Santiago, llamado «el justo», es uno de los que Pablo menciona (junto con Cefas y Juan) como columna de la Iglesia en Jerusalén: «Y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas…» (Gálatas 2:9).
Su carta nos habla de las doctrinas de la gracia, de su responsabilidad como pastor de esas ovejas dispersadas por diferentes lugares. Su tema como amante de la iglesia de Cristo es la expresión y prueba de fe que todos los creyentes debemos tener. Nos exhorta, nos anima, nos censura, nos amonesta a llevar una vida de fe y de obras, porque la fe debe poner de manifiesto la constante y continua acción de amor con los demás. La fe sin obras, ¿de qué aprovecha? Y todo ello con mucho cariño.
Santiago 1:2 «Hermanos míos…»
1:16: Amados hermanos míos…
1:19: Mis amados hermanos…
2:1: Hermanos míos…
2:5: Hermanos míos amados…
2:14: Hermanos míos…
3:1: Hermanos míos…
3:10: Hermanos míos…
3:12: Hermanos míos…
4:11: Hermanos…
5:7: Por tanto, hermanos…
5:9: Hermanos…
5:10: Hermanos míos…
5:12: Hermanos míos…
5:19: Hermanos…
La sociedad de su tiempo estaba llena de corrupción, maldad y opresión. Los cristianos eran perseguidos, marginados, incomprendidos… Santiago los anima (y también a nosotros) a tomar decisiones basadas en la verdad y no en nuestros impulsos carnales. Toda la epístola es relevante para hoy día porque tenemos muchos desafíos en esta vida. Dios es fuente de toda bendición y mientras el mundo cambia y falla, Dios nunca falla y se mantiene fiel. Aunque la vida puede ser caótica a veces, siempre hay un camino de luz y verdad por el cual andar. Solo en la sabiduría de lo Alto hallaremos paz y dirección verdaderas.
Santiago también nos enseña a tener una lengua gobernable; muy difícil pero no imposible. Nadie puede domar la lengua sin la gracia y ayuda divina. Un lenguaje y un hablar piadoso, edificante, de bendición es el verdadero fruto de un corazón santificado. Ningún creyente en Cristo espera oír de otro creyente maldiciones, mentiras, jactancias, vituperios, menosprecios, perjurios, falsos testimonios, prevaricación, etc, pero los hechos demuestran que sí lo hay.
Al final de la carta, Santiago nos da 4 ejemplos de paciencia:
1. La paciencia de plantar (5:7).
2. La paciencia de la profecía (5:8).
3. La paciencia de los profetas (5:10).
4. La paciencia de los patriarcas (5:11).
Somos desafiados a ser pacientes y a perseverar en la fe frente a las pruebas. Todos los creyentes en algún momento hemos tenido que aprender paciencia -y seguimos aprendiendo- para poder ir creciendo espiritualmente.
Y termino con las palabras del apóstol Pablo, muy parecidas a las de Santiago:
«Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor».
«Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano».
Con el mismo cariño que escribía nuestro querido Santiago os animo hermanos míos amados a que Dios nos ayude a entender las cosas elementales y fundamentales del Evangelio. Que las advertencias vertidas en la carta de Santiago nos despierten y nos den esa señal de alarma que necesitamos para ser no solamente oidores sino también hacedores, no meros profesantes porque tenemos la gran responsabilidad de practicar todo aquello que Dios nos pide. Apartémonos de algo externo religioso y seamos expresión y prueba de fe. Amén.
Abigail Rodés. Mayo 2025.
