Es invierno. Los días son más cortos, las noches más largas, las temperaturas más bajas. Llueve, hace viento y hay menos sol. Es la estación más fría del año, temporada de lluvias y nieve. Quizás nuestro ánimo se convierte en tristeza, desesperanza o cansancio. Como diría Job: “meses de calamidad”; “¿cuándo me levantaré?”; “la noche es larga y estoy lleno de inquietudes hasta el alba”; “mis días fenecieron sin esperanza”…
Pero el Señor cura nuestros corazones destrozados y venda nuestras llagas. “Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas” (Salmo 147:3).
Quiero que hoy nos fijemos en Jesús, en su día a día. En un solo día estuvo en 4 lugares diferentes con 4 actividades distintas:
- La sinagoga
- La casa de Simón Pedro
- La puerta de la casa
- Un lugar desierto
Lectura: Evangelio de Marcos 1:21-35
1. En la sinagoga, enseñaba. Jesús empezó a predicar en Capernaum, adoctrinaba, instruía a todos y de repente un hombre con un espíritu inmundo empezó a dar voces. Jesús le reprendió y le sanó. El relato de Jesús se vio interrumpido bruscamente por la presencia de un hombre endemoniado que posiblemente quería estorbar la exposición de Jesús. Pero nada ni nadie puede truncar su obra. Cristo, por su gracia, libra nuestras almas de las manos de Satanás. Dondequiera que Jesús iba, llegaba para hacer el bien.
2. Al salir de la sinagoga, llega a casa de Simón y Andrés y encuentra acostada con fiebre a la suegra de Simón. Jesús se le acerca, toma su mano, y la levanta de la cama completamente curada. Todos aquellos que están enfermos pueden esperar la gracia de Dios en sus vidas. La presencia del Salvador es constante y calma nuestros dolores. Dice la Palabra: “Y ella les servía”.
Dios nos cura para que podamos ministrarle a Él, a nuestros semejantes, a nuestros hermanos en la fe, por amor a Él. Cuando estamos sanos debemos preocuparnos por aquellos que no lo están. En el pasaje de la curación de la suegra de Pedro vemos la misericordia de Dios a favor de su pueblo. Así que: “Alaba a Jehová, porque Él es bueno; porque para siempre es su misericordia” (Salmo 118:1). “Pueblos todos alabadle porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia” (Salmo 117).
El ministerio terrenal de Jesús era muy amplio.
Ese sábado, la suegra de Pedro no pudo ir a la sinagoga porque estaba enferma. Al finalizar casi el día de reposo no solo ella fue sanada, sino muchos otros que trajeron a Jesús. No importa lo grave o leve que sea la enfermedad, nada es imposible para Dios. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Como dice Isaías “toda cabeza está enferma y todo corazón doliente”.
La misericordia de Dios también llega a la enfermedad de muerte, al pecado. Dios tiene aún misericordia de aquel que pide perdón por su pecado. La misericordia de Dios es real y personal. No rechaza a los que le buscan.
3. Tenemos a Jesús a la puerta de la casa sanando a endemoniados y a otros muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades. Siempre pendiente de los desfavorecidos, del prójimo desafortunado y desvalido. Esto es lo que Dios es y lo que Dios hace.
4. Y finalmente, siendo aún muy oscuro, se fue a un lugar desierto a orar. En nuestra vida no puede faltar ese encuentro a solas en oración con Dios. La oración es comunión con Dios, es la unión íntima con nuestro Creador, Salvador y Señor. Al observar la vida de Jesús, vemos que Él siempre oraba al Padre, era su práctica habitual. Se apartaba de la gente y buscaba un lugar tranquilo para orar. Alentaba a los suyos a orar, enseñó a sus discípulos cómo orar… La oración cambia situaciones, circunstancias, nos cambia a nosotros. Génesis 32 nos cuenta cómo Jacob oró a Jehová y su vida cambió. ¡La oración es la clave!
Dios trabaja a través de la oración. Dios contesta la oración. La oración nos libra de la tentación. Muchos han caído y han sido derrotados por descuidar la oración.
Jesús, nuestro ejemplo a seguir. Dedicó su tiempo al culto en el templo, centrado en la lectura y exposición de la ley. Los que acudían a la sinagoga principalmente era para adorar a Dios y escuchar su Palabra. Jesús enseñaba las Escrituras de tal modo que sorprendía a todos los asistentes (Marcos 1:22) y quedaban admirados de su doctrina. Él sacaba el verdadero sentido espiritual de los rollos.
Muchos habréis leído los Salmos de David cuando estaba angustiado y afligido, nadie podía ayudarle; por eso clamaba al único que lo podía socorrer, a Aquel que tiene “abundancia de misericordia” y con el que puedes experimentar la Salvación. “Porque Jehová oye a los menesterosos, y no menosprecia a sus prisioneros” (Salmo 69:33).
Me impresiona las vidas tocadas por Jesús:
a) transformadas para servir (como la suegra de Pedro)
b) transformadas para publicar las maravillas de Dios
c) transformadas para temer a Dios (Isaías 8:13 “A Jehová de los ejércitos, a Él santificad; sea Él vuestro temor”…).
Hoy todavía es día de consuelo y esperanza. Dios sigue transformando vidas por su gran misericordia. Sigue manifestando su compasión y bondad sobre su pueblo (lee el Salmo 46).
Para resumir. Un día cualquiera de Jesús, podría ser el nuestro. Una forma de vida equilibrada, sabia, plena y bendecida.
1. Aprender de las Escrituras
2. Reunirnos con familiares y amigos
3. Llevar a otros a Jesús.
4. Orar.
Empezamos con Job y terminamos con él. “Y quitó Jehová la aflicción de Job cuando él hubo orado… Y murió Job viejo y lleno de días”.
Abigail Rodés. Febrero 2021.