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Trigo y cizaña (Mateo 13:24-30)

Escrito por Ferran Cots

En esta parábola Jesús narra la historia de un hombre que plantó un campo de trigo, pero que un enemigo plantó también cizaña, con el sólo objetivo de perjudicarle y arruinar su cosecha. Esto era muy grave ya que la cizaña es en realidad una mala hierba parasitaria de los cultivos de cereales.

La cizaña es una planta anual que crece en sembrados, especialmente de trigo, propagándose por semillas que germinan con facilidad en suelos cultivados con cereales. Alcanza más de un metro de altura y se considera una maleza por su similitud con el trigo y la toxicidad de sus granos. Históricamente se arrojaban semillas de cizaña en campos de trigo para perjudicar a los agricultores.

Así como el trigo es un alimento básico, que sirve para la nutrición de las personas, la cizaña es solamente una mala hierba, que daña las plantaciones de trigo, y no sólo no aporta ninguna ventaja nutritiva, sino que puede ser tóxica a causa de un hongo parasitario que puede provocar alucinaciones y convulsiones, tanto en las personas como en los animales. Sin embargo este hongo no es corriente que ataque a los cultivos de trigo.

Vemos así que cuando hablamos de trigo y cizaña estamos hablando de dos cosas totalmente opuestas, por un lado el trigo es bueno, por el otro la cizaña es perjudicial. En la sociedad agrícola del tiempo de Cristo, los agricultores (como ahora) dependían de sus cultivos. Un enemigo que sembrara malas hierbas habría saboteado su medio de vida. Sin herbicidas modernos, ¿qué haría un agricultor sabio frente a tal dilema? En lugar de arrancar el trigo con la cizaña, el dueño de la tierra en esta parábola esperó sabiamente hasta la cosecha. Después de cosechar todo el campo, podría separar la cizaña y quemarla. El trigo se guardaría en el granero.

Cuando el Señor expone la parábola de la cizaña nos está enseñando una gran verdad espiritual. Esta es una de las pocas parábolas de las ha quedado registrada la explicación que el mismo Señor dio en Mateo 13:36-43. El trigo son aquellos que siguen al Señor, son la parte buena de la historia. Pero no por méritos propios, sino por la obra redentora de Cristo, quien es el que siembra la semilla. Por otro lado aparece el enemigo, que entre el trigo planta semillas de cizaña, para crear confusión y desánimo. La cizaña representa a los hijos de perdición, a los que no creen en Cristo y se entregan a todo tipo de pecados, sin querer recibir el perdón de parte de Cristo. Sabemos que vivimos en un mundo no sólo injusto, sino también duro y cruel. Estamos en una sociedad en la que se entremezclan actos de bondad y de maldad, en la que hay bien y mal (desde la caída del hombre siempre ha sido así, no es nada nuevo). Pero lamentablemente esto también es aplicable al ámbito de la iglesia. Vemos creyentes fieles, que siguen con fe a su Señor, y vemos otros que nos hacen dudar de su verdadera fe. A veces quisiéramos actuar de forma contundente y expulsarlos de la iglesia pero, ¿sabemos realmente cuales son sus pensamientos e intenciones? Verdaderamente no, sólo Dios lo sabe. Por eso la parábola explica la sabiduría del Señor al esperar a que el cultivo madure, porque sólo así se distingue fácilmente y sin error el trigo de la cizaña.

En la explicación de la parábola, Cristo declara que Él mismo es el sembrador. Esparce su semilla redimida, los verdaderos creyentes, en el campo del mundo. Cuando el reino de los cielos llegue a su plenitud, el cielo será una realidad y no habrá cizaña entre el trigo. Pero por ahora, tanto las semillas buenas como las malas maduran en el mundo. El enemigo en la parábola es Satanás. En oposición a Jesucristo, el diablo intenta destruir la obra de Cristo colocando falsos creyentes y maestros en el mundo que desvían a muchos. El mundo está lleno de cristianos profesantes cuyas acciones impías deshonran el nombre de Cristo. Pero no debemos perseguir a estas personas para destruirlas. Separar a los verdaderos creyentes de los falsos, es una tarea que sólo Dios puede hacer. En lugar de requerir que estos falsos creyentes sean erradicados del mundo, Cristo permite que permanezcan hasta su regreso. En ese momento, los ángeles separarán a los verdaderos de los falsos creyentes.

Además, no debemos asumir la responsabilidad de arrancar a los incrédulos porque la diferencia entre los verdaderos y los falsos creyentes no siempre es obvia. La cizaña, especialmente en las primeras etapas de crecimiento, se parece al trigo. Del mismo modo, un falso creyente puede parecerse a un verdadero creyente. En Mateo 7:22, Jesús advirtió que muchos profesan la fe, pero no le conocen. Por lo tanto, cada persona debe examinar su propia relación con Cristo (2 Corintios 13:5).

Jesucristo establecerá algún día la verdadera justicia. Después de que lleve a la verdadera iglesia fuera de este mundo en su segunda venida, Dios derramará su justa ira sobre el mundo. Durante esa tribulación, llevará a otros a la fe salvadora en Jesucristo. Al final de la tribulación, todos los incrédulos serán juzgados por su pecado e incredulidad; entonces, serán expulsados de la presencia de Dios, pero los verdaderos seguidores de Cristo reinarán con Él.

¿Cuál es tu situación? Si aún no has sido salvo por la obra de Cristo, no menosprecies el regalo de la salvación que él te ofrece. Sólo mediante su obra redentora podrás librarte de la condenación y la muerte eternas. ¿Quieres ser trigo o cizaña? La decisión final es tuya.

Ferran Cots, noviembre 2025.

Publicado en: Reflexiones

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