvos—… Porque por gracia sois salvos…” (Efesios 2:5 y 8).
• La gracia no puede ser nunca un pretexto para vivir desordenadamente y en pecado: “Entonces, ¿qué diremos? ¿Seguiremos pecando para que la gracia crezca?” (Romanos 6:1).
Hay muchas más menciones y rasgos característicos de la gracia de Dios, pero esta gracia divina se manifestó de forma definitiva en la persona de Cristo. El Hijo eterno de Dios no dudó en venir a este mundo para traernos esa gracia justificadora, a través de su sacrificio en la cruz. Lo único que debemos hacer es aceptarla, obrar en consecuencia y ser conscientes de que lo que somos y tenemos es por la gracia y la misericordia de Dios.
Por esa gracia hemos sido hechos hijos de Dios, una nación de reyes y sacerdotes, privilegio enorme que nos exige una responsabilidad también enorme. Solamente por la gracia divina, a pesar de nuestros fallos, flaquezas y pecados, podemos estar seguros de nuestra salvación. Por gracia hemos sido salvos y por gracia la salvación es permanente, actuando día a día, borrando nuestros pecados pasados, presentes y futuros.
Y, ¿hay mayor manifestación de la gracia divina que el hecho del nacimiento terrenal de Cristo? El Hijo de Dios hecho hombre nació en un pesebre para traernos esa gracia que tanto necesitábamos. Fue semejante a nosotros en todo (“… se despojó a sí mismo, y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los seres humanos…” (Filipenses 2:7) —excepto en que Él nunca pecó— y murió en una cruz por todos y cada uno de nosotros.
De cada uno en particular depende la decisión a tomar. Si alguien no quiere recibir la gracia divina, Dios no le fuerza a ello, pero eso le llevará a un final catastrófico. Solo hay dos opciones: decir sí a Cristo o darle la espalda, con todas sus consecuencias.
Cristo dijo: “El que no está conmigo, está contra mí…” (Mateo 12:30a). ¿Estamos con Él o contra Él? Esa es la decisión que cada uno debe tomar.
Ferran Cots, marzo 2023.