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Reflexiones

Un clavel blanco

mayo 9, 2021 by Abigail Rodés

«Llámese rosa, 

llámese clavel, 

la pérdida de una madre fiel, 

es por siempre dolorosa»

Ann Marie Jarvis (Mayo 1864 – Noviembre 1948) fue la fundadora del «Día de la madre». 

Nació en Webster (Virginia Occidental). Su madre, Ann Jarvis, había fundado en varias ciudades de EEUU un día para conmemorar el esfuerzo de las madres trabajadoras intentando, al mismo tiempo, mejorar sus condiciones de salud y sanidad en sus lugares de trabajo. Uno de esos grupos fueron las enfermeras que estaban al frente de la batalla en ambos lados de las trincheras en la guerra de Secesión. El 12 de mayo de 1907, dos años después de la muerte de su madre, Ann Marie quiso conmemorar su fallecimiento y organizó un «Día de la madre». A partir de entonces encabezó una gran campaña, muy activa, que fue creciendo por todo el territorio americano. Siete años después, consiguió que el presidente Woodrow Wilson recogiera la iniciativa y la promoviera él mismo haciendo de esa fiesta un día especial para todas las madres en general. Poco a poco, los diferentes países lo fueron adoptando hasta el día de hoy. Junto con su hermana, usaron todas sus energías y recursos para que eso no se volviera un tema comercial y publicitario. Estaba a favor de celebrarlo de forma sencilla pero muy personal. Nunca se casó ni tuvo descendencia.

Woodrow Wilson fue Premio Nobel de la Paz en 1919, impulsor de la Sociedad de Naciones (antecedente de las Naciones Unidas).

Durante la celebración de mayo de 1907, en la iglesia metodista de St. Andrew, donde Ann Marie asistía, regaló un clavel blanco a todas las madres de la congregación. Clavel, porque era la flor favorita de su madre, blanco porque representaba la pureza y la dulzura del amor de una madre. Esa costumbre de regalar un clavel (o rosa) se ha extendido hasta el día de hoy para honrar a quienes nos dieron la vida y mucho amor. Aunque hay lugares donde hacen cierta distinción: clavel blanco si la madre ha fallecido, clavel rojo si está viva.

Así que en 1910, el segundo domingo de mayo fue declarado oficialmente la fecha para el «Día de la madre»,haciendo hincapié en el papel de la mujer en la familia. Desde entonces el mundo protestante lo celebra en esta fecha y no el primero domingo de mayo como la iglesia católica, que lo tomaron para ellos.

En poco tiempo 40 países más acogieron esta festividad y a día de hoy se celebra en todo el mundo.

No es necesario hacer grandes regalos, es suficiente ofrecer algo simbólico, un clavel, una postal, un poema, una nota de puño y letra escrita desde el corazón, unas palabras llenas de ternura y reconocimiento:

¡GRACIAS MAMÁ! 

«¿Cómo podemos pagar, o al menos reconocer ese insuperable amor?

¿Cómo admirar la labor que sus manos van tejiendo?

Pues, llegando a agradecer todo cuanto está haciendo.

Por eso, madre querida, recibe hoy nuestro agasajo, que en este día te ofrecemos por tu esmero y protección, y por tu inmenso trabajo tan digno de admiración…» 

(de la poesía «La madre» de José Hernández).

Abigail Rodés. Mayo 2021.

Publicado en: Reflexiones

He après

mayo 9, 2021 by Abigail Rodés

He après que ningú no és perfecte … fins que t’enamores.

He après que la vida és dura … però jo ho sóc més!

He après que les oportunitats no es perden mai… les que tu deixes escapar les aprofita un altre.

He après que quan sembres rancúnia i amargura … la felicitat se’n va a un altre lloc.

He après que hauria d’utilitzar sempre bones paraules … perquè demà potser me les hauré d’empassar.

He après que un somriure … és un mètode econòmic per millorar el meu aspecte.

He après que no puc escollir com em sento … però sempre hi puc fer alguna cosa.

He après que quan un nadó t’agafa el dit amb la seva maneta … et té enganxat a la vida.

He après que tots volen viure al cim de la muntanya … però tota la felicitat esdevé mentre hi puges.

He après que cal gaudir del viatge … i no pensar només en la meta.

He après que és millor donar consells només en dues circumstàncies … 

quan són demanats i quan en depèn la vida.

He après que com menys temps malgasto … més coses faig.

Abigail Rodés. Maig 2021.

Publicado en: Reflexiones

¿Qué pensáis del Cristo?

abril 21, 2021 by Abigail Rodés

«Jesús les preguntó, diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo?» (Mateo 22:42)

Para el abogado es el Consejero, el Legislador, el Defensor.

Para el arquitecto es la Principal Piedra del Ángulo.

Para el constructor es el Fundamento Seguro.

Para el artista es la Belleza Suprema.

Para el estudiante es la Verdad Encarnada.

Para el músico es el Autor de la melodía.

Para el banquero es el Tesoro Escondido.

Para el astrónomo es el Sol de Justicia.

Para el hambriento es el Pan de Vida.

Para el escultor es la Piedra Viviente.

Para el doctor es el Gran Doctor.

Para el paciente es el Médico Divino.

Para el pecador es el Salvador.

Para el viajero es el Camino.

Para el portero es la Puerta.

Para el biólogo es la Vida.

Para el pescador es el Pescador de hombres.

Para el ciego es la Luz del Cielo.

Para el sediento es la Fuente de Vida.

Para el huérfano es el Padre amante.

Para la viuda es el Gran Sostenedor.

Para el pobre es el Rico en Misericordia.

Para el extranjero es el Gran Hermano.

Para el forastero es el Guardador.

Para el oprimido es el Libertador.

Para el anciano es su Fuerza.

Para el valiente es su Escudo.

Para el maestro es el Supremo Maestro.

Para el pastor es el Mayor Pastor de ovejas.

Para la madre es el Ayudador.

Para el muchacho es la Guía.

Para el esposo es el Consejero.

El Creador del mundo, el que me ama, el que murió en una cruz para limpiarme de todos mis pecados, el que me enseña compasión y perdón, mi amigo, el que sana mis dolencias, el que me da calma en medio de la dificultad, el que cura a los enfermos, el gran dador de paz. El gran Yo soy. El Cordero de Dios…

¿QUÉ ES CRISTO PARA TI? ¿Es una doctrina o alguien vivo? ¿Alguien que te exige obediencia y sacrificios? 

Reflexionar y contestar sinceramente a esta pregunta puede cambiar el significado de tu vida. ¿Cuál va a ser tu decisión?

Abigail Rodés. Abril 2021.

Publicado en: Reflexiones

La gran pregunta

abril 6, 2021 by Ferran Cots

“Cuando entró Él (Jesús) en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? Y la gente decía: Éste es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea” (Mateo 21:11).

El llamado domingo de ramos, se hace memoria de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Ese día marcó el inicio de los acontecimientos que trastornaron al mundo y culminaron con el más vil de los crímenes, la crucifixión de Cristo.

Jesús entró en Jerusalén tal como había profetizado Zacarías: en un pollino hijo de asna (Zacarías 9:9). Mientras entraba en la ciudad todas las personas allí congregadas lo aclamaban diciendo “Hosanna” (espresión hebrea que significa “salva ahora”.Equivaldría a la expresión “Dios salve al rey”). Aquella gente lo recibió como rey, poniendo sus mantos por donde Él pasaba, y levantando las palmas, tal como se recibía a un rey cuando regresaba victorioso de una batalla. Es por eso por lo que la pregunta que toda la ciudad se hizo cuando Jesús entró es relevante: ¿Quién es éste? La pregunta es importante, porque aquellas personas lo aclamaban, lo seguían, lo recibían como rey pero, en realidad, no sabían quien era Él. De hecho la respuesta que ellos mismos dan muestra la poca o nula comprensión que tenían de quien era Jesús en realidad.

Hoy en día pasa exactamente lo mismo, millones de personas en el mundo recuerdan la llamada Semana Santa y participan en celebraciones religiosas pero, al igual que los judíos, no saben verdaderamente quien es Jesús. Por ello esta es una pregunta que es importante saber responder; cada uno de nosotros debemos tener bien claro quien es Jesús.

¿Quién es éste?: Es el Salvador del mundo

Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).

Se ha hablado mucho sobre Jesús. Unos afirman que fue uno de los grandes maestros y pensadores de la historia, otros dicen que fue uno de los grandes profetas pero, aunque todo esto no deja de ser cierto, la realidad es que Él es mucho más que todo eso. Jesús es el único Salvador de este mundo.

La palabra de Dios es clara, ¡en ningún otro podemos ser salvos! En el mundo podrá haber muchas religiones, las personas podrán tener muchos dioses, podrán haber existido muchos profetas, pero hemos de tener muy claro que solamente hay un Salvador: Jesucristo.

Podemos tener muchos conocimientos, mucho dinero, muchas propiedades, pero si no tenemos a Jesús como nuestro Salvador, no tenemos nada: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36). Jesús es el Salvador, no es un salvador, es el único.

¿Quién es éste?: La única puerta hacia la vida eterna

“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Juan 10:9).

Hay muchos que quisieran ser salvos, pero están llamando a la puerta equivocada. Puertas que no llevan a la salvación, sino a la perdición, la condenación eterna.

Muchos quieren entrar en el cielo por medio de la religión, cumpliendo ritos y obras para ganar por méritos propios esa entrada en el cielo. Pero lo único que encuentran es una pesada carga de normas y leyes que son incapaces de cumplir.

Otros quieren entrar en la vida eterna por medio del conocimiento, pero ese conocimiento lo único que ha hecho es envanecerlos, no salvarlos: “El conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1 Corintios 8:1b). Son personas que saben mucho, han leído mucho, conocen mucho, pero la letra ha aniquilado su fe: “porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6b).

La palabra de Dios es clara. La única puerta que lleva a la salvación es nuestro Señor Jesucristo.

¿Quién es éste?: El único camino hacia Dios

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

Mucha gente cree que son ellos quienes pueden decidir como llegar a Dios. Están convencidos que conocen el camino correcto para llegar al cielo. Se justifican diciendo que son buenos, que no hacen daño a nadie, que hacen buenas obras, que no son tan malos como los demás.

Sin embargo Dios, en su Palabra, dice bien claro que aunque algunos proclamen su propia bondad, no hay nadie bueno: “Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?” (Proverbios 20:6) y que nuestras obras son como inmundicia delante del Señor: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (Isaías 64:6a).

A los hombres les puede parecer que su propio camino es correcto, que les llevará a la vida, sin embargo su final es de muerte: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12).

No hay otro camino para llegar a la vida eterna que Jesucristo (Juan 14:6).

¿Quién es éste?: La única verdad

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

En una cultura en la que ya no hay verdades absolutas, en las que todo es relativo, es difícil encontrar el camino hacia Dios. Incluso en el mundo cristiano se cuestionan las mismas Escrituras y se les despoja de parte de su autoridad. Es como si cada uno decidiera qué parte es verdad y qué parte no, en función de sus preferencias.

En medio de esta inseguridad resuenan las palabras de Jesús, en las que nos dice que Él es la verdad. No una verdad, sino la única verdad real. Él mismo afirma que la palabra de Dios es verdad: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17)  y se cumplirá en su totalidad: “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:18).

¿Quién es éste?: La única vida verdadera

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

Todos anhelamos vivir. De hecho nadie querría morir si pudiera vivir eternamente y en perfectas condiciones. Sin embargo la realidad es que la muerte nos alcanza a todos. Después de la caída del primer hombre, la muerte se enseñoreó de la raza humana. No había solución para este problema.

Al dar la espalda a Dios el mal entró en la humanidad y, por eso mismo, también entró el pecado con todas sus consecuencias, incluida la muerte, tanto física como espiritual: “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23a). Ante tan gran problema solo el que es el autor de la vida, el que vive por sí mismo, el Creador, podía darnos la solución. Cristo es la manifestación física de Dios. Él es la verdadera vida: “En Él estaba la vida…” (Juan 1:4).

Solo Él puede darnos esa vida que tanto necesitamos, la vida eterna, en sus vertientes espiritual, pero también física. Y lo hizo de una forma inimaginable para nosotros, dando la suya por nosotros: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).

Su muerte en la cruz nos da vida, y vida en abundancia. Él es la vida eterna: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47); “mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23b).

¿Quién es éste?: El Cordero de Dios

“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)

Cristo se entregó a sí mismo para rescatarnos de la condenación y darnos salvación y vida eterna. Se ofreció voluntariamente para llevar a cabo este sacrificio, del que eran figura los antiguos sacrificios de la ley.  Por ello Juan el bautista exclama cuando ve a Jesús que Él era el cordero de Dios que quitaba el pecado del mundo. Esto ya había sido profetizado por Isaías cientos de años antes: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero” (Isaías 53:7a).

Jesús entregó su vida, su sangre por nosotros: “sabiendo que fuisteis rescatados… con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-19), pero hoy está a la diestra del Padre. Aunque fue menospreciado y humillado, torturado hasta la muerte, la tumba no pudo retenerlo y resucitó al tercer día.

Este Cristo, el Cordero de Dios, tiene ahora toda la gloria y el poder: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:13).

Así que si no has contestado aún esta pregunta ahora es momento de hacerlo. Cristo es el único camino hacia Dios, la salvación y la vida eterna. Fuera de Él no hay más que la perdición y la muerte eterna. Para muchos la respuesta es que Cristo es su Salvador y Señor.

Y tú, ¿qué vas a responder?

Ferran Cots, abril 2021.

Publicado en: Reflexiones

Bendición en medio de la desesperación

abril 6, 2021 by Abigail Rodés

“Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino, que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los
cielos. Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo. Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre. Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa. Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey” (Nehemías 1).

Los judíos habían sido llevados al cautiverio a causa de su desobediencia. El Señor se acordó de su pueblo y el rey les permitió a algunos regresar a Jerusalén.

Hannani, el hermano de Nehemías, con algunos otros llegaron a Susa, capital del reino, y Nehemías les pregunta por la situación en Jerusalén. Al conocer la respuesta (versículo 3), Nehemías se sentó, lloró, ayunó e hizo duelo por algunos días. Fue un llanto amargo, derramó su corazón delante de Dios, se humilló suplicando misericordia.
Nehemías figura como un gran reformador social. En todo se portó con cordura, prudencia y sensatez. Fue un gran mediador y persuadió a muchos (a veces implorando, a veces apelando a las consecuencias). Fue el principal artífice de la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, autor del libro de Nehemías y de muchas reformas políticas y sociales. Se desconoce el lugar de su muerte y de su sepultura.

Todo lo que hizo fue posible porque fue un hombre de oración y de fe. Nehemías enfatiza siempre, en todo el libro, en palabra y en hechos la importancia de la oración.

La oración de Nehemías:

  1. Una oración de reconocimiento: Nehemías reconoce a Dios y el pacto que hizo con su pueblo, sabedor de que solo el Dios de los ejércitos puede arreglar esta situación. En medio de la destrucción, desolación, dolor…Nehemías reconoce que Dios es todavía fiel a su promesa, fiel a su pacto, fiel a su amor, fiel a su pueblo…
  2. Una oración de confesión: en lugar de culpar a los demás, Nehemías se identificó con el pecado de su pueblo, lo hace suyo y lo confiesa delante de Dios.
  3. Una oración de esperanza: Nehemías sabe que a través de la oración, Dios va a actuar, va a intervenir, va a redimir a su pueblo. Está convencido de que Dios va a traer bendición en medio de la desesperación.

Podemos resumir este capítulo en:

  1. Nehemías 1:5  ADORACIÓN.
  2. Nehemías 1: 6,7  CONFESIÓN.
  3. Nehemías 1: 10  ACCIÓN DE GRACIAS.
  4. Nehemías 1: 8,9,11  PETICIÓN.

* Nehemías = Jehová consuela.

* Jesús = Salvador.


1a. Nehemías defendió al pueblo y el templo ante mucha oposición.
1b. Cristo defiende siempre a su pueblo ante los ataques de Satanás.
2a. Nehemías lloró y ayunó en la preparación a su llamamiento.
2b. Jesús apartó tiempo para orar y ayunar al empezar su ministerio.
3a. Nehemías junto con el pueblo de Dios confesaron sus pecados como parte de la restauración.
3b. Es por medio de Cristo que tenemos perdón.
4a. Nehemías dirige al pueblo a leer la ley de Jehová y a guardarla.
4b. Jesucristo se identifica como la Palabra de Dios: “ Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

La oración de Nehemías narra la grandeza de Dios y la pecaminosidad de su pueblo y concluye con un clamor de ayuda. Nehemías no temió reclamar las promesas de Dios y dice: “¡Recuerda!”.

Dios se complace si ve que nosotros creemos en sus promesas. Al verbalizarlo nos consolidamos en nuestra fe, especialmente en momentos difíciles en los cuales todo parece desalentador.

Mientras oraba, Nehemías se fortaleció en fe y valor. Su oración nos enseña que debemos humillarnos, llenos de un santo temor por la gran majestad de Dios. Por sus promesas, Cristo nos habla de su poder, de su gracia, de su amor. Recibidas y asimiladas, las promesas serán fuente de vida, fuerza de carácter, y nos inspirarán valor. Que así sea.

“Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado. Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo… Enséñame, oh Jehová, tu camino, y guíame por senda de rectitud a causa de mis enemigos… Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” (Salmo 27: 1-4, 11, 14).

Abigail Rodés. Abril 2021.

Publicado en: Reflexiones

Lágrimas

marzo 23, 2021 by Abigail Rodés

“Gozaos con los que se gozan, llorad con los que lloran” (Romanos 12:15)

Las lágrimas, por definición, son un líquido producido por el proceso corporal para limpiar y lubricar el ojo.

Lloramos de dolor, de alegría o amor, ira o miedo, por estrés o angustia, por emociones varias…

El llanto es derramar lágrimas en reacción a un estado emocional. Todos hemos llorado por algo. Nacemos llorando. Las lágrimas ayudan a distribuir el oxígeno en los ojos junto con el parpadeo; y tienen una proteína que mata las bacterias. En algunas culturas, sin embargo, se considera que llorar es indigno o infantil, despreciando a todo aquel que llora en público.

Lloramos por la muerte de un familiar o amigo cercano. Por la pérdida de nuestra casa ante un terremoto, incendio, maremoto o sunami.

La Biblia está llena de referencias sobre llorar, lamentarse, endechar, gemir…

• Job 16:20 “Mas ante Dios derramaré mis lágrimas”

• Eclesiastés 4:1 “… He aquí las lágrimas de los oprimidos sin tener quien les consuele…”

• Jeremías 9:1 “… Mis ojos fuentes de lágrimas para que llore día y noche…”

• Lamentaciones 2:1 “Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas”

Lloramos ante nuestra impotencia cuando vemos guerras y genocidios. Lloramos de felicidad. Lloramos ante un trauma, acoso, maltrato, injusticia, violación, bullying. Por nuestras miserias y por las de otros, por los indigentes y refugiados. Lloramos si nos atacan física o psicológicamente.

Por el contrario, contener nuestros sentimientos es malo, puede crear desequilibrios. Si tienes hambre, comes. Si estás herido o triste, lloras.

Llorar es una parte fundamental del auto cuidado, de ser consciente de nuestras propias necesidades o debilidades y honrarlas para beneficiar la salud de nuestro cuerpo, mente y espíritu.

• Cuando llevaron la túnica de José a su padre, él rasgó sus vestidos, puso cilicio sobre sus lomos, guardó luto y lo lloró.

• Por su llanto, Moisés fue rescatado del río y la hija del Faraón tuvo compasión de él.

• Cuando José se encontró con su padre, se echó sobre su cuello y lloró largamente.

• Ana lloraba porque Penina la irritaba continuamente porque no tenía hijos.

• David y su gente lloraron al ver la ciudad de Siclag quemada, asolada, y sus habitantes llevados cautivos.

• Jesús lloró ante la tumba de Lázaro.

Llorar nos beneficia, es saludable y conveniente. Aun así, Dios dice que “enjugará toda lágrima de ellos” porque Él nos pastorea y nos lleva a fuentes de aguas de vida (Apocalipsis 7:17).

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). ¡Bendita promesa!

Dice el predicador en Eclesiastés que todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Hay tiempo para llorar y tiempo para reír. Hay tiempo para endechar y tiempo de bailar.

¿Llorar? Sí, pero no para siempre, ¿o sí?

“Así será el fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 13:49-50).

La Biblia nos enseña claramente que vendrá el día en que la Iglesia será separada de este mundo. Y unos resucitarán para vida eterna y los que no han creído para condenación eterna. Basta leer en Apocalipsis para entender que será un día terrible para los impíos. Lo mejor que todo hombre, mujer, joven o niño puede hacer ahora es convertirse de todo corazón a Dios, creer en Cristo como su salvador y en su sacrificio en la cruz por amor. Sólo Jesús nos otorga, por su sangre, el don de la vida eterna con Él y así escapar del juicio de Dios.

¿Hay algo peor que pasar toda la eternidad en el infierno?

“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán” (Salmos 126:5).

Abigail Rodés. Marzo 2021.

Publicado en: Reflexiones

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