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Església les Corts

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Palabras deshonestas

Escrito por Ferran Cots

«Pero vosotros debéis comportaros como corresponde a los creyentes; por eso, ni siquiera habléis de inmoralidad sexual ni de ninguna clase de impureza o de avaricia. Tampoco digáis obscenidades, ni tonterías, ni palabras groseras, porque estas cosas no convienen; más bien, dad gracias a Dios» (Efesios 5:3-4-RV2020)

En la sociedad actual está de moda hablar utilizando lo que comúnmente llamamos «tacos», de forma que incluso algunos utilizan esas palabras de forma cariñosa, aunque en realidad son un insulto a la persona que las recibe.

No podemos olvidar que esta costumbre, aunque muy arraigada hoy en día, también viene de antiguo. Cuando el apóstol Pablo se dirige a los efesios ya les está advirtiendo sobre esta práctica, lo cual nos hace pensar que también era habitual en el mundo del siglo I.

No podemos evitar que la gente se exprese como se expresa, si no han sido regenerados por la conversión, pero sí podemos, y debemos, tener mucho cuidado con nuestra forma de hablar como cristianos. Pablo advierte a los creyentes de Éfeso que hablar sobre algunas cosas no conviene, ya que en cierta manera estamos ayudando a divulgar un estilo de expresión totalmente alejado de lo que Dios nos pide. La inmoralidad, del nivel que sea no es un motivo de conversación saludable para nadie, y mucho menos para los creyentes en Cristo.

Pero el peligro está en adoptar ese lenguaje moderno que disfraza las palabras para que parezca que somos más liberales y modernos. Pablo nos advierte, a través de su escrito a los efesios de tres tipos de expresiones a evitar:

1. Obscenidades. Esto está muy a la orden del día. Tener una conversación llena de obscenidades parece que hace al que la practica más liberal y desinhibido. Entre los incrédulos es difícil encontrar a alguien que no incluya alguna obscenidad en su conversación. Eso parece «ser moderno». Lo triste es que algunos cristianos también caen en esto, para parecer más contemporáneos y en consonancia con la sociedad actual.

2. Tonterías. Nunca pensaríamos que decir tonterías (necedades, estupideces) pudiera ser algo grave ante los ojos de Dios. Pero es así. El creyente debe ser alguien maduro espiritualmente, si es así nunca dirá una tontería. Y si en alguna ocasión comete ese error, lo reconocerá, pedirá perdón y rectificará a tiempo. Sin embargo conocemos a muchos creyentes que no paran de decir tonterías (y no nos referimos a las ocurrencias graciosas que a veces decimos) y no se dan cuenta. Eso puede ser un síntoma de una madurez espiritual muy pobre. La pregunta es, ¿a qué llamamos tontería? Generalmente pensamos en cosas de la vida común, opiniones descabelladas, fruto de una falta de cultura o de criterio y de la necedad. Pero también se refiere a emitir opiniones sobre temas espirituales, que se encuentran en la Biblia, que no tienen nada que ver con la realidad de la Revelación divina. El mismo Pablo, escribiendo a Timoteo le advierte sobre este tipo de personajes que «se han perdido en palabrería sin sentido. Pretenden ser doctores de la ley, cuando en realidad no entienden ni lo que dicen ni lo que afirman» (1 Timoteo 1:6b-7). Ojo con este tipo de personas que pueden pervertir el significado de la Palabra de Dios según su pobre, limitado y necio criterio.

3. Palabras groseras. La Real Academia define como groseras las cosas de mal gusto. Aquí entra en juego algo tan difícil de definir como lo que es de buen gusto o de mal gusto, porque cada persona tiene criterios diferentes. Tal vez algunos de los sinónimos del término grosero nos puedan ayudar a entender a qué se refiere el apóstol. Grosero es algo maleducado, desconsiderado, descortés, impertinente, descarado, insolente, irreverente, barriobajero… y algunos sinónimos más. A nadie con un mínimo de educación y consideración le parecerá que todas las palabras anteriores no sean ofensivas. Y de lo que se trata es de no utilizar palabras groseras por dos motivos básicos. El primero tiene que ver con el testimonio como cristianos (este principio es válido también para las obscenidades y las tonterías). En el texto del encabezamiento se nos dice que «estas cosas no convienen». El segundo tiene que ver con el respeto hacia los demás porque «están hechos a la semejanza de Dios» (Santiago 3:9b).

Un pasaje muy descriptivo sobre el mal uso del lenguaje lo encontramos en la carta de Santiago, que dice: «nadie ha podido domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre y con ella maldecimos a los seres humanos, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así» (Santiago 3:8-10). Santiago se refiere a cómo hablamos y qué hablamos. Ofender a alguien con palabras groseras (o con críticas, mentiras…) es totalmente contrario a la voluntad divina. No podemos decir que somos cristianos y maldecir (hablar mal) de nuestros semejantes, para luego alabar a Dios como si nada hubiera pasado. Hemos de estar atentos a nuestra forma de hablar. No se trata de expresarnos de forma ininteligible para los demás, se trata sencillamente de utilizar las palabras que nuestro idioma tiene para expresar ideas y conceptos, sin necesidad de recurrir a obscenidades, ni tonterías, ni palabras groseras. Siempre hablando lo que es verdad y reconociendo que sólo con la ayuda de Dios podremos evitar caer en semejante pecado.

Ferran Cots, mayo 2025.

Publicado en: Reflexiones

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