Dracma: Moneda griega de plata, salario diario de un trabajador. Tetradracma: 4 veces el salario. Palabras dichas a los fariseos y escribas, pero a oídos de una multitud de publicanos y pecadores (Lucas 15:1-2).
1. Alegría al encontrar lo perdido
En este texto, una mujer busca con empeño una moneda perdida. Como ella era pobre, era importante averiguar dónde estaba: encendió la lámpara, barrió toda la casa y buscó con diligencia. Al encontrar la moneda, su alegría fue tal que reunió a sus amigas y vecinas: «¡Gozaos conmigo!». Aunque le quedaban otras 9 monedas más, esa perdida, era muy valiosa para ella. La parábola nos enseña que una mujer u hombre perdidos, alejados del Señor, son importantes para Dios. Nuestro Padre celestial hace todo lo posible para hallar a aquellas personas que se han distanciado o extraviado. Esa búsqueda nunca termina hasta ser hallado ese individuo.
2. Buscar a Dios
La parábola nos enseña que hemos de buscar a Dios ¿Estamos dispuestos a ser encontrados por Dios? Debemos arrepentirnos de nuestros pecados y seguir a Dios, porque esto traerá alegría a su corazón.
3. Invitación a compartir la alegría
Después de encontrar la moneda, la mujer corrió a contar la buena noticia. No llamó antes a sus vecinas y amigas para que la ayudaran a buscar… era algo que debía hacer ella sola. Se ocupó con cuidado, solícita, de forma eficaz, la Biblia nos dice con diligencia.
Si has buscado y hallado a Dios, comparte también con alegría las Buenas Nuevas de salvación con tu familia, amigos, compañeros… Debemos contar lo que tenemos, compartir ese gozo. Decidles que el Señor también los ama y los está buscando.
1. Moneda perdida. 2. Moneda buscada. 3. Moneda hallada
Una mujer: la Iglesia; una moneda perdida: el pecador; una lámpara: el Espíritu Santo; una escoba: para barrer todo lo que estorba como el polvo de nuestros pies. La moneda en sí no es consciente de que está perdida (tampoco el pecador) pero no está olvidada. Esto es lo que Dios nos pide como pueblo suyo: evangelizar al mundo perdido, buscar a las almas perdidas. Dios está interesado en encontrar a más personas porque «Jesús —el Hijo del Hombre— vino a buscar y salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10).
Porque una moneda, aunque esté perdida, no pierde su valor. Así es con todo pecador. Somos valiosos para el Padre y por eso envió a su Hijo para salvarnos. Quien busca la moneda es la propia dueña, no encargó la búsqueda a otra persona. Se convirtió en su asunto prioritario. Así es con el Espíritu Santo «quien convence al mundo de pecado, justicia y de juicio» (Juan 16:8-11). Para la mujer era indispensable contar con la ayuda de la lámpara. La Iglesia por si sola no puede ganar almas para Cristo, depende del poder del Espíritu Santo.
¿Qué hubiera pasado si la mujer no hubiera seguido buscando la moneda? ¿Qué hubiera pasado si la mujer no se hubiera esforzado? ¿O desanimado?
No nos desalentemos o desfallezcamos en la búsqueda de los perdidos.
¡Perseveremos en la tarea de ganar almas para Cristo! ¡Hay gozo y alegría en nuestros corazones… y en el cielo! El mundo está lleno de «monedas perdidas». ¡Vayamos a buscarlas! Buscamos a Dios porque Él nos invita a hacerlo. Conocerle es un privilegio. Lo buscamos y conocemos a través de la oración, la lectura de la Biblia, la adoración, la fe y la comunión. La mayor recompensa es nuestra relación íntima y personal con Dios mismo.
«Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33). «Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan» (Proverbios 8:17).
Buscar a Dios es encontrar amor, sabiduría, riquezas duraderas y eternas, justicia, paz, gozo.
Abigail Rodés. Octubre 2025.
