Poner la mesa a la hora del desayuno, almuerzo o cena es imprescindible. Poner una buena mesa es todo un arte. Hay gente que se ha hecho experta en ello, hay talleres, cursos, libros, concursos…
Hay quien lo hace por gusto, para la familia y amistades, otros para sorprender en las redes. Pero siempre se aprecia una mesa bien puesta, cuidando los manteles, la vajilla, cristalería, flores, velas, servilletas, sitios de mesa, adornos, etc. Puedes inspirarte en muchas imágenes de internet y revistas o puedes dejar volar tu imaginación. Realmente puedes conquistar a tus invitados más exigentes decorando tu mesa con buen gusto. La habilidad de vestir la mesa depende de si te apasiona o no. Si quieres contar una historia o evocar algo, se trata de realzar la comida, crear sensaciones y recuerdos en los cumpleaños infantiles, aniversarios de boda, en Pascua, otoño o Navidad. Es esforzarte por decir a los tuyos que te importan y quieres que estén a gusto. Es disfrutar disponiendo los platos y los cubiertos, los vasos o las copas ya sean de bajo coste o de la abuela. Puedes seguir tendencias o ser tu misma. Si pones una buena mesa, los comensales verán que son bienvenidos. Ya sea en el exterior o en el interior, poner la mesa formal o informal, requiere ciertas normas pero sobretodo hay que divertirse y gozar de una buena mesa. Se trata de hacerlo con amor y cariño. No vestimos la mesa igual en verano que en Navidad.
Y hablando de Navidad…
¡Feliz Navidad! Bon Nadal! Buon Natale! Joyeux Noël! God Jul! Merry Christmas!
El anfitrión en la mesa de Navidad es Jesús. La Biblia no dice implícitamente que tengamos que celebrar la Navidad ni es un mandato divino. Repasando la historia, tampoco los primeros cristianos celebraban el cumpleaños de Jesús por considerarlo una práctica pagana. No podemos desvirtuar estas fechas en un jolgorio navideño, entregándonos a comidas pantagruélicas ni festejar el año nuevo para «protegernos» de los malos espíritus.
Navidad no son solo adornos, regalos, luces, árboles con bolas de colores, o el pesebre. Navidad es Jesús nuestro Salvador.
Jesús no solamente fue un niño cuyos padres fueron José y María, ni un predicador judío que vivió a principios del siglo primero, circuncidado a los 8 días de nacer, bautizado de mayor por su primo Juan el Bautista, profesor itinerante al cual llamaban Maestro, que enseñaba con parábolas, que tuvo con él a 12 discípulos, arrestado en Jerusalem y juzgado por las autoridades judías, entregado al gobierno romano y crucificado en el Gólgota por orden de Poncio Pilato junto a otros dos ladrones.
Jesús es el Cristo, el Mesías, Señor, Hijo del Hombre, Dios.
Jesús es real en mi vida, el único capaz de salvarme de mis pecados, que vino a la tierra a traer la redención asumiendo el papel de Cordero, de propiciador. Gracias a su obediencia al Padre, es supremo sacerdote, cabeza de la Iglesia y Señor de todo lo creado, dueño de mi vida. Y me ha prometido un gran banquete en el cielo a su lado: las bodas del Cordero. Por haber puesto mi fe en Cristo como Salvador y Señor, el Cordero (Jesucristo) y su novia (la Iglesia, donde me incluyo) celebraremos juntos esta cena. Y ¿sabes qué? No me importa el color del mantel, ni qué cristalería habrá, si la cubertería será de plata. ¡Será un gran y feliz acontecimiento! Muy alegre, con muchos invitados, con música y vino. ¡Una fiesta eterna al lado de Jesús! ¿No es genial?
¿Quienes estarán en esa cena? Los limpios y justos (Apocalipsis 19:7-9). Los redimidos y marcados con la sangre del Cordero estaremos en su presencia con plenitud de gozo y gran victoria.
¿Habrá una buena mesa en el cielo con flores y velas? Quizás… no sé. Sí sé que estará mi Dios en ella y no me harán falta. Pero antes disfrutaré -y mucho- de esta Navidad 2024. ¿Y tú?
¡FELICES FIESTAS!
Abigail Rodés. Diciembre 2024.