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Reflexiones

Orad por la paz

marzo 8, 2022 by Abigail Rodés

«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9).

La paz es como el agua, un bien escaso. Hoy en día no hay paz. La paz no sólo es ausencia de guerra; hay países que no están en guerra pero no tienen paz. La paz se usa como lo contrario a la guerra. Como dice el predicador: “Hay tiempo de guerra y tiempo de paz” (Eclesiastés 3:8).

La paz denota calma, salud, bienestar, entereza…también armonía, amistad y concordia. ¡Qué lejos quedan las palabras de los ángeles que decían: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz…” (Lucas 2: 14)!

Jesús mismo decía de si mismo: “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: no, sino disensión” (Lucas 12:51). Aunque “la paz sea con vosotros” era el saludo general en oriente, Jesús la convirtió en realidad por medio de su muerte en la cruz, “haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20b).

No es cuestión de que salgan pacificadores como Martin Luther King, la madre Teresa o Nelson Mandela y obtengan el nobel de la paz. Con el conflicto en Ucrania, la paz es un clamor popular unificado. Pocos quieren la guerra.

Todos nosotros estamos llamados a ser agentes de paz. ¿Cuál es nuestro mensaje ante la guerra? ¿Y en el día a día? Tenemos la oportunidad de declarar el verdadero significado de la paz a través de nuestras palabras y acciones, porque Jesús, a quien servimos, es el Gran Pacificador. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27). “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz” (Juan 16:33). Una paz disponible a través de los cristianos quienes debemos extenderla por el mundo. Pero es la humanidad entera que al rechazar a Dios, le ha declarado la guerra al Creador. Los que solamente mantienen la paz, lo hacen para evitar conflictos, mientras que los pacificadores restauran la paz a través de la reconciliación. Son mediadores, intercesores, mitigadores, intermediarios… Como embajadores de la cruz de Cristo, es el momento de ser hacedores de paz en nuestro propio entorno y más allá. La humanidad clama hoy por la paz mundial, pero la única y verdadera paz la encontramos en el Príncipe de Paz. “Y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).

A pesar de que el Evangelio es el único mensaje de paz verdadera, es un mensaje que divide familias, pueblos y naciones. Pero estamos comisionados a divulgarlo. Los verdaderos pacificadores son llamados hijos de Dios (Mateo 5:9). Además es fruto del Espíritu, “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia…” (Gálatas 5:22).

Los valores cristianos reflejan el carácter de Cristo. Uno de ellos es ser pacificador, es aquel que restablece la paz ya sea en discusiones, peleas, celos, guerras o conflictos (intenta que las relaciones sean armónicas entre las personas). Los judíos usaban la palabra «shalom», que expresa algo mucho más amplio; su traducción es paz, feliz, sano, próspero, completo, profundo, integralmente bien… Los pacificadores son los hombres y mujeres productores y fabricantes de «shalom», crean felicidad por donde pasan. Jesucristo era el mayor ejemplo de pacificador. Cuando nosotros estamos produciendo «shalom» estamos haciendo lo que Cristo haría en nuestro lugar. “Vé en paz” Jetro a Moisés (Éxodo 4:18); “Vé en paz” Jesús a la mujer pecadora (Lucas 7:50).

Aspectos que incluyen, significan o explican la función de pacificador:

•Pacífico: Persona quieta, sosegada, amiga de la paz. Es aquel que vive en paz, que escoge la paz entre otras opciones o alternativas. Amante de la paz. Ejemplo bíblico: Isaac en Gerar (Génesis 26:17-33). Dios bendijo su actitud. «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres» (Romanos 12:18).

Para ser pacificadores debemos ser pacíficos. El mayor ejemplo fue Jesús, nunca atacó a nadie por causa suya.

•Pacifismo: Es aquel conjunto de normas, doctrinas, ideas, creencias, etc., para mantener la paz. El pacifista es aquel que las cree y las sigue. Ejemplo bíblico: Salomón, el mayor pacifista de todos los reyes. Siempre asociaba la paz junto con la sabiduría, ya que ésta lleva a la paz y la paz a la prosperidad (1 Reyes 3:5-15). Salomón pudo pedir cualquier cosa o riqueza, pero pidió entendimiento y sabiduría, y esto agradó a Dios y lo bendijo. En paz se construyó el Templo. Hubo paz en sus 40 años de rey sobre Israel, y unidad en todos sus dominios. Creía en la paz, amaba la paz, era un pacifista.

Un pacifista no es necesariamente un pacificador, pero un pacificador sí tiene que ser un pacifista. «Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación» (Romanos 14:19).

•Pacificador: Es aquel que reconcilia a los que están opuestos o discordes. Ejemplo bíblico: Abigail (1 Samuel 25). Aún cuando David tenía razón, Abigail le aconseja perdonar, pelear las batallas de Jehová, no las suyas propias (versículo 28). Abigail se atribuye la falta de su esposo Nabal y previene a David para que no se equivoque. David bendijo a Jehová y el razonamiento de Abigail, que le había impedido derramar sangre inocente, y ella se fue en paz. Abigail puso paz donde había odio.

¿Cómo generar paz en los corazones? “Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz” (Bendición sacerdotal en Números 6:26).

Hay que ser no sólo pacíficos y pacifistas, sino también pacificadores, en todo momento. Debemos conquistar la paz interior, quitar y eliminar los conflictos interiores de nuestra vida, hay que generar paz interior. Debemos reconciliar a las personas con Dios, con ellas mismas y con los demás. Y eso es posible actuando con amor, dependiendo de Dios y confiando en Él. La sabiduría de lo alto es pacífica, no genera amargura, nadie sale herido. Dios tiene un propósito y debemos transformar un mal en un bien. ¿Cómo realizar la función de pacificador? Buscando el bien del otro, transmitiendo los rasgos y el carácter de Cristo, ejerciendo el amor. “Busca la paz y síguela” (Salmo 34:14).

“Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Santiago 3:18).

Los cristianos sabemos que nuestra fe descansa en el poder de Dios. Un Dios, que se nos acerca como padre amoroso, comprensivo y tierno. Un Dios que nos habla a través de su Palabra, con autoridad y amor. Ella, a través del Espíritu Santo, nos ha puesto en el camino del conocimiento de Cristo. Sólo Jesús nos reconcilia con el Padre y con el mundo. Es cierto que el mundo continúa revuelto, pero eso no nos tiene que dejar con la idea de que nada tiene remedio o que nosotros no podemos hacer nada. 

Nuestros hermanos en diferentes partes del mundo, ahora en Ucrania, están viviendo un tiempo violento en un terreno lleno de dificultades, pero por gracia, mantienen su fe y testimonio visibles. Los valores del reino están por encima de sus realidades como pueblo, lo cual les deja tan sólo en las manos del Señor.

Acompañémosles en esta lucha contra el mal. Ellos, al igual que nosotros, están convencidos que la paz de Dios puede aún brotar en corazones cegados por el odio, el miedo, el recelo, el fanatismo… Seamos partícipes de la construcción de esa paz en el nombre de Jesús. Para ello es necesaria tu oración y la mía anhelando paz para estos pueblos y protección para los cristianos que viven en medio del conflicto, para que su testimonio sea luz en medio de las tinieblas. La paz que Dios da se disfruta aun en medio de grandes adversidades o en medio de una guerra. La paz requiere oración, convicción, diligencia, perseverancia, amor hacia el prójimo para ser ejemplos vivos de Jesús nuestro Señor y Salvador.

¿Estás dispuesto? ¡Compártelo! ¡Sé agente de paz!

“Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, … para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:79). “Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7)

Abigail Rodés. Marzo 2022. 

Publicado en: Reflexiones

Consumado es

marzo 7, 2022 by Ferran Cots

Durante su ministerio en la tierra el Señor Jesús mencionó en bastantes ocasiones la necesidad espiritual del hombre comparándola con una sed atormentadora difícil de saciar. La solución a dicha sed era Él mismo, la fe en su persona y en su obra. Le llama el agua de vida (Juan 4:7-14) y agua viva (Juan 7:38-39). En el primer pasaje vemos cómo Jesús le explica a la mujer samaritana que el que bebiera de aquel agua de vida no tendría sed jamás. Es decir sentiría su sed espiritual satisfecha. Y aquí tenemos una paradoja pues aquel que podía dar el agua de vida, tuvo que pasar por el tormento de la sed física a las puertas de la muerte. Así nos lo relata Juan en su Evangelio:

“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed” (Juan 19:28).

Aquel agua de vida costó un precio muy alto. Precisamente para poder darnos ese agua viva, que saciase nuestra sed espiritual, era preciso que Cristo muriera en la cruz. Ya hemos visto que tuvo que padecer, entre otras cosas, una sed atormentadora. Pero eso no era suficiente. Había que cumplir los designios de Dios respecto a la redención y la salvación. Y de nuevo los Evangelios nos narran, con extrema sencillez, la oscuridad que se cernía sobre el alma de Jesús, mientras estaba cumpliendo su obra redentora. Leemos en los Evangelios de Mateo y Marcos:

“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46).

“Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Marcos 15:34).

El Hijo de Dios, en cumplimiento de su obra, es desamparado por el Padre, a causa del pecado de todos los que iban a ser salvos, por medio de aquel sacrificio. Cuesta entender que Cristo pueda ser desamparado por el Padre, siendo como son un único Dios, pero ese es un misterio que pertenece a Dios mismo. Lo que nos importa a nosotros es que, en aquel momento de desamparo, la justicia de Dios estaba siendo satisfecha en la persona de Cristo. Y a través de aquel desamparo, ha habido para nosotros amparo en Dios, por medio de nuestro Salvador y Señor.

En aquellos momentos de soledad angustiosa, cargando con todo el pecado de los redimidos pasados, presentes y futuros, Cristo llegó al cumplimiento de su misión y exclamó:

“Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Juan 19:39).

“Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23:46).

Tras el desamparo, una vez satisfecha la justicia divina, Jesús se encomienda al Padre. El precio del pecado ya había sido pagado, la obra se había cumplido, de ahí la expresión consumado es, refiriéndose sin duda al sacrificio expiatorio que estaba llevando a cabo. Jesús sintiendo que la muerte era ya inmediata e irreversible, se encomienda al Padre antes de expirar. La obra de la redención, diseñada ya desde antes de la fundación del mundo, se había consumado. El precio del pecado había sido pagado por alguien que era Dios y hombre a la vez, y que cumplió de forma total la Ley de Dios. Él era el único que podía hacerlo.

Sin embargo como bien sabemos Cristo no quedó en la tumba. Resucitó y se presentó ante multitud de testigos que dieron fe de que estaba vivo. Mediante su resurrección añadió al perdón de los pecados la promesa de la vida eterna a su lado, en la casa del Padre, tal como prometió en una ocasión a sus discípulos: 

“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3). 

Así que, anunciamos al mundo la muerte redentora de Cristo, pero también su próxima venida para recoger a los suyos y liberarlos definitivamente de las ataduras del pecado para servirle y adorarle como solamente Él se merece. Porque de Él es el poder absoluto sobre todas las cosas, como dice en Apocalipsis: 

“… yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:18-19).

¿Estás tú entre los que han sido salvos y podrán disfrutar de la vida eterna en la presencia de Dios? Si no es así, aún es tiempo de volverse a Dios, arrepentirse y aceptar la obra de Cristo en la cruz. No demores más esta decisión en la que te juegas tu destino eterno.

Ferran Cots, marzo 2022.

Publicado en: Reflexiones

¡Entrénate!

febrero 14, 2022 by Abigail Rodés

Estamos en plenas olimpiadas de invierno en Beijing (del 4-20 febrero de 2022). Miles de deportistas de países diferentes compitiendo en diversas pruebas: esquí, hockey, curling, bobsleigh, skeleton, luge, patinaje, snowboarding… etc, 15 disciplinas de 7 deportes, para conseguir una copa, una medalla, un tiempo récord o subir al podio de los campeones. Toda la preparación de años se pone a prueba en unos pocos días. Diferentes disciplinas, diferentes planificaciones, organizaciones, rutinas, esfuerzos, en definitiva…¡mucho trabajo!

No es lo mismo entrenar para una competencia local que para unas Olimpiadas. Y después de mucho tiempo de entrenamiento, los jugadores están listos para participar.

Han necesitado una preparación física, mental, nutricional, de esfuerzo extra y también descanso adecuado.

Y por supuesto, intentar evitar accidentes o lesiones que puedan retrasar el avance hacia el objetivo marcado, ¡ganar!.

Competir a nivel olímpico implica una obligación superior, mucho más exigente, por encima de lo habitual.

También es así en la vida cristiana, ya sea que empieces a andar, estés en plena carrera o llegando a la meta.

¿Cómo te entrenas? 

¿Entrenas tu lengua para no cometer perjurio, mentir o levantar falso testimonio?

Proverbios 26:28 “La lengua falsa atormenta al que ha lastimado, y la boca lisonjera hace resbalar”.

Me asombra ver la condición física de cualquier competidor olímpico y ver todo lo que son capaces de hacer. Detrás de cada trofeo hay un arduo trabajo y muchas horas de entrenamiento. Si no ponen empeño en ello afectará a sus resultados y por eso siempre dan lo mejor de sí mismos. 

¿Entrenas tus ojos para no ver aquello que no es agradable a Dios? ¿Tus ojos ven pornografía o cosas obscenas, indecentes, inmorales? 

Mateo 18:9 “Si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego”.

¿Entrenas tus oídos? ¿estás atento al contenido de músicas, series o películas que son abominación a Dios? ¿Prestas oído a chismes, cotilleos, groserías o habladurías?

Como dice la Biblia “nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír” (Eclesiastés 1:8b), pero ¡cuidado dónde miras y qué escuchas!

Proverbios 15:31 “El oído que escucha las amonestaciones de la vida, entre los sabios morará”.

Un atleta olímpico debe entrenar también su mente para poder soportar todas y cada una de sus extensas e intensas sesiones de ejercicios de su modalidad. Debe aprender a ser constante y persistente. Una persona no estable ni perseverante no obtendrá ningún buen resultado. 

¿Entrenas tu mente? ¿Oras en todo momento? 1 Tesalonicenses 5:17 “Orad sin cesar”. Gálatas 2:20 “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios…”.

Entrena tu mente para recordar a Dios. Sé consciente de quién es Él y lo que ha hecho por ti. ¡Adórale!Hónrale con tu vida. Lucas 10:27 “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente…” 

¿Entrenas tu cuerpo porque es templo del Espíritu Santo? ¿Comes de forma sana y equilibrada? ¿O te alimentas de forma desordenada e insensata? ¿Tienes gula o glotonería y no cuidas bien tu cuerpo porque tienes demasiados excesos?

1 Corintios 9:25 “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene…”.

Un atleta se entrena de forma física, mental, y tiene una buena dieta que apoye su rendimiento. Nuestro premio es un premio eterno, no se desvanecerá. ¡Una eternidad con nuestro amado Dios! Y eso no depende de nuestros esfuerzos, ni de nuestras obras sino por pura gracia. Aunque sí necesitamos ciertas disciplinas para poder avanzar en nuestra carrera cristiana:

1. Dominio propio ante las tentaciones (1 Corintios 9:26, 27).

2. Espíritu sin rienda no trae paz. Andar sabiamente en los estatutos de Dios (Proverbios 25:28).

3. El Espíritu Santo te ayuda y te da fuerza en la debilidad (2 Timoteo 1:7).

4. Pon atención a los deseos que te seducen y arrastran a pecar (Santiago 1:14).

5. ¡Renovación y transformación! (Romanos 12:2).

6. Ora. Nunca dejes de comunicarte con tu gran entrenador (Efesios 6:18).

7. Practica la presencia de Dios en tu vida.

Un buen rendimiento es aquel en el que se ha invertido mucho tiempo y esfuerzo. Es el fruto de un buen trabajo, completado tras muchas luchas y sacrificio.

¿Entrenas tus manos? ¿Te fijas en las manos de Jesús? Manos fuertes y seguras que trabajan, que lavan los pies, que se extienden al pobre y necesitado, abiertas a ayudar al prójimo. Esas manos heridas por ti y por mí en una cruz, esas manos rotas pero preciosas porque fueron traspasadas por tu pecado, por mi pecado. ¿Están tus manos llenas de gracia y amor?

¿Entrenas tus pies? Romanos 10:15 “¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”. La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios, y ésta fortalecerá tu fe.

Efesios 6:15 “Calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz”. La armadura cristiana está hecha para usarse y no podemos dejarla hasta que hayamos terminado nuestra guerra y finalizado nuestra carrera. Los pies deben estar firmes en la roca que es Cristo para caminar por las sendas escarpadas y abruptas de este mundo.

Las Olimpiadas pronto terminarán, pero tú y yo seguimos a la meta, prosigamos con fe, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. 

1 Corintios 9:24 “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? ¡Corred de tal manera que lo obtengáis!”. 

Así que ¡marcha!, ¡corre!, ¡pelea!, ¡lucha!, ¡trabaja!, ¡esfuérzate!, ¡entrénate! Pelea la buena batalla, acaba bien tu carrera, sigue hasta terminar, persevera hasta el fin, guarda la fe… y recibirás tu premio, no una medalla o un trofeo, sino la aprobación de Dios: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23). Te espera una corona de justicia que te dará el mismo Señor, juez justo, en aquel día, cuando todo acabe…

Abigail Rodés. Febrero 2022.

Publicado en: Reflexiones

Coses que Déu no pot fer

febrero 14, 2022 by Abigail Rodés

Normalment tenim assumit que per a Déu no hi ha res impossible, que Ell pot fer absolutament tot. Realment Déu té poder absolut sobretot però no pot anar en contra de la seva pròpia naturalesa.

El seu poder no té fi, però no pot anar contra els seus atributs, la seva persona, la seva paraula, la seva justícia, la seva santedat.

Com Déu és amor, no pot deixar d’estimar; com Déu és veritat, no pot mentir.

Així doncs hi ha coses que Déu no pot fer:

1. Cansar-se ni fatigar-se.

2. Mentir ni faltar a la Veritat.

3. Caure en la temptació.

4. Penedir-se.

5. Canviar d’opinió.

6. Ser injust.

7. Atorgar perdó a través d’un altre mitjà que no sigui la sang del seu fill Jesús.

8. Recordar els pecats que ha decidit oblidar.

9. Deixar d’estimar.

10. Deixar de ser recte i irreprotxable.

11. Deixar de ser misericordiós i clement.

12. Trencar o incomplir les seves promeses.

13. Faltar o fallar en res.

14. Equivocar-se.

15. Abandonar-nos.

16. Ser derrotat per res ni ningú.

17. Fer accepció de persones.

18. Desentendre’s de la humanitat.

19. Ser burlat.

20. Negar-se a si mateix.

Hem de conèixer millor la seva naturalesa divina i perfecta.

Abigail Rodés. Febrer 2022.

Publicado en: Reflexiones

¡Cuidado con lo que pides!

febrero 14, 2022 by Abigail Rodés

¿Pones atención a lo que le pides a Dios? ¿Te detienes a pensar que Dios ha sido bueno en todo lo que te ha dado y en lo que no? ¿Eres agradecido con lo que tienes? ¡Ten cuidado con lo que pides!

Ora para que sepas discernir las cosas que Dios no aprueba, aunque sea lo que tu quieres.

Algunos ejemplos bíblicos:

1. Judas pidió 30 monedas de plata y fue llamado traidor y ladrón, siempre mencionado el último en la lista de los apóstoles. Siempre con el apellido “el que le entregó”. Acabó suicidándose. Los discípulos de Jesús caían en equivocaciones, pero nunca se puso en duda su amor por el Maestro. Jesús comentó de Judas:

“¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es el diablo?” (Juan 6:70).

2. Ana pidió un hijo con todas sus fuerzas y Dios se lo concedió. Pero solamente veía a su hijo Samuel una vez al año cuando le llevaba la túnica, cuando subía con su marido Elcana para ofrecer el sacrificio acostumbrado en el templo (1 Samuel 2:19). Solamente lo tuvo hasta ser destetado.

3. Jonás pidió que lo echaran al mar para apaciguar las aguas y acabó 3 días y 3 noches dentro del vientre de un gran pez (Jonás 1:17).

4. Ezequías pidió con gran lloro y fervientemente más días de vida. Dios le concedió 15 años más. En estos años tuvo un hijo -Manasés- que fue el peor rey de Judá. No fueron precisamente años de bendición. Fue una consecuencia muy dolorosa, fueron el fruto de los males más terribles, entre ellos que su hijo se dispuso a deshacer todo lo bueno que Ezequías había hecho (2 Reyes 21).

5. Satanás pidió permiso a Dios para poner a prueba a algunos de sus hijos. ¡Y lo sigue haciendo en el día de hoy! ¿Podemos exclamar como Job: “Mas Él conoce mi camino, me probará y saldré como oro” (Job 23:10).

6. Abraham rogó confirmación de la promesa de tener un hijo y cuando Dios se lo dio, le pidió que lo sacrificara. Un gran ejemplo de fe que se demostró una y otra vez en la obediencia a los mandatos de Dios: salir de Ur, trasladarse de Harán a la tierra de promisión, sacrificar a su hijo Isaac…

Asegúrate de estar dispuesto a pagar el precio de Su voluntad en tu vida con todo lo que ello conlleva.

“Cualquier cosa que pidiéramos la recibiremos de Él” (1 Juan 3:22).

“Y todo lo que pidiereis en mi nombre, lo haré…” (Juan 14:13).

“Pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).

“No tenéis lo que deseáis porque no pedís” (Santiago 4:2).

Cuidado con lo que pides porque cuando oras por lluvia, tienes que lidiar también con el lodo. Sé prudente con lo que deseas porque por lo general no sabes lo que necesitas o lo que te conviene. ¡Menos mal que Dios no nos da todo lo que le pedimos! Él realmente sí sabe lo que nos corresponde y es necesario. 

Cuando tú oras, Dios te escucha. Cuando tú escuchas, Dios habla. Cuando tú crees, Dios trabaja en ti. 

Si oras, Dios oye. Si esperas, Dios prepara. Si crees, Dios cumple. ¡Es hora de confiar!

¿Oras pidiendo a Dios que te use para ayudar, inspirar, desafiar o retar a otros en el camino cristiano?

¿Le ruegas por más fe, más integridad, que te ayude a ser más disciplinado, más obediente?

Puede que Dios te conteste: ¡Vale! Pero entonces no te dará una tarea banal, mediocre o insignificante. Puede que en el proceso de entrenamiento y preparación sufras ¡y mucho! No será una etapa tranquila, ni cómoda, descansada o de reposo. Es posible que derrames muchas lágrimas, que sea un tiempo de dolor, de luchar y esforzarse… ¿Eres valiente? ¡Adelante! Te propongo un plan A: ORAR. Y un plan B. 

No existe el plan B porque el plan A nunca falla.

¡Dios es Dios de imposibles!

Abigail Rodés. Febrero 2022.

Publicado en: Reflexiones

¿Por qué te abates…?

enero 25, 2022 by Ferran Cots

“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?” (Salmo 42:5,11; Salmo 43:5)

Este salmo trata sobre el desánimo y la frustración. Desánimo y frustración al ver las aflicciones que nos suceden, comparándolas con la aparente prosperidad de los impíos (ver también el Salmo 73:2-3). 

Muchas veces sentimos desánimo y frustración ante las dificultades que nos desbordan. Como cristianos sabemos que no debería ser así, pero la naturaleza de pecado nos lleva a estas situaciones. Esto no es exclusividad nuestra, ni siquiera se trata de que nuestra fe sea más o menos firme. No pocos fieles hombres y mujeres de Dios atravesaron problemas adversos y desfallecieron. Recordemos a Elías que, después de derrotar a los sacerdotes de Baal, huyó de Jezabel por miedo a que le quitase la vida (ver 1 Reyes 18 y 19). Y qué decir de Jonás, que se aflige por una simple calabacera. Por no citar a los apóstoles que, después de la muerte de Cristo, entran en una espiral de desánimo y frustración por no haber entendido lo que el Señor les había repetido tantas veces durante su ministerio entre ellos. No, no se trata de tener más o menos fe, recordad que Santiago en su carta dice que: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras” (Santiago 5:17), así que la cosa no parece ir por ahí.

¿Entonces, qué es lo que sucede? Básicamente desde que el hombre (la raza humana) se apartó de Dios, al principio de la historia, los pensamientos que llenan su (nuestra mente) son demasiadas veces negativos. Tenemos tendencia a fijarnos en lo malo antes que en lo bueno. Parece que tengamos necesidad de que los demás se compadezcan de nosotros, a riesgo de parecer pesados y repetitivos. Hay quienes hacen de algún tipo de aflicción (real o imaginaria) su motivo de vida y siempre están dándole vueltas a lo mismo, no importa de qué hablen y con quién hablen. ¿Significa esto que su fe es pobre? ¿Tienen poco conocimiento de la Escritura? La respuesta, muchas veces es no. Pero al igual que Elías en aquel momento de su vida, estos creyentes sólo son capaces de ver la parte negativa de lo que les está sucediendo y, por eso, su mente entra en una especie de bucle sin fin, del que son incapaces de salir. Cuidado porque todos estamos expuestos a esto, que nadie piense que a él no le va a suceder nunca. Recordemos lo que Pablo decía a los corintios: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12).

La solución, como en todas las situaciones de aflicción, está, como no, en volverse a Dios. Él es el que nos sustenta, el que nos cuida, el que nos ama de forma incomprensible para nosotros, el que nos salvó. En medio de la aflicción hemos de volver la mirada a Él, dejar que Él cambie nuestros pensamientos negativos por otros positivos, enraizados en su gracia y misericordia.

Antes no hemos completado el versículo de los salmos citados, nos hemos quedado en: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?”. Si nos quedamos aquí nunca vamos a ver la luz de la esperanza. Cada día nos volveremos más pesimistas, cada día nos auto compadeceremos más de nosotros mismos. Cada día bombardearemos a nuestros familiares y hermanos en la fe con nuestro pesimismo y perderemos, paulatinamente, las ganas de vivir y disfrutar aquello que el Señor, tan generosamente pone a nuestra disposición. Y lo peor es que olvidaremos que dependemos de Dios y Él solo tiene para nosotros “pensamientos de paz, y no de mal” (Jeremías 29:11).

Acabemos pues de leer el versículo con el que hemos empezado esta reflexión: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío”. Esperando en Dios nuestros pensamientos dejan de ser negativos y pasan a ser de alabanza y gratitud porque, a fin de cuentas, no hay nada que valga más que la salvación que Él nos ha dado, y ese es motivo más que suficiente para que, en situaciones de aflicción, ya sea real o imaginaria, elevemos nuestro ánimo hacia Dios y permanezcamos confiados en Él. 

Para finalizar recordemos lo que nos dice el rey David: “Encomienda a Dios tu camino, y confía en Él; y Él hará” (Salmo 37:5).

Ferran Cots, enero 2022.

Publicado en: Reflexiones

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