En estos tiempos que nos ha tocado vivir estamos oyendo de forma insistente que el mundo va de mal en peor, que la gente no busca a Dios, que cada uno quiere vivir a su manera, que no toleran que nadie les eche en cara su conducta… Y como consecuencia están apareciendo ideas un tanto peregrinas en el sentido de que ahora son los últimos tiempos y el Señor vendrá pronto a poner fin a este estado de cosas. Incluso se prodigan predicaciones alarmistas y, valga la expresión, apocalípticas que en vez de serenar los ánimos parece que no tengan otro propósito que el de crear un estado de miedo generalizado. Es cierto que este mundo se acabará, y lo hará de una forma terrible para aquellos que no han creído en el Señor Jesucristo, pero no tenemos derecho a presentar este hecho como algo horrible que nos pueda afectar a los cristianos.
Actualmente el cristianismo está realmente desprestigiado, no sólo porque le dice a la gente lo que esta no quiere oír —la verdad— sino también a causa de nuestro pobre testimonio. Y aún así sufrimos cuando vemos toda la maldad y las injusticias que nos rodean, y las críticas o las burlas de los demás a causa de nuestra cosmovisión bíblica del mundo. En nuestro país somos tratados de intolerantes y se nos ningunea o se nos relega y se nos critica por no ser tolerantes, o políticamente correctos.
En los primeros años del cristianismo sucedía exactamente lo mismo, pero en aquella época a los cristianos se les enviaba a la muerte directamente, a causa de su fe y su testimonio. Tal vez a causa de esto algunos, interpretando a su manera el mensaje bíblico, creían que todo se acabaría en su tiempo, con las consecuencias negativas que aquello trajo y que motivó que Pablo hiciera mención de ello en las dos epístolas a los tesalonicenses. Otro tema recurrente es el de la homosexualidad, como si fuera algo propio de nuestro tiempo solamente. Ya en la antigüedad esto estaba a la orden del día. Sodoma y Gomorra fueron destruidas por su corrupción moral, que llevaron a niveles altísimos. Pero si leemos y aprendemos algo de la historia del mundo veremos que esta actitud ya estaba más que presente en los antiguos imperios, y sobre todo en Grecia y Roma. A esto también se enfrentaron los cristianos del primer siglo, y por denunciarlo sufrieron el martirio. Es curioso como no nos afecta de la misma manera la corrupción política, la mentira y otras actitudes que, con la Biblia en la mano, son inaceptables. Debemos revisar nuestra forma de pensar y reconocer que cualquier cosa contraria a la voluntad divina, se llame como se llame, es pecado y recibirá su justo castigo.
Ya hemos dicho que los creyentes nos sentimos impresionados por los sucesos del mundo actual, sin pensar que la conducta de la humanidad sigue un mismo patrón de alejamiento de Dios, con todas sus consecuencias. Por eso oímos con asiduidad la frase «estamos en los últimos tiempos», sin ser conscientes de lo que significa esta frase en su contexto bíblico. Y para entender el significado hemos de acudir a la Biblia, que es útil para enseñar y corregir.
El texto bíblico en Hebreos 1:1-2 dice textualmente: «Dios, que había hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por medio de los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo». De esto se desprende que los últimos tiempos (o días) empezaron con la venida de Cristo al mundo. Y en 1 Pedro 1:20 leemos: «Ya estaba destinado (Cristo) desde antes de la creación del mundo, pero ha sido manifestado en estos últimos tiempos por amor a vosotros».
Si seguimos investigando en el texto bíblico nos encontramos con este pasaje que dice: «Ahora, en cambio, en la consumación de los tiempos, se presentó una sola vez y para siempre y, por su sacrificio, quitó de en medio el pecado» (Hebreos 9:26b). Demos también un vistazo a la advertencia de Pablo a Timoteo: «También debes saber que en los últimos tiempos vendrán momentos difíciles…» (2 Timoteo 3:1). Pablo advierte a Timoteo lo que debía evitar. Si creemos que la frase «los últimos tiempos» se refiere al final de la historia de este mundo, ¿cómo podía Timoteo evitarlos?
El apóstol Juan en su primera carta nos dice que los falsos maestros son una de las señales del nuevo período inaugurado por Cristo y que llama el «último tiempo» (1 Juan 2:18). Cuando pasamos del Antiguo Testamento al Nuevo vemos que hay un cambio, de las profecías sobre una nueva era, pasamos a su cumplimiento. Lo que Dios había transmitido a través de sus profetas se ha cumplido en parte, porque aún falta la verdadera consumación de los tiempos. La señal suprema del final es la resurrección de Cristo y la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia (ver Hechos 2:17).
Los «últimos tiempos» es, por lo tanto, la expresión usada para definir el período de tiempo que va desde la primera venida de Cristo, en Belén, hasta su segunda venida en gloria y majestad, a juzgar al mundo.
Sí, es verdad, estamos en los últimos tiempos, pero ya hace 2000 años que empezaron y aún no han terminado. Cuidado con los falsos maestros que pretenden saber lo que ni el Hijo de Dios, como hombre, sabía: «Pero nadie sabe cuando será el día y la hora, ni aun los ángeles que están en el cielo ni el mismo Hijo, sino sólo el Padre» (Marcos 13:32).
«De cualquier modo, amados, no ignoréis una cosa, y es que para el Señor un día es como mil años y mil años son como un día. El Señor no retarda su promesa, tal como algunos piensan, sino que es paciente con nosotros, pues no quiere que ninguno perezca, sino que todos se arrepientan» (2 Pedro 3:8-9).
Ferran Cots, octubre 2025.
