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Reflexiones

Los últimos tiempos

octubre 6, 2025 by Ferran Cots

En estos tiempos que nos ha tocado vivir estamos oyendo de forma insistente que el mundo va de mal en peor, que la gente no busca a Dios, que cada uno quiere vivir a su manera, que no toleran que nadie les eche en cara su conducta… Y como consecuencia están apareciendo ideas un tanto peregrinas en el sentido de que ahora son los últimos tiempos y el Señor vendrá pronto a poner fin a este estado de cosas. Incluso se prodigan predicaciones alarmistas y, valga la expresión, apocalípticas que en vez de serenar los ánimos parece que no tengan otro propósito que el de crear un estado de miedo generalizado. Es cierto que este mundo se acabará, y lo hará de una forma terrible para aquellos que no han creído en el Señor Jesucristo, pero no tenemos derecho a presentar este hecho como algo horrible que nos pueda afectar a los cristianos.

Actualmente el cristianismo está realmente desprestigiado, no sólo porque le dice a la gente lo que esta no quiere oír —la verdad— sino también a causa de nuestro pobre testimonio. Y aún así sufrimos cuando vemos toda la maldad y las injusticias que nos rodean, y las críticas o las burlas de los demás a causa de nuestra cosmovisión bíblica del mundo. En nuestro país somos tratados de intolerantes y se nos ningunea o se nos relega y se nos critica por no ser tolerantes, o políticamente correctos.

En los primeros años del cristianismo sucedía exactamente lo mismo, pero en aquella época a los cristianos se les enviaba a la muerte directamente, a causa de su fe y su testimonio. Tal vez a causa de esto algunos, interpretando a su manera el mensaje bíblico, creían que todo se acabaría en su tiempo, con las consecuencias negativas que aquello trajo y que motivó que Pablo hiciera mención de ello en las dos epístolas a los tesalonicenses. Otro tema recurrente es el de la homosexualidad, como si fuera algo propio de nuestro tiempo solamente. Ya en la antigüedad esto estaba a la orden del día. Sodoma y Gomorra fueron destruidas por su corrupción moral, que llevaron a niveles altísimos. Pero si leemos y aprendemos algo de la historia del mundo veremos que esta actitud ya estaba más que presente en los antiguos imperios, y sobre todo en Grecia y Roma. A esto también se enfrentaron los cristianos del primer siglo, y por denunciarlo sufrieron el martirio. Es curioso como no nos afecta de la misma manera la corrupción política, la mentira y otras actitudes que, con la Biblia en la mano, son inaceptables. Debemos revisar nuestra forma de pensar y reconocer que cualquier cosa contraria a la voluntad divina, se llame como se llame, es pecado y recibirá su justo castigo.

Ya hemos dicho que los creyentes nos sentimos impresionados por los sucesos del mundo actual, sin pensar que la conducta de la humanidad sigue un mismo patrón de alejamiento de Dios, con todas sus consecuencias. Por eso oímos con asiduidad la frase «estamos en los últimos tiempos», sin ser conscientes de lo que significa esta frase en su contexto bíblico. Y para entender el significado hemos de acudir a la Biblia, que es útil para enseñar y corregir.

El texto bíblico en Hebreos 1:1-2 dice textualmente: «Dios, que había hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por medio de los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo». De esto se desprende que los últimos tiempos (o días) empezaron con la venida de Cristo al mundo. Y en 1 Pedro 1:20 leemos: «Ya estaba destinado (Cristo) desde antes de la creación del mundo, pero ha sido manifestado en estos últimos tiempos por amor a vosotros».

Si seguimos investigando en el texto bíblico nos encontramos con este pasaje que dice: «Ahora, en cambio, en la consumación de los tiempos, se presentó una sola vez y para siempre y, por su sacrificio, quitó de en medio el pecado» (Hebreos 9:26b). Demos también un vistazo a la advertencia de Pablo a Timoteo: «También debes saber que en los últimos tiempos vendrán momentos difíciles…» (2 Timoteo 3:1). Pablo advierte a Timoteo lo que debía evitar. Si creemos que la frase «los últimos tiempos» se refiere al final de la historia de este mundo, ¿cómo podía Timoteo evitarlos?

El apóstol Juan en su primera carta nos dice que los falsos maestros son una de las señales del nuevo período inaugurado por Cristo y que llama el «último tiempo» (1 Juan 2:18). Cuando pasamos del Antiguo Testamento al Nuevo vemos que hay un cambio, de las profecías sobre una nueva era, pasamos a su cumplimiento. Lo que Dios había transmitido a través de sus profetas se ha cumplido en parte, porque aún falta la verdadera consumación de los tiempos. La señal suprema del final es la resurrección de Cristo y la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia (ver Hechos 2:17).

Los «últimos tiempos» es, por lo tanto, la expresión usada para definir el período de tiempo que va desde la primera venida de Cristo, en Belén, hasta su segunda venida en gloria y majestad, a juzgar al mundo.

Sí, es verdad, estamos en los últimos tiempos, pero ya hace 2000 años que empezaron y aún no han terminado. Cuidado con los falsos maestros que pretenden saber lo que ni el Hijo de Dios, como hombre, sabía: «Pero nadie sabe cuando será el día y la hora, ni aun los ángeles que están en el cielo ni el mismo Hijo, sino sólo el Padre» (Marcos 13:32).

«De cualquier modo, amados, no ignoréis una cosa, y es que para el Señor un día es como mil años y mil años son como un día. El Señor no retarda su promesa, tal como algunos piensan, sino que es paciente con nosotros, pues no quiere que ninguno perezca, sino que todos se arrepientan» (2 Pedro 3:8-9).

Ferran Cots, octubre 2025.

Publicado en: Reflexiones

Interpretación alegórica

octubre 6, 2025 by Ferran Cots

Entre los diversos recursos empleados en el lenguaje encontramos las metáforas, las parábolas y las alegorías. Las metáforas son imágenes del lenguaje figurado, por ejemplo podemos hablar de la primavera de la vida. Las parábolas, recurso utilizado ampliamente por el Señor Jesús tal como narran los evangelios, son narraciones ficticias que representan o significan, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral. Sin embargo las alegorías son una interpretación de un relato, de forma que represente o signifique otra cosa diferente.

En realidad la línea divisoria entre las alegorías y las parábolas es bastante fina y pueden confundirse. Ejemplos de parábolas las tenemos principalmente en los evangelios ya que Jesús solía usarlas a menudo para ilustrar una enseñanza espiritual. Un buen ejemplo de alegoría lo encontramos en el libro «El progreso del peregrino» de John Bunyan y el más actual «El regreso del peregrino» de C.S. Lewis. Podemos concluir que tanto las parábolas como las alegorías son útiles para enseñar verdades espirituales.

Sin embargo el problema aparece cuando se intenta alegorizar todo un texto. Entonces es posible hacer decir a un relato algo totalmente distinto a lo que realmente pretende decir. Alegorizar se convierte entonces en una desviación de la verdad, falseando el sentido real del texto, siempre que el mismo texto no sea ya una alegoría.

El peligro de la interpretación alegórica de la Biblia es precisamente lo anteriormente expuesto: se puede hacer decir al texto bíblico cualquier cosa, menos lo que realmente dice. En el tema de la interpretación de las Escrituras hay que ser sumamente cuidadoso y recordar lo que el apóstol Pedro dejó bien claro: «Pero ante todo entended que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía ha tenido su origen en voluntad humana, sino que los santos hombres hablaron de parte de Dios inspirados por el Espíritu Santo» (1 Pedro 1:20-21).

No podemos alegorizar un texto en base a lo que creemos que significa espiritualmente, si la propia Palabra no da indicaciones de ello. Ejemplos de interpretación alegórica serían:

Cantares. Suele interpretarse alegóricamente como una referencia al amor que Cristo siente por la Iglesia.

Génesis 1:16. («E hizo Dios las dos grandes luminarias: la mayor, para que señoreara en el día, y la menor, para que señoreara en la noche; e hizo también las estrellas»). En la Biblia de Referencia Scofield, C. I. Scofield lo interpreta de forma alegórica. Aunque no niega el significado llano del versículo relativo a la creación, encuentra un significado espiritual más profundo (él lo llama tipológico). La luz/sol mayor es Cristo, y la luz/luna menor es la Iglesia, que refleja la luz de Cristo, y las estrellas son creyentes individuales.

Parábola del buen samaritano. Quizá el ejemplo más famoso de interpretación alegórica sea la explicación de Orígenes de la parábola del buen samaritano de Lucas 10. En la visión alegórica, el hombre al que roban es Adán, Jerusalén es el paraíso y Jericó es el mundo. El sacerdote es la Ley, y los levitas son los Profetas. El samaritano es Cristo. El asno es el cuerpo físico de Cristo, que lleva la carga del hombre herido (las heridas son sus pecados), y la posada es la Iglesia. La promesa del samaritano de volver es una promesa de la segunda venida de Cristo. Desde luego sobran los comentarios. El propósito original de esta parábola no era otro que dar respuesta a la pregunta de un doctor de la ley (pregunta bastante malintencionada) tal como aparece en Lucas 10:29. En vez de responder directamente Jesús le explica esta parábola, con la intención de hacerle reflexionar y que él mismo hallase la respuesta, además de servir de lección espiritual a todos los que la oyeron y los que la han leído y leerán a lo largo de la historia.

En estos tres casos, se atribuye al texto un significado espiritual que no aparece a simple vista. Entonces la pregunta que nos viene a la mente es: ¿quién puede atribuirse la autoridad o conocimiento para decir lo que realmente significa o no? Evidentemente, y como regla casi general, las interpretaciones alegóricas responden a la comprensión e ideas de una persona, y esto no es Palabra de Dios, son sólo opiniones personales. No podemos querer explicarlo todo, sin duda hay lagunas en la Palabra, pero son lagunas intencionales porque Dios ha querido limitar su revelación. No tenemos ninguna autoridad para querer rellenar esas lagunas a base de historias inventadas o alegorizando el texto según nuestro propio criterio, por muy válido que nos parezca. Reconozcamos que a lo largo de la historia de la Iglesia se han creado multitud de problemas precisamente a causa de alegorizar la Palabra de Dios y no querer entender que los pensamientos de Dios no son los nuestros, ni sus caminos los nuestros tal como lo revela el libro del profeta Isaías: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos, dice el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isaías 55:8-9).

El problema del método alegórico de interpretación es que trata de encontrar una interpretación alegórica para cada pasaje de las Escrituras, independientemente de si se pretende o no que se entienda de ese modo. Los intérpretes que alegorizan pueden ser muy creativos, sin ningún control basado en el propio texto. Resulta fácil leer las propias creencias en la alegoría y pensar que tienen apoyo bíblico.

Siempre habrá algún desacuerdo sobre si ciertos textos deben tomarse literal o figuradamente y en qué grado, como demuestran los desacuerdos sobre el libro del Apocalipsis, incluso entre quienes tienen en alta estima las Escrituras. Para que un texto se interprete alegórica o figurativamente, tiene que haber una justificación en el propio texto o algo en el trasfondo cultural de los lectores originales que les hubiera llevado a entender el texto simbólicamente. El objetivo de todo intérprete que tenga una visión elevada de las Escrituras es descubrir el significado que se pretende dar al texto. Si el significado deseado es simplemente la comunicación literal de un hecho histórico o la explicación directa de una verdad teológica, entonces ese es el significado inspirado. Si el significado que se pretende es alegórico, entonces el intérprete debe encontrar alguna justificación para ello en el texto y en la cultura de los oyentes/lectores originales.

Ferran Cots, octubre 2025.

Publicado en: Reflexiones

Parábola de los talentos (Mateo 25:14-30)

octubre 6, 2025 by Abigail Rodés

5, 2, 1… para gente mayor

Es una historia bíblica que nos enseña sobre la importancia de usar nuestros dones y habilidades para servir al Señor y a los demás, en lugar de dejarlos inactivos por miedo o pereza. Invita a reflexionar sobre cómo estamos utilizando nuestros dones, experiencia, sabiduría, etc, para el bien de la familia carnal, espiritual o de comunidad.

Lectura bíblica: Mateo 25:14-30.

Resumen: Un hombre a punto de emprender un viaje, entrega a sus siervos diferentes cantidades de dinero (talentos) según su capacidad: 5, 2 y 1 respectivamente. Al regresar, el amo evalúa cómo han usado sus talentos. Los dos primeros siervos a quienes había entregado 5 y 2 talentos, habían negociado con ellos y duplicado sus cantidades, por lo que fueron elogiados y recompensados: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» (v. 21 y 23). Sin embargo, el tercer siervo que había recibido 1 talento no había generado ganancia alguna. Este siervo fue reprendido y castigado, perdiendo incluso lo que se le había confiado y dándole al que tuvo 10: «Siervo malo y negligente… quitadle, pues, el talento» (v. 26-28).

Aplicación: (para gente mayor)

1. Utilizar la experiencia y sabiduría acumulada y compartirlas con otros.

2. Servir con alegría y entusiasmo.

3. Evitar la inactividad por miedo.

4. Dejar un legado positivo.

5. Reflexionar sobre el propósito de vida.

1. Vuestra experiencia se puede aplicar en la vida diaria; os lleva a tener una perspectiva diferente pero valiosa que podéis compartir con las nuevas generaciones. Podéis aceptar los cambios y ajustaros a las nuevas situaciones. Extraer lecciones sobre vuestra madurez. Valoráis los pequeños momentos. Encontráis alegría en las cosas sencillas.

2. Trabajar para Dios con alegría, manifestando que servir a Dios debe ser una fuente de gozo. Hay satisfacción y propósito en continuar sirviendo al Señor con vuestra edad, mostrando a las generaciones más jóvenes que vale la pena vivir para Dios.

3. Acordaros que el tercer siervo, por miedo, no hizo nada con su talento. Todos vosotros, aún en la vejez, no tengáis miedo a no estar a la altura, o a cometer errores. ¡Confiad en la gracia de Dios para actuar!

4. Esta parábola nos recuerda que nuestras acciones tienen consecuencias duraderas y eternas y que por medio del servicio, la generosidad o la amabilidad podéis transmitir valores, conocimientos y experiencias a los demás. ¿Vas a dejar un legado positivo?

5. La parábola de los talentos nos debe hacer reflexionar sobre cómo estamos utilizando nuestros dones y talentos que Dios nos ha dado.

• ¿Qué has recibido? ¿5, 2 o 1 talento?

• ¿Cómo los has gestionado? ¿Has sido un buen administrador?

• ¿Has sido diligente o negligente?

• ¿Has ocultado tu talento?

Cuando llegue el Señor y te pida cuentas, ¿qué te dirá? ¿«Bien, buen siervo» o «siervo malo e inútil»? Cuando vuelva Dios va a examinar lo que Él te ha confiado. Los dos primeros siervos aceptaron el desafío, y sus esfuerzos fueron recompensados. Cuando hacemos la voluntad de Dios, Él nos ayuda a cumplir con nuestra misión. Pero el tercer siervo, menospreció su talento, y desperdició la oportunidad de multiplicarlo.

El trato es desigual. No todos somos iguales. Nuestro punto de partida es diferente. Dios no nos ha dado a todos los mismos dones. Cada siervo decide libremente qué hacer con los talentos. Y el señor a su vuelta pide cuentas de manera justa. No exigiendo más de la cuenta. Pide un fruto proporcional a lo dado. Pero el tercer siervo, no solo ha sido improductivo sino que ha desperdiciado el talento. No se ha esforzado, ni siquiera lo ha llevado al banco para que diera intereses (eso no requería ningún esfuerzo). Solamente se sentó a esperar. La responsabilidad no recae en aquellos que tienen más recursos, sino en todos. Debemos hacer fructificar nuestros talentos o dones, ya sea que tengamos 1, 2 o 5. El tamaño del éxito no es lo más importante para Dios. Él respondió por igual al que tenía 10, como al de 4. Para Dios lo importante es cómo cuidamos y protegemos lo que de Él recibimos. Si el último siervo hubiera multiplicado su talento, aun siendo menos, hubiera recibido la enhorabuena de su señor. Asumamos nuestra libertad en amor y cumplamos con nuestra responsabilidad personal. ¡El Señor viene! ¡Nos va a pedir resultados!

Un día, el Señor volverá (como el señor de la parábola, v. 14) de lejos (del cielo). Como nos conoce y nos ha dado según nuestra capacidad (v. 15), querrá ver nuestro rendimiento. ¡No hay excusa! Duplica tus talentos o dones, si quieres que Dios te diga:«Bien, buen siervo y fiel». ¿Qué piensas hacer con tus dones? (No solo dinero, sino cualidades, aptitudes, capacidades… etc). Lo importante no es lo que tenemos sino lo que hacemos con lo que tenemos. Tengas pocos o muchos talentos, lo importante es ponerlos a trabajar. No debemos silenciar nuestro potencial. ¿Qué te retiene para cumplir con el propósito de invertir en tus dones? Lo condenable en esta historia no es perder los talentos sino el NO utilizarlos. Uno puede esconder sus talentos, o no darles buen uso, o no hacer absolutamente nada. Eso no es lo que Dios quiere. ¡No te resignes, trabaja en ello! «Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes». (Mateo 25:29-30; Lucas 19:11-27).

¡No lo entierres! (Mateo 25:25).

¡No lo guardes en un pañuelo! (Lucas 19:20). ¡Dedícate con pasión y dedicación! ¡El Señor viene!

Si estamos fallando, tenemos oportunidad de enderezar nuestro error, para poder recibir nuestra recompensa en el cielo.

«Gozaos y alegraos porque vuestro galardón es grande en los cielos…» (Mateo 5:12).

«Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos…» (Lucas 6:23).

«He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra» (Apocalipsis 22:12).

Abigail Rodés. Octubre 2025.

Publicado en: Reflexiones

La dracma perdida (Lucas 15:8-10)

octubre 6, 2025 by Abigail Rodés

Dracma: Moneda griega de plata, salario diario de un trabajador. Tetradracma: 4 veces el salario. Palabras dichas a los fariseos y escribas, pero a oídos de una multitud de publicanos y pecadores (Lucas 15:1-2).


1. Alegría al encontrar lo perdido

En este texto, una mujer busca con empeño una moneda perdida. Como ella era pobre, era importante averiguar dónde estaba: encendió la lámpara, barrió toda la casa y buscó con diligencia. Al encontrar la moneda, su alegría fue tal que reunió a sus amigas y vecinas: «¡Gozaos conmigo!». Aunque le quedaban otras 9 monedas más, esa perdida, era muy valiosa para ella. La parábola nos enseña que una mujer u hombre perdidos, alejados del Señor, son importantes para Dios. Nuestro Padre celestial hace todo lo posible para hallar a aquellas personas que se han distanciado o extraviado. Esa búsqueda nunca termina hasta ser hallado ese individuo.


2. Buscar a Dios

La parábola nos enseña que hemos de buscar a Dios ¿Estamos dispuestos a ser encontrados por Dios? Debemos arrepentirnos de nuestros pecados y seguir a Dios, porque esto traerá alegría a su corazón.


3. Invitación a compartir la alegría

Después de encontrar la moneda, la mujer corrió a contar la buena noticia. No llamó antes a sus vecinas y amigas para que la ayudaran a buscar… era algo que debía hacer ella sola. Se ocupó con cuidado, solícita, de forma eficaz, la Biblia nos dice con diligencia.

Si has buscado y hallado a Dios, comparte también con alegría las Buenas Nuevas de salvación con tu familia, amigos, compañeros… Debemos contar lo que tenemos, compartir ese gozo. Decidles que el Señor también los ama y los está buscando.

1. Moneda perdida. 2. Moneda buscada. 3. Moneda hallada

Una mujer: la Iglesia; una moneda perdida: el pecador; una lámpara: el Espíritu Santo; una escoba: para barrer todo lo que estorba como el polvo de nuestros pies. La moneda en sí no es consciente de que está perdida (tampoco el pecador) pero no está olvidada. Esto es lo que Dios nos pide como pueblo suyo: evangelizar al mundo perdido, buscar a las almas perdidas. Dios está interesado en encontrar a más personas porque «Jesús —el Hijo del Hombre— vino a buscar y salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10).

Porque una moneda, aunque esté perdida, no pierde su valor. Así es con todo pecador. Somos valiosos para el Padre y por eso envió a su Hijo para salvarnos. Quien busca la moneda es la propia dueña, no encargó la búsqueda a otra persona. Se convirtió en su asunto prioritario. Así es con el Espíritu Santo «quien convence al mundo de pecado, justicia y de juicio» (Juan 16:8-11). Para la mujer era indispensable contar con la ayuda de la lámpara. La Iglesia por si sola no puede ganar almas para Cristo, depende del poder del Espíritu Santo.

¿Qué hubiera pasado si la mujer no hubiera seguido buscando la moneda? ¿Qué hubiera pasado si la mujer no se hubiera esforzado? ¿O desanimado?

No nos desalentemos o desfallezcamos en la búsqueda de los perdidos.

¡Perseveremos en la tarea de ganar almas para Cristo! ¡Hay gozo y alegría en nuestros corazones… y en el cielo! El mundo está lleno de «monedas perdidas». ¡Vayamos a buscarlas! Buscamos a Dios porque Él nos invita a hacerlo. Conocerle es un privilegio. Lo buscamos y conocemos a través de la oración, la lectura de la Biblia, la adoración, la fe y la comunión. La mayor recompensa es nuestra relación íntima y personal con Dios mismo.

«Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33). «Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan» (Proverbios 8:17).

Buscar a Dios es encontrar amor, sabiduría, riquezas duraderas y eternas, justicia, paz, gozo.

Abigail Rodés. Octubre 2025.

Publicado en: Reflexiones

Nuestra esperanza está en…

septiembre 2, 2025 by Ferran Cots

La frase se encuentra en el pedestal del monumento al rey don Pelayo, en Covadonga (Asturias). Completa dice lo siguiente: «Nuestra esperanza está en Cristo. Este pequeño monte será la salvación de España» (Crónica de Alfonso III de Asturias).

Don Pelayo frenó la expansión de los musulmanes hacia el norte, comenzó la Reconquista y se le ha considerado tradicionalmente como el fundador del reino de Asturias. Ante la invasión árabe, que amenazaba con dominar toda la península, imponiendo su religión y costumbres islámicas, en el pequeño reino de Asturias se fraguó el inicio de una larga guerra de reconquista para recuperar la península de manos árabes y restaurar el culto cristiano. No entraremos en debates sobre de qué manera se desarrollaba entonces la fe cristiana (estamos en pleno siglo VIII), pero el peligro de desaparición del cristianismo como tal, a causa de la invasión musulmana, era verdaderamente real. Don Pelayo inició la reconquista allá por el año 718-722, con la batalla de Covadonga (de ahí la inscripción mencionada) y finalizó en 1492 tras la conquista de Granada por los llamados reyes Católicos. Hay que mencionar que la franja de territorio al sur de los Pirineos fue liberado de los árabes por los francos del imperio carolingio, estableciendo el territorio que se llamó la Marca Hispánica.

La Reconquista fue un período convulso, de continuas batallas, alianzas y traiciones entre los diferentes gobernantes, tanto cristianos como árabes que, finalmente, acabó con la expulsión de las fuerzas musulmanas del territorio peninsular. También fue un período de prueba para la población cristiana, sobre todo la que se encontraba en territorio ocupado.

Lo importante es que el rey Alfonso III de Asturias escribió en su Crónica la frase mencionada al principio, atribuida al mismo don Pelayo: «Nuestra esperanza está en Cristo…». Era consciente que la esperanza de todo cristiano debía fundamentarse en aquel que había dado su vida por ellos. Don Pelayo creía que sólo podían depositar la confianza en Cristo, su Señor y Salvador para recuperar el país de manos musulmanas.

En estos tiempos modernos, también convulsos, aunque por diferentes motivos, ¿podemos seguir diciendo que nuestra esperanza está en Cristo? ¿O más bien depositamos nuestra esperanza en otras cosas: bienes materiales, cultura, un buen trabajo, una espiritualidad a medida que no nos comprometa a nada…?

La situación del mundo cristiano no es precisamente buena. Se ha dejado de lado a Cristo, se ha dado preeminencia a las obras sobre la fe en Jesús o, peor aún, se han añadido una serie de «accesorios» a la fe genuina que desvaloriza la obra de Cristo en la cruz. Como dijo un teólogo español: «Cristo más algo es menos Cristo».

La esperanza del cristiano no está en este mundo, en liberar naciones del yugo de la incredulidad, su esperanza está en Cristo, y por eso debe tener su mente fija en la esperanza del cielo. «El cristiano que no tiene la mente en la esperanza del cielo es inútil» (José de Segovia). Todo lo demás carece de valor.

El apóstol Pablo, dirigiéndose a los tesalonicenses les habla de su «constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo» (1 Tesalonicenses 1:3b). En otro pasaje del Nuevo testamento se habla de esta esperanza del creyente, y nuestra pertenencia a una nación celestial: «… nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (Filipenses 3:20).

¿Cuál va a ser nuestra posición? Podemos vivir con la esperanza puesta en Cristo, que nos prometió una vida más allá de la muerte, o podemos vivir sin esperanza, abocados a la ruina espiritual y la muerte eterna. Puede sonar duro y desagradable a los oídos actuales tan dados a contemporizar, pero es la verdad. La esperanza sólo se obtiene creyendo en Jesús, en su muerte y resurrección, en que Él puede (y quiere) perdonar nuestra maldad, nuestras malas acciones (Dios las llama pecado). La decisión es personal, nadie puede tener esa esperanza por nosotros. Y por eso mismo las consecuencias también son personales.

Decidámonos a vivir con nuestra esperanza depositada en Cristo, tal como hace ya más de 1200 años confesaba el rey don Pelayo, a través de la Crónica de Alfonso III de Asturias.

Ferran Cots, septiembre 2025.

Publicado en: Reflexiones

Herejías y otros errores

septiembre 2, 2025 by Ferran Cots

La herejía, en relación con una doctrina religiosa, es un error sostenido con pertinacia. Suele ser un error que socava las bases de la fe, generalmente la cristiana, arrastrando a muchos fieles al error e incluso a la apostasía. Ya durante los primeros años de la iglesia cristiana aparecieron una serie de personajes que defendían posturas totalmente contrarias a la doctrina bíblica que había sido transmitida por los apóstoles. Generalmente estas herejías eran cristológicas, es decir, se referían a la definición de la naturaleza y la persona de Jesucristo, y lo hacían totalmente en contra de la enseñanza bíblica. Algunas de estas herejías fueron: el docetismo, el arrianismo y el pelagianismo, aunque hubo bastantes más.

En los tiempos actuales también es posible que aparezcan herejías. Por ejemplo, los Testigos de Jehová niegan la divinidad de Cristo y su resurrección (¡y se hacen llamar cristianos!). Y no son los únicos, hay otras sectas o «corrientes de pensamiento cristiano» que también niegan la divinidad de Cristo y su obra redentora en la cruz. Sin embargo el propio Jesucristo dijo claramente: «El Padre y yo uno somos» (Juan 10:30). Y en respuesta a la petición del apóstol Felipe: «Señor, muéstranos al Padre. Eso nos basta»; Jesús respondió: «¿Tanto tiempo como llevo con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a míha visto al Padre. ¿Cómo, pues, dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os he dicho, no las he dicho por mi propia cuenta. Es el Padre, que está en mí, quien hace las obras. Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí. O si no, creedme por las mismas obras» (Juan 14:8-11). Cualquier cristiano reconocerá en estos textos que el Señor Jesús estaba diciendo que él era Dios, al igual que el Padre. Porque si no es así, ¿cómo puede uno llamarse cristiano y no creer lo que Cristo dijo? Esto no es cuestión de teología (que en el fondo no deja de ser una ciencia humana), si no de fe.

Pero hay otras cuestiones que nos podrían parecer menores y que están yendo en contra de lo que podríamos decir una buena comprensión de la Palabra de Dios. A veces se oye decir que la Biblia está mal traducida, y estos personajes, haciendo gala de una pretendida erudición, nos dicen que hay que acudir a los textos originales en hebreo y griego, como si los traductores que han trabajado incontables horas en traducir la Biblia no conocieran estos idiomas. Por si fuera poco otros añaden que la Biblia contiene la Palabra de Dios, no que sea la Palabra de Dios, y que sólo ellos nos pueden decir qué partes son inspiradas y cuales no. ¡Inaudito! ¿Habráse visto semejante presunción?

Otros, llevados por no se sabe que tipo de espíritu, se atreven a decir que el pecado lo transmite el hombre a través del semen, que la mujer no transmite el pecado. ¿Dónde quedan entonces aquellas palabras del apóstol Pablo: «Por tanto, del mismo modo en que el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a toda la humanidad, por cuanto todos pecaron» (Romanos 5:12). Está claro que todos significa eso «todos».

Hay multitud de errores que podríamos llamar menores, pero que son contrarios a la verdad bíblica. Por ejemplo decir que Jacobo y Judas eran medio hermanos de Cristo. Tal vez para los teólogos pueda ser así, aunque es dudoso. La misma Palabra nos aclara el concepto:«¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban por él» (Marcos 6:3). El texto bíblico reconoce el parentesco, y creemos que es un texto inspirado por Dios (¿o no?).

Lo importante es que no intentemos hacer piruetas interpretativas de la Palabra, porque nos parezca que es razonable o lógico. No debemos olvidar que la lógica divina es perfecta y la nuestra no. No reinterpretemos los textos bíblicos en función de nuestro limitado conocimiento de Dios, conocimiento limitado solamente a lo que Él ha querido revelarnos. No debemos traspasar esa línea roja.

Y recordemos los mensajes de advertencia de los apóstoles de Cristo:

«No que haya otro evangelio, sino que hay algunos que os perturban y quieren alterar el evangelio de Cristo.  Pero si aun nosotros, o un ángel enviado del cielo, os anuncia un evangelio diferente del que os hemos anunciado, ¡que quede bajo maldición! Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguien os predica un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡que quede bajo maldición!» ( Pablo, epístola a los Gálatas 1:7-9).

«Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos renegarán de la fe y harán caso a espíritus engañadores y a doctrinas demoníacas, que actúan con hipocresía y mienten, pues tienen cauterizada la conciencia» (Pablo, primera epístola a Timoteo 4:1-2).

«Pero evita las discusiones sobre cosas sin importancia, como las genealogías; no pelees ni discutas sobre cuestiones de la ley; pues son discusiones inútiles y sin sentido» (Pablo, epístola a Tito 3:9).

«Ellos os decían: “En los últimos tiempos habrá burladores que vivirán según sus malvados deseos”. Estos son los que causan divisiones, viven según sus propios instintos y no tienen al Espíritu» (Epístola de Judas 18-19).

Debemos conocer más la Biblia, leerla y apropiarnos su mensaje con un espíritu sencillo y humilde, sin pretensiones. No olvidemos que la gloria sólo pertenece a Dios, y no a ningún ser humano. No nos envanezcamos.

Debemos hacer nuestro el lema que Johann Sebastian Bach escribía al final de sus partituras: «Soli Deo gloria» (Sólo a Dios la gloria).

Ferran Cots, septiembre 2025.

Publicado en: Reflexiones

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