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Reflexiones

Los perfumes en la Biblia

marzo 23, 2021 by Abigail Rodés

El ungüento y el perfume alegran el corazón (Proverbios 27:9)

Los pueblos orientales mostraron gran interés y preferencia por la elaboración y uso de los perfumes. Se aplicaban en el cuerpo (Génesis 37:2; Ester 2:12; Proverbios 27:9; Isaías 57:9; Cantares 1:3; 4:10; Juan 12:3); en los vestidos (Salmo 45:8) y en las camas (Proverbios 7:17). Además se destinaban a usos solemnes, rituales y simbólicos: para las literas de los príncipes (Cantares 3:6-7), para embalsamar los cadáveres (2 Crónicas 16:14; Marcos 16:1; Lucas 23:56; Juan 19:39-40) y para el servicio del Tabernáculo (Éxodo 30:23-28). Los perfumes que usaban para el templo procedían de Arabia (Éxodo 22:28; 30:23-28; Eclesiastés 14:15).

Los egipcios crearon el uso de perfumes. En sus grandes banquetes acostumbraban a derramar gotas de perfumes en la cabeza de los comensales. Los hebreos siguieron esta costumbre (Salmo 133:2) y en tiempos de Cristo la practicaban con aceite (Salmo 92:10; Lucas 7:46). Los cosméticos se usaban en Israel, y el profeta Isaías hace una descripción detallada de los lujos que usaban las mujeres de su tiempo (Isaías 3:16-26).

Al oriental le gustaba ungirse después del baño, para mantener la piel flexible en un clima cálido y seco. Generalmente se usaba aceite de oliva, al que se añadían algunas veces sustancias aromáticas (Amós 6:6). Estos ungüentos eran elaborados por un perfumista (Nehemías 3:8) o perfumadora (1 Samuel 8:13); se vendían ya preparados y bien guardados en un frasco, que a veces era de alabastro (Mateo 26:7). Se ungían la cabeza (Salmo 23:5), la barba (Salmo 133:2) y los pies (Lucas 7:46). Las muchachas del harén en la corte de Persia eran cuidadosamente ungidas antes de ser presentadas al rey (Ester 2:12). Después de la unción se rociaban con sustancias aromáticas (Cantares 3:6). Esta unción se suprimía tan solo en tiempo de luto (Daniel 10:3). Los buenos ungüentos eran muy costosos (Mateo 26:7).

También se usaba la unción como medicina para los enfermos (Marcos 6:13). La madera de cedro (Levítico 14:49) contiene una sustancia utilizada en medicina para enfermedades cutáneas. El hisopo (Levítico 14:49) contiene un antiséptico suave. Ambas utilizadas en el oriente como norma de cuarentena y medicina preventiva. En la Biblia se usaba para purificar la casa después de alguna plaga, lepra, tiña, etc. 

Formaban la base de las manifestaciones religiosas. En la antigüedad, los perfumes se consideraban un lujo, tanto como el oro y la plata. Los aromas más utilizados en la antigüedad eran la canela, la mirra, el nardo, el azafrán y el incienso.

Actualmente para fabricar un perfume se utilizan frutos, flores, plantas aromáticas, algas, líquenes, granos, semillas, especias, raíces, maderas, bálsamos, resinas, hojas de árboles, arbustos y otros aromas, también de origen animal. Un ejemplo de cada sería éste: Naranja, rosa, hierbabuena, algas marinas, anís, nuez moscada, pimienta, jengibre, gálbano, incienso, eucalipto, laurel, manzanilla, tabaco, madera, y como aroma animal el almizcle. Hoy en día y cada vez más, se fabrican sustancias en laboratorio «fotocopiando» los aromas de la naturaleza o creando nuevos. Se utilizan tinturas y alcohol para matizar y redondear el perfume. Y fijadores para retardar la evaporación. En su mayoría dan mayor estructura y redondez a las fragancias. En la Biblia se habla mucho de aceites. Esencialmente éstos se clasifican en: 

a) estimulantes: Enebro, pimienta, mirra.

b) relajantes: Cedro, ciprés, rosa.

c) antisépticos: Canela, orégano, pino.

d) descongestionantes: Eucalipto, hisopo, salvia.

 Expertos perfumeros

• Nehemías 3:8

• 1 Crónicas 9:29, 30

• 2 Crónicas 16:14

• Eclesiastés 10:1

Lista de perfumes en la Biblia

Nardo, mirra, flor de alheña, lirio, incienso, polvo aromático, madera de cedro del Líbano, ungüentos, aceites, canela, azafrán, áloes, especies aromáticas, casia (corteza de canela), almizcle, rosa, narciso, gálbano aromático, estacte y uña aromática.

Mezclas

• Incienso y mirra (Mateo 2:11)

• Mirra, áloes y canela (Proverbios 7:17)

• Mirra, áloe y casia (Salmos 45:8)

• Óleo de mirra, perfumes aromáticos y afeites (Ester 2:12)

• Incienso y aceite (Ezequiel 23:41)

• Especias aromáticas, flores y mirra (Cantares 5:13)

• Mirra y flores de alheña (Cantares 1:13,14)

• Mirra, incienso y polvo aromático (Cantares 3:6)

• Mirra, canela, cálamo aromático, casia y aceite de oliva (Éxodo 30:23, 24)

• Especias aromáticas, estacte, uña aromática, gálbano aromático e incienso puro (Éxodo 30:34-37)

Todo creyente verdadero -ministro de Cristo- es como un incensario de suave incienso que esparce la fragancia de Cristo sobre un mundo corrupto y maloliente, no sólo como algo para el futuro, sino también como experiencia presente. Los que hemos aceptado al Señor y seguimos sus caminos somos olor de vida para los que se salvan y olor de muerte para los que rechazan a Cristo. Así pues tenemos una poderosa influencia sobre los demás. ¿Somos cada uno de nosotros olor grato a Jehová? Meditemos en ello.

Nos corresponde a nosotros imitar a Dios y andar como es digno, como fragante ofrenda de Cristo. Todo lo que no procede, daña a otros y niega la esencia misma del amor a Dios y al prójimo.

Noé ofreció holocaustos en el altar como agradecimiento a Jehová, y éste aceptó el culto y percibió el olor grato (quemó cañas olorosas, cedro y mirto -según un relato babilónico-).

El incienso en tiempos de Moisés simboliza la oración, la que como perfumados vapores asciende al cielo (Apocalipsis). El altar del incienso es figura de Cristo como intercesor del creyente, por cuya mediación las oraciones y la alabanza del creyente suben a Dios (Hebreos 13:15).

No debía emplearse ningún incienso extraño o mal preparado, ello sería sinónimo de una mala adoración. Únicamente los que hemos sido redimidos, purificados y ungidos podemos adorar a Dios genuinamente, como el incienso, que era especial y reservado exclusivamente para la adoración. Así también nosotros.

Las imitaciones se consideraban un crimen, castigado con la muerte, como demostración de que el culto debe ser realmente espiritual. ¿Aceptamos nosotros imitaciones, falsificaciones, plagios, copias o, tratándose de Dios, sólo aceptamos lo puro y legítimo? ¿Acepta Dios tu oración de acción de gracias, o tienes algo en tu vida que no es olor grato a Jehová?

Olor grato a Jehová:

• El altar de Noé (Génesis 8:21)

• La consagración de Aarón (Éxodo 29: 18,25,41)

• Los holocaustos (Levítico 1:9,13)  

• Las ofrendas (Números 15:7,10,13,14,24)

• La reedificación del templo (Esdras 6:10)

• Jesús (Efesios 5:2)

• Los creyentes (2 Corintios 2:15)

• Buenas dádivas (Filipenses 4:18)

• Las oraciones de los santos (Apocalipsis 5:8; 8:3,4)

 Como enseñanza podríamos decir lo siguiente: Ya que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo 

(1 Corintios 6:19), debemos estar bien presentados ante su presencia. Debemos glorificar a Dios en espíritu y cuerpo. Nuestro perfume debe ser aquel que demuestra que Cristo está en nosotros. Nuestros hechos, palabras, acciones, etc. Todo esto puede ser nuestro perfume. El perfume «que huele a Jehová». Seamos «olor grato a Jehová» (2 Corintios 2:15-16).

Abigail Rodés. Marzo 2021.

Publicado en: Reflexiones

¿Arqueólogos o arquitectos?

marzo 1, 2021 by Ferran Cots

Los arqueólogos investigan las ruinas de civilizaciones antiguas, todo su interés es conocer cómo vivían, su cultura y costumbres, sus creencias… y cualquier otro tipo de conocimiento que se pueda obtener. Es una profesión que estudia el pasado, lo que hubo, o mejor dicho lo que queda de ello. Como mucho intentan reconstruir tal y como ellos entienden que pudo ser tal o cual civilización. Es, sin duda un trabajo muy interesante. Sin embargo muchas veces su conocimiento no aporta nada con perspectiva de futuro. Podemos entender mejor a aquellos hombres y mujeres que vivieron hace miles de años, pero eso no nos ayuda mucho de cara al futuro.

Por otro lado los arquitectos proyectan para el futuro. Viviendas, fábricas, ciudades…, pero siempre de cara al futuro, haciendo algo nuevo. O transformando algo viejo en algo nuevo y útil. Es pues bien diferente del trabajo de los arqueólogos. Los cristianos, en nuestra vida, podemos compararnos a ambas profesiones. ¿Qué queremos ser, arqueólogos o arquitectos? O, planteemos la pregunta de otra forma, ¿qué creemos que deberíamos ser?

Si somos arqueólogos significa que nos quedaremos anclados en el pasado, pensando en aquellos tiempos que pasaron, recordando una y otra vez aquellos momentos vividos, pensando aquello de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Es una actividad que en realidad no reporta nada nuevo a nuestra vida, no trae crecimiento sino un permanecer inmóviles en aquellos recuerdos que lo único que consiguen es mantenernos detenidos en el tiempo y sin posibilidad de progresar. A este respecto recordemos las palabras de Pablo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). El apóstol nos advierte seriamente sobre ese quedarnos mirando hacia atrás, viviendo de recuerdos o rentas, ya que nos impediría avanzar en el camino que tenemos por delante. Así que como cristianos no deberíamos contentarnos con ser arqueólogos (aunque una labor de análisis del pasado no está de más, siempre y cuando sea para aprender las lecciones que ese pasado nos puede aportar), sino que deberíamos querer ser arquitectos.

En la Palabra de Dios se menciona a la Iglesia como un edificio. La labor de un arquitecto es la de diseñar el edificio y supervisar la construcción. En este sentido el Arquitecto por excelencia es el mismo Señor, quien ha trazado los planos de lo que ha de ser su Iglesia. Él ha sido quien ha puesto la piedra principal del edificio: “… edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20), sobre la cual se edifica toda la Iglesia. Nuestra misión es contribuir a levantar ese edificio, no que podamos conseguir acabarlo, puesto que quien finalmente puede hacerlo es el mismo que lo empezó, pero debemos esforzarnos en edificar, sobre el verdadero fundamento. Y ese edificar pasa sin duda por la extensión del Evangelio y el crecimiento espiritual de los creyentes. Pero para poder edificar necesitamos la ayuda del Arquitecto supremo. David así lo reconocía en el Salmo 127:1: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican…”. Sin la ayuda del mismo Dios el trabajo es en vano.

Así que, vemos por un lado la necesidad de edificar (evangelizar, crecer en el conocimiento de la Palabra, hacer las buenas obras preparadas por Dios, dar un buen testimonio, trabajar por el futuro de la Iglesia…) y por otro la necesidad de ponernos en las manos de Dios para que Él sea el que lleve adelante la obra. Pero tengamos cuidado como edificamos no sea que nuestra aportación al edificio común sea inútil o inadecuada. Recordemos la advertencia del apóstol Pablo a los corintios en su primera epístola, capítulo 3 y versículos del 9 al 15.

En cualquier caso, ¿qué pensamos que debemos ser, arqueólogos o arquitectos? Si nuestra misión es edificar (o sobreedificar sobre el fundamento puesto) entonces ser arqueólogos nos podrá dar alguna experiencia sobre como evitar errores pasados, pero en ningún caso nos ayudará en nuestra vida diaria, en avanzar en ese camino de fe que tenemos ante nosotros como individuos o como Iglesia. Seamos arquitectos empeñados en edificar y hacer avanzar la obra de Dios, mediante su guía y su poder. Sólo así cumpliremos el propósito para el que estamos aquí en la tierra, ser sal y luz y dar testimonio al mundo del Evangelio de Cristo: el amor, la misericordia y la justicia de Dios.

Ferran Cots, marzo 2021.

Publicado en: Reflexiones

El asombroso perdón de Dios

marzo 1, 2021 by Ferran Cots

Una de las historias que explicó Jesús durante su ministerio se refería a un padre que tenía dos hijos. Nosotros hemos dado en llamarla la parábola del hijo pródigo, aunque tal vez sería más conveniente llamarla la parábola del hombre que tenía dos hijos (leer Lucas 15:11-32).

El hijo menor reclamó a su padre su parte de la herencia, lo que significaba que para él era como desear su muerte, ya que la herencia solo se recibe a la muerte del testador. Así que, podemos imaginar la sorpresa y el dolor de aquel hombre al recibir semejante petición de su hijo. Sin embargo, en vez de recriminarle su actitud, contraria al respeto que como hijo debía a su padre, éste vende parte de sus bienes (la tercera parte) y da a su hijo el producto de la venta. Una vez en posesión de aquella fortuna el joven se va bien lejos, donde nadie conocido pudiera echarle en cara sus actos, y se dedicó a vivir de una forma ostentosa y disipada. Sabemos que, cuando dilapidó toda su fortuna, perdió todos aquellos que se hacían llamar sus amigos que, en realidad, no eran más que parásitos y vividores a costa de su dinero. Acuciado por la necesidad y el hambre, la Escritura dice que “volvió en sí” y planeó volver con su padre. Era consciente del daño que le había infligido y, según la ley y las costumbres de la época, debía pagar por ello. Por eso piensa volver a su padre diciéndole que le trate como a uno de sus jornaleros. Sabía que había obrado mal y quería solucionar el problema. 

Pero las cosas no salieron como él pensaba. Su padre, al verlo de lejos, fue corriendo hacia él, le besó y no le dejó decir todo lo que tenía preparado. Le restituyó en su posición sin recriminaciones y le revistió con la máxima dignidad. Le hizo poner el mejor vestido y un anillo en su dedo con todo lo que ello significaba, su restitución como hijo al hogar paterno.

Es entonces cuando aparece el otro hijo en escena, el que era su primogénito. Éste al oír el ruido de la fiesta pregunta que estaba sucediendo. Pero en vez de entrar en la casa y preguntar a su padre, se hace informar por uno de los criados. Conocemos el final de la historia, en que este otro hijo no experimenta ninguna alegría al saber que su hermano había vuelto arrepentido.

Los dos hijos podían ser calificados como malos. Cuando Jesús explicó esta historia se estaba dirigiendo a publicanos y pecadores por un lado (el hermano menor) y a fariseos y escribas, que se creían muy justos en su propia opinión (el hermano mayor).

La enseñanza de todo esto es que hay muchas personas, aparentemente cristianas, sujetas a legalismos religiosos y todo tipo de “buenas obras”, que dicen obedecer a Dios, como el hijo mayor dijo que obedecía a su padre, pero que lo único que buscan es su propio interés. Su obediencia no viene del amor a Dios, sino de lo que puedan conseguir (o creen poder hacerlo) de Dios.

El hermano mayor obedecía a su padre por conveniencia propia, se creía muy justo y buen hijo. Sin embargo su obediencia era interesada. Él tampoco amaba a su padre como debía. Y es por eso que, cuando su hermano es restituido, siente amargura y odio. No era capaz de experimentar perdón hacia él, como sí hizo el padre.

Hay aquí un problema subyacente que es fácil que nos inquiete. Los cristianos intentamos vivir una vida agradable a Dios, pero si la motivación de esto es solamente por conveniencia no sirve de nada. Debemos experimentar su amor y vivir precisamente porque Él nos amó primero, y nosotros sentimos la necesidad de corresponderle. 

Muchas veces vemos cómo personas que aparentemente son muy fieles no entienden que la salvación es por pura gracia: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). El hijo menor de la historia anterior fue rehabilitado y perdonado por amor, olvidando lo pasado. Algo similar a lo que sucedió con el malhechor crucificado al lado del Señor que, tras una vida de crímenes y delitos, recibió de forma inmediata el perdón divino (Lucas 23:39-43). La salvación es por pura gracia y no depende del tiempo que vivamos después de la conversión. Recordemos a los labradores de la viña, cuando los que trabajaron menos tiempo recibieron el mismo salario que los que llevaban trabajando todo el día, y se quejaron por ello (Mateo 20:1-16). 

Este es el asombroso perdón de Dios. Todos nosotros somos como aquél hijo pródigo. En mayor o menor medida hemos malgastado parte de nuestra vida, hasta el momento en que la gracia y el perdón divinos nos alcanzaron. Dios es como el padre de la parábola. Viene en nuestra busca y nos da un perdón que no podemos comprender. Si alguien nos hubiera infligido una ofensa tan grande como la que nosotros le hicimos a Él, darle la espalda y considerarle como muerto porque no queríamos que tuviera nada que ver con nosotros, nuestra respuesta hubiera sido de venganza y castigo. 

Pero Dios, nuestro Padre celestial, nos amó de una manera incomprensible para nuestra mente carnal. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:4-5).

¿Alguien se cree merecedor de este amor? El hijo menor fue salvado por gracia, no tuvo que hacer nada, simplemente fue consciente de su miseria y acudió a su padre arrepentido y buscando su perdón. El hermano mayor creyó que sus méritos, probablemente hechos a desgana, podrían salvarle, y por eso no entró a la fiesta, ni fue capaz de aceptar que aquél hermano disoluto hubiera sido perdonado. Algo similar pasará a aquellos que creen que la salvación puede ganarse por méritos propios. Quedarán fuera de la fiesta por excelencia, la cena de las bodas del Cordero.

Cristo entregó su vida para que nosotros no perdiéramos la nuestra. Pero hemos de aceptar su sacrificio, su amor, su perdón y, algo importante, su señorío, pues no en vano Él es Rey de Reyes y Señor de Señores. Y si hemos de ser imitadores de Jesús, hemos de amar a nuestro prójimo y perdonar sus ofensas. Porque finalmente, como dice José de Segovia en su libro “El asombro del perdón”, “cuando perdonamos, liberamos a un prisionero, pero entonces descubrimos que el prisionero éramos nosotros”.

El perdón de Jesús es liberador y por eso hemos de extenderlo hacia un mundo que no sabe perdonar, ni nunca lo supo hacer. Solo el Evangelio de Cristo libera y enseña a perdonar. Ese es nuestro gran privilegio como hijos de Dios.

Ferran Cots, marzo 2021.

Publicado en: Reflexiones

Malos vecinos

febrero 4, 2021 by Abigail Rodés

Cuento

«Había una vez un hombre que salió un día de su casa para ir al trabajo, y justo al pasar por delante de la puerta de la casa de su vecino, sin darse cuenta se le cayó un papel importante. Su vecino, que miraba por la ventana en ese momento, vio caer el papel, y pensó:

-¡Qué descarado, el tío va y tira un papel para ensuciar mi puerta, disimulando descaradamente!

Pero en vez de decirle nada, planeó su venganza, y por la noche vació su papelera junto a la puerta del primer vecino. Este estaba mirando por la ventana en ese momento y cuando recogió los papeles encontró aquel papel tan importante que había perdido y que le había supuesto un problemón aquel día. Estaba roto en mil pedazos, y pensó que su vecino no sólo se lo había robado, sino que además lo había roto y tirado en la puerta de su casa. Pero no quiso decirle nada, y se puso a preparar su venganza. Esa noche llamó a una granja para hacer un pedido de diez cerdos y cien patos, y pidió que los llevaran a la dirección de su vecino, que al día siguiente tuvo un buen problema para tratar de librarse de los animales y sus malos olores. Pero éste, como estaba seguro de que aquello era idea de su vecino, en cuanto se deshizo de los cerdos comenzó a planear su venganza.

Y así, uno y otro siguieron fastidiándose mutuamente, cada vez más exageradamente, y de aquel simple papelito en la puerta llegaron a llamar a una banda de música, o una sirena de bomberos, a estrellar un camión contra la tapia, lanzar una lluvia de piedras contra los cristales, disparar un cañón del ejército y finalmente, una bomba-terremoto que derrumbó las casas de los dos vecinos…

Ambos acabaron en el hospital, y se pasaron una buena temporada compartiendo habitación. Al principio no se dirigían la palabra, pero un día, cansados del silencio, comenzaron a hablar; con el tiempo, se fueron haciendo amigos hasta que finalmente, un día se atrevieron a hablar del incidente del papel. Entonces se dieron cuenta de que todo había sido una coincidencia, y de que si la primera vez hubieran hablado claramente, en lugar de juzgar las malas intenciones de su vecino, se habrían dado cuenta de que todo había ocurrido por casualidad, y ahora los dos tendrían su casa en pie…

Y así fue, hablando, como aquellos dos vecinos terminaron siendo amigos, lo que les fue de gran ayuda para recuperarse de sus heridas y reconstruir sus maltrechas casas».

Puedes ver el cuento en vídeo:

https://cuentosparadormir.com/videocuentos/castellano/videocuento-los-malos-vecinos-acento-castellano

En estos tiempos pandémicos acostumbramos a estar mucho más en casa, solemos tener más relación con nuestros vecinos, los vemos más a menudo, o nos molestan más sus ruidos. No estamos habituados a tanto alboroto, voces, gritos, TV a todas horas o música a alto volumen.

¿Has tenido algún malentendido con alguno de ellos? ¿Te han ocasionado problemas? ¿Quizás hay alguno que podría llevarse el título «el peor vecino del año»? Sea como fuere, las malas relaciones entre vecinos vienen de lejos…

También en la Biblia se habla de MALOS VECINOS (leamos en Jeremías 12).

Un vecino es aquel que habita con nosotros en un mismo bloque, casa, barrio o pueblo. Lo tienes al lado, arriba, abajo o en el entresuelo. Coincides con él en el ascensor, en el vestíbulo, en la calle, en el súper o la farmacia. O quizás los hijos de tu vecino van a la misma escuela o instituto que los tuyos. 

Si nos trasladamos al tiempo de Jeremías, podemos leer en el capítulo 12, versículo 14 que también tenía MALOS VECINOS.

Jeremías era consciente de que su pueblo era como otros pueblos. Que las naciones vecinas contemplaban la debilidad del pueblo de Dios para atacarlo. Y Jeremías entra en tensión, se excita, se pone nervioso.

El pueblo de Israel cerró sus oídos y no quiso seguir ningún mandamiento de Dios porque vivir para Él no les pareció interesante. Como en los días de Jeremías, tampoco hoy a muchos «cristianos» les agrada lo que Dios demanda de sus vidas y no le obedecen. Aunque algunos no quieran escuchar, nuestra responsabilidad es anunciar el Evangelio, la de ellos es aceptarla.

Jerusalén no quería hacer caso de las advertencias, no les gustaba como Jeremías condenaba su pecado. Rehusaron tomar el camino marcado por Dios, escogiendo el suyo propio. ¿Te suena?

Dios probó al pueblo de Judá y no encontró pureza en sus vidas. Siguieron andando en sus caminos de maldad. El profeta sabía que al final llegaría la justicia de Dios, pero se impacientaba. 

Dios conoce bien la culpa del hipócrita y la sinceridad del justo. Dios los entregó a sus enemigos, a sus MALOS VECINOS, por su propia necedad.

Versículo 11:

– «No hubo hombre que reflexionase» (Biblia Reina Valera 60).

– «Porque a nadie le importa» (Biblia Nueva Versión Internacional)

– «Porque no hubo nadie a quien le importara» (Biblia de las Américas)

– «Pero a nadie le preocupa» (Biblia Dios Habla Hoy)

– «Porque no hubo hombre que mirase» (Biblia del Oso 1569)

– «A nadie siquiera le importa» (Biblia Nueva Traducción Viviente)

– «Ningú no en fa cas» (Bíblia Catalana)

¿Qué pasó con el pueblo? Fue puesto en asolamiento, fue asolada toda la tierra. «Sembraron trigo, y segaron espinos; tuvieron la heredad, mas no aprovecharon nada…» una cosecha miserable a causa de la ardiente ira de Jehová.

CONCLUSIÓN: 

«Mas si no oyeren, arrancaré esa nación, sacándola de raíz y destruyéndola, dice Jehová» (Jeremías 12:17)

Una vida de frustración por falta de reflexión. ¿Recuerdas lo que les sucedió a los malos vecinos del cuento? Espero que podamos aprender la lección y aplicarla a nuestra vida.

Abigail Rodés. Febrero 2021.

Publicado en: Reflexiones

Un dia en la vida de Jesús

febrero 4, 2021 by Abigail Rodés

Es invierno. Los días son más cortos, las noches más largas, las temperaturas más bajas. Llueve, hace viento y hay menos sol. Es la estación más fría del año, temporada de lluvias y nieve. Quizás nuestro ánimo se convierte en tristeza, desesperanza o cansancio. Como diría Job: “meses de calamidad”; “¿cuándo me levantaré?”; “la noche es larga y estoy lleno de inquietudes hasta el alba”; “mis días fenecieron sin esperanza”…

Pero el Señor cura nuestros corazones destrozados y venda nuestras llagas. “Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas” (Salmo 147:3).

Quiero que hoy nos fijemos en Jesús, en su día a día. En un solo día estuvo en 4 lugares diferentes con 4 actividades distintas:

  1. La sinagoga
  2. La casa de Simón Pedro
  3. La puerta de la casa
  4. Un lugar desierto

Lectura: Evangelio de Marcos 1:21-35

1. En la sinagoga, enseñaba. Jesús empezó a predicar en Capernaum, adoctrinaba, instruía a todos y de repente un hombre con un espíritu inmundo empezó a dar voces. Jesús le reprendió y le sanó. El relato de Jesús se vio interrumpido bruscamente por la presencia de un hombre endemoniado que posiblemente quería estorbar la exposición de Jesús. Pero nada ni nadie puede truncar su obra. Cristo, por su gracia, libra nuestras almas de las manos de Satanás. Dondequiera que Jesús iba, llegaba para hacer el bien.

2. Al salir de la sinagoga, llega a casa de Simón y Andrés y encuentra acostada con fiebre a la suegra de Simón. Jesús se le acerca, toma su mano, y la levanta de la cama completamente curada. Todos aquellos que están enfermos pueden esperar la gracia de Dios en sus vidas. La presencia del Salvador es constante y calma nuestros dolores. Dice la Palabra: “Y ella les servía”.

Dios nos cura para que podamos ministrarle a Él, a nuestros semejantes, a nuestros hermanos en la fe, por amor a Él. Cuando estamos sanos debemos preocuparnos por aquellos que no lo están. En el pasaje de la curación de la suegra de Pedro vemos la misericordia de Dios a favor de su pueblo. Así que: “Alaba a Jehová, porque Él es bueno; porque para siempre es su misericordia” (Salmo 118:1). “Pueblos todos alabadle porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia” (Salmo 117).

El ministerio terrenal de Jesús era muy amplio.

Ese sábado, la suegra de Pedro no pudo ir a la sinagoga porque estaba enferma. Al finalizar casi el día de reposo no solo ella fue sanada, sino muchos otros que trajeron a Jesús. No importa lo grave o leve que sea la enfermedad, nada es imposible para Dios. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Como dice Isaías “toda cabeza está enferma y todo corazón doliente”.

La misericordia de Dios también llega a la enfermedad de muerte, al pecado. Dios tiene aún misericordia de aquel que pide perdón por su pecado. La misericordia de Dios es real y personal. No rechaza a los que le buscan.

3. Tenemos a Jesús a la puerta de la casa sanando a endemoniados y a otros muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades. Siempre pendiente de los desfavorecidos, del prójimo desafortunado y desvalido. Esto es lo que Dios es y lo que Dios hace.

4. Y finalmente, siendo aún muy oscuro, se fue a un lugar desierto a orar. En nuestra vida no puede faltar ese encuentro a solas en oración con Dios. La oración es comunión con Dios, es la unión íntima con nuestro Creador, Salvador y Señor. Al observar la vida de Jesús, vemos que Él siempre oraba al Padre, era su práctica habitual. Se apartaba de la gente y buscaba un lugar tranquilo para orar. Alentaba a los suyos a orar, enseñó a sus discípulos cómo orar… La oración cambia situaciones, circunstancias, nos cambia a nosotros. Génesis 32 nos cuenta cómo Jacob oró a Jehová y su vida cambió. ¡La oración es la clave!

Dios trabaja a través de la oración. Dios contesta la oración. La oración nos libra de la tentación. Muchos han caído y han sido derrotados por descuidar la oración.

Jesús, nuestro ejemplo a seguir. Dedicó su tiempo al culto en el templo, centrado en la lectura y exposición de la ley. Los que acudían a la sinagoga principalmente era para adorar a Dios y escuchar su Palabra. Jesús enseñaba las Escrituras de tal modo que sorprendía a todos los asistentes (Marcos 1:22) y quedaban admirados de su doctrina. Él sacaba el verdadero sentido espiritual de los rollos.

Muchos habréis leído los Salmos de David cuando estaba angustiado y afligido, nadie podía ayudarle; por eso clamaba al único que lo podía socorrer, a Aquel que tiene “abundancia de misericordia” y con el que puedes experimentar la Salvación. “Porque Jehová oye a los menesterosos, y no menosprecia a sus prisioneros” (Salmo 69:33).

Me impresiona las vidas tocadas por Jesús:

a) transformadas para servir (como la suegra de Pedro)

b) transformadas para publicar las maravillas de Dios

c) transformadas para temer a Dios (Isaías 8:13 “A Jehová de los ejércitos, a Él santificad; sea Él vuestro temor”…).

Hoy todavía es día de consuelo y esperanza. Dios sigue transformando vidas por su gran misericordia. Sigue manifestando su compasión y bondad sobre su pueblo (lee el Salmo 46).

Para resumir. Un día cualquiera de Jesús, podría ser el nuestro. Una forma de vida equilibrada, sabia, plena y bendecida.

1. Aprender de las Escrituras

2. Reunirnos con familiares y amigos

3. Llevar a otros a Jesús.

4. Orar.

Empezamos con Job y terminamos con él. “Y quitó Jehová la aflicción de Job cuando él hubo orado… Y murió Job viejo y lleno de días”. 

Abigail Rodés. Febrero 2021.

Publicado en: Reflexiones

Un año de película

enero 2, 2021 by Abigail Rodés

En mi pasado cumpleaños me regalaron el libro de Jaime Fernández Garrido “Un año de película”. Para algunos el año 2020 ha sido una película de terror, porque han perdido a familiares y amigos por el covid-19. Para otros ha sido una película de amor porque se han casado y han podido formar un nuevo hogar (no sin haber tenido que cambiar de fecha y lugar). Para otros ha sido un año de película de misterio por no saber qué les depararía el mundo laboral (¿despido, erte, cierre de negocio familiar…?).

Quisiera compartir 12 textos en 12 meses. Quizás cuando los leas serán diferentes para ti, con otro significado, pero deseo de corazón que Dios mismo y su Espíritu sean los que te hagan enfrentar el nuevo año 2021 de forma especial y que sea también para ti “un año de película singular y atípico”.

Recuerda: son citas del libro “Un año de película” de Jaime Fernández. Ed. Abba. 2018. 

Algo difícil de escoger por cierto, por lo que recomiendo leer todo el libro ya que no tiene desperdicio.

ENERO: La excelencia es nuestro objetivo. Todo lo que hacemos tiene trascendencia eterna. Cada detalle bien hecho es una pincelada de eternidad.

FEBRERO: Dar es vivir. Cuando dejas de dar, no hay nada por lo que vivir. Hay toda una eternidad donde cuenta todo lo que hemos hecho.

MARZO: Las prisiones interiores son las que terminan destruyendo nuestra alma. Caemos en la tiranía del desencanto porque siempre encontramos alguna circunstancia o situación que nos entristece y nos roba la paz.

ABRIL: Un encuentro con Jesús lo revoluciona todo. Él nos habla, nos ama, nos perdona, nos restaura, nos abraza, nos enseña a mirar, nos educa a agradecer… A veces nos conformamos con un pequeño reflejo de gloria, cuando el Señor quiere regalarnos el resplandor de su presencia.

MAYO: No podemos tener compasión si no vivimos con pasión. Estamos acostumbrados a la comodidad y a la falta de compromiso. Lo que necesitamos es aprender a vivir con la misma pasión que demostró el Señor Jesús: vivir apasionados por la bondad, derrochando la gracia de Dios y ofreciendo nuestra misericordia a todos.

JUNIO: Más feliz es el que da, que el que recibe. De eso trata el evangelio. Vivir en la presencia de Dios también tiene que ver con aquello de: “… servíos por amor los unos a los otros” (Gálatas 5:13b).

JULIO: ¡Alaba a Dios! ¡Derrocha entusiasmo por Él! ¡Vive impresionado por lo que Él es y hace! ¡Está orgulloso de conocerle y amarle! Lo que la Biblia enseña es que no es posible alabar a Dios de una manera fría o insensible. ¡Aleluya!.

AGOSTO: Necesitamos tiempo a solas con el Señor, cada mañana, cada noche, para saber dónde estamos y a dónde vamos. Si despreciamos al Autor de la vida terminamos viviendo sin rumbo. Fuimos diseñados para conversar con Dios, para depender de Él y descansar en Él. Sólo su presencia le da sentido a lo que vivimos.

SEPTIEMBRE: Sólo en Cristo podemos disfrutar de una libertad verdadera, sólo su gracia puede liberarnos de todo aquello que nos ata. ¡No se trata de cumplir normas, sino de confiar en Jesús! Somos hijos de Dios, ¡nadie puede esclavizarnos!

OCTUBRE: Dios nos salvó para transformar nuestra vida. Vivimos de una manera diferente, dando gracias a Dios, siguiendo la guía del Espíritu Santo, ayudándonos unos a otros, sirviendo a Dios. No podemos ser perfectos… ¡pero sí irreprensibles!

NOVIEMBRE: Orar a Dios es ir con Él a todas partes, hablarle en todos los lugares, de todas las formas posibles. Orar es vivir. Él nos regala todas sus riquezas y bendiciones espirituales. Las oraciones no son frases hechas, es una dependencia absoluta de Dios. No tiene nada que ver con que los demás nos escuchen y vean, sino con que ¡Dios nos oiga!

DICIEMBRE: Las personas fuimos diseñadas para adorar. La adoración tiene que ser disfrutada. Cuando le adoramos a Él, no sólo lo damos todo, sino también lo recibimos todo.

“De ti será siempre mi alabanza” (Salmo 71:6b).

Prepárate para recibir las promesas y bendiciones de Dios. ¡Un nuevo año de victoria en Cristo Jesús!

¡Feliz año nuevo 2021!

Abigail Rodés. Enero 2021.

Publicado en: Reflexiones

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