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Reflexiones

¿Quién sabe?

octubre 15, 2020 by Abigail Rodés

              “¿Quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (Ester 4:14).

¿Cuántos de vosotros no queréis un buen número de dones para poder ministrar al pueblo de Dios?

Posiblemente os gustaría ser como David, hombre noble que fue ungido por el Señor para ser rey de Israel. De una vida pastoril pasó a la corte. Músico, poeta, valiente, prudente en su conducta, audaz, leal, generoso, conquistó con sus hazañas el amor del pueblo, capaz de aliviar el ánimo al rey Saúl, gran guerrero, victorioso ante el gigante Goliat…

Pero detrás de todo esto vivió también una vida de rechazo: de sus hermanos, de su esposa Mical, fue perseguido implacablemente por el rey Saúl, vivió en una posición muy difícil entre los filisteos…

A veces olvidamos lo difícil que es tener muchos dones. ¡Menuda responsabilidad! El Señor nos pedirá cuentas de todo lo que hagamos con todos nuestros talentos. Queremos muchos porque creemos que así podemos servir mucho mejor a Dios, porque le amamos y pensamos que haremos muchas cosas para su reino.

Pero, ¿quién sabe? ¿Y si estás aquí para una sola cosa? ¿Y si Dios tiene un solo propósito para ti en toda tu vida?

Veamos dos ejemplos:

1. Un hombre: Noé. Célebre patriarca, preservado por Jehová durante el Diluvio, llegó a ser el segundo fundador de la raza humana.

a) Hombre justo: “Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” (Génesis 6:9); “si estuviesen en medio de ella estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia librarían únicamente sus propias vidas, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 14:14).

“y si estuviesen en medio de ella Noé, Daniel y Job, vivo yo, dice Jehová el Señor, no librarían a hijo, ni hija; ellos por su justicia librarían solamente sus propias vidas” (Ezequiel 14:20).

b) Predicador de la justicia: “cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los tiempos de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua” (1 Pedro 3:20).

Noé fue un gran ejemplo de fe verdadera, sin embargo poco se dice de él sino que tuvo tres hijos y construyó un arca. Además tuvo poco éxito en su empresa ya que nadie más que los animales y su familia se salvó. Pero la primera cosa que hizo Noé al salir del arca fue edificar un altar sobre el cual ofreció un holocausto y Dios hizo pacto con él. ¡Aún hoy en día podemos ver el arco iris en el cielo después de la lluvia! Noé vivió 350 años después del diluvio y los descendientes de sus tres hijos volvieron a poblar el mundo. De su hijo Sem surgió el pueblo escogido de Dios y el Salvador, Cristo Jesús.

2. Una mujer: Ester. Hermosa doncella hebrea, huérfana, adoptada por Mardoqueo (Ester 2:7b). Fue  elegida para ocupar el trono de Persia como reina después que el rey Asuero repudiara a la reina Vasti. Ella se distinguió por su hermosura, por su obediencia, por su buen carácter, su discreción, por su valor, su fe y diplomacia.

“… la joven era de hermosa figura y de buen parecer…” (Ester 2:7); “… porque Ester hacía lo que decía Mardoqueo…” (Ester 2:20); “… porque Ester no había declarado su nación ni su pueblo…” (Ester 2:20); “… ayunad por mí, no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente… y si perezco, que perezca” (Ester 4:16); “… si place al rey, vengan hoy… al banquete que he preparado para el rey” (Ester 5:4).

Es increíble como Dios tuvo cuidado de su pueblo, hallándose cautivo en tierra extranjera, por medio de una mujer. Ester ocupó un lugar en la corte que le valió hacer un enorme favor a la nación hebrea.

“¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (Ester 4:14).

Mardoqueo tenía plena confianza en las promesas y la fidelidad de Dios. Tenía que llegar el Mesías, así que ese no podía ser el exterminio del pueblo de Dios. Mardoqueo insta a Ester en que Dios enviará socorro por un camino u otro, le avisa que ella es parte de ese pueblo y morirá con todos ellos. Dios actuará con ella o sin ella. Sus propósitos nunca son invalidados por la infidelidad de sus siervos. Dios le dio a Ester un cometido, de ella dependía llevarlo a cabo. Dios tiene recursos ilimitados y nadie desbarata sus planes. Ester no era imprescindible, pero Dios quería usarla para salvar a su pueblo. Dios actúa aún si sus siervos fueran infieles y desobedecieran el mandato dado por Él. Pero grande es Dios que nunca anula la responsabilidad humana. Cómo humanos podemos decidir obedecer o no. Pero entonces tendremos que atenernos a las consecuencias. Dios dirigió los acontecimientos, precisamente en el momento en que Ester fue reina. No fue casualidad. Dios llamó a Ester a ser parte de la salvación de los judíos.

De igual manera Dios tiene grandes planes para nosotros. Debemos estar atentos a nuestra situación y entender y conocer los propósitos de Dios en nuestra vida. No seamos cobardes. Seamos parte de su proyecto. Dios tiene a bien llamar, guiar y utilizar a aquellos que en Él confían.

Abigail Rodés. Octubre 2020.

Publicado en: Reflexiones

Disruptivo

octubre 15, 2020 by Abigail Rodés

Disruptivo: dícese de algo que interrumpe una acción, un problema inesperado. Indica ruptura de algo con cierta brusquedad. Es aquello que interviene de una forma abrupta para desordenar o alterar una situación.

En el mundo de la enseñanza o la formación siempre hay una planificación, un orden, unas reglas… pero a veces ocurre una situación disruptiva que altera o modifica el aprendizaje. Por lo general se toman medidas para que no se produzcan. 

En el ámbito empresarial, por el contrario, se busca porque produce un efecto de transformación. Suele ser un elemento diferente en cuanto a tecnología, estrategia o comunicación.

En cuanto a la creación o innovación se hace referencia a un nuevo modelo de negocio, que surge con un propósito diferente y que rompe con lo establecido. Las empresas cuentan con estrategias tecnológicas atípicas y distintas, buscando algo nuevo, impactante, revolucionario, en fin, una propuesta disruptiva.

Se habla de innovación y tecnología disruptiva, tensión disruptiva, siempre con el pensamiento de cambio.

Algo así sucede en nuestra vida espiritual. El hombre y la mujer, el joven o el niño pecadores por naturaleza, transitan por este mundo de manera fija, inalterable. Hasta que un día, escuchan la Palabra de Dios y el Espíritu Santo entra en su vida de forma disruptiva produciendo numerosos cambios personales, familiares, sociales, etc. Una gran modificación estructural a todos los niveles. Se produce algo disruptivo, una interrupción súbita, una ruptura al pecado para propiciar una renovación radical porque el Espíritu Santo está en nosotros. El término disruptivo hace referencia a algo que ocasiona un cambio determinante. Y esto es lo que sucede cuando nos declaramos pecadores ante Dios, nos arrepentimos de todos nuestros pecados y aceptamos por fe que la sangre de Jesús nos limpia y nos da una nueva y abundante vida en Él.

  • Asegúrate de que entiendes quién es Dios, que Él te hizo, que es santo y que te ama.
  • Pecado es desobedecer a Dios, es ir en contra de Él. Pecamos porque somos pecadores y el pecado merece un castigo, la muerte.
  • Comprende que Dios el Hijo es quien murió en una cruz siendo el único que te puede salvar de tu condenación.
  • Jesús resucitó de entre los muertos y si tu crees en Él, también un día resucitarás para estar con Dios por toda la eternidad.
  • Pide a Dios que te perdone, lee la Biblia, habla con Dios en oración cada día, reúnete con otros creyentes.
  • Es importante que tengas la seguridad de tu salvación.
  • Pide ayuda si hay cosas que no entiendes o ignoras.
  • Desconocer las Sagradas Escrituras no te eximen de quedar libre de culpa o liberarte de la carga del pecado.
  • Recuerda que una persona salva por la cruz de Cristo debe mostrar cambios en su vida, en sus actitudes y comportamientos.

¿Crees que Jesús murió por ti? ¿Crees que necesitas a Jesús en tu vida?

¿Crees que Dios puede perdonarte y darte vida eterna? ¿Confías en Dios en todas las áreas de tu vida?

Jesús tomó voluntariamente el castigo por tu pecado, por mi pecado. Murió en la cruz en tu lugar, en mi lugar.

“Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hechos 2:21).

“Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo” (Joel 2:32).

“Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10).

Una gran oportunidad: ¡deja que Dios entre en tu vida de forma disruptiva y verás lo que pasa!

Abigail Rodés. Octubre 2020.

Publicado en: Reflexiones

Dad de gracia

septiembre 28, 2020 by Abigail Rodés

Hace poco recordé una historia que me contaron de pequeña en la Escuela Dominical.

“La Navidad estaba ya muy próxima y los niños de la Escuela Dominical en una misión china contaban los días… Uno de los niños le preguntó a la maestra porque ella no se veía feliz ante las fiestas de Navidad. Ella estaba preocupada pensando en cuántos niños chinos no tenían lo suficiente para comer. Además nunca habían escuchado de Jesús. Les animó a pensar en algo para paliar esta situación. Al día siguiente los niños, después del ensayo general de las poesías de Navidad y la obra de teatro, le dijeron a la maestra que habían pensado en una cosa. Atentamente la maestra escucho su idea. Querían abstenerse ese año de todas las chucherías y golosinas que recibían y con ese dinero comprar alimento para otros niños chinos pobres. Todos estaban de acuerdo menos un niño que no quería quedarse sin ellos porque era muy goloso.

Todos querían realizar ese plan menos él, que estaba muy enfadado y triste. ¡De ninguna manera iba a quedarse sin caramelos! Ese día ni siquiera participó en los juegos. 

Llegó Navidad y la fiesta. En la sala había un árbol de Navidad lleno de luces de colores y alegres adornos.

Fueron llegando los padres de los niños y pronto la sala estuvo llena. En un rincón de la sala había una gran mesa llena de tazones de caldo y arroz para los niños hambrientos que llegarían poco después. 

El programa se realizó con gran alegría, hubo cánticos, lectura de la Biblia, recital de versículos… y la maestra explicó el verdadero sentido de la Navidad. Al terminar, la maestra les anunció una gran sorpresa:

Otros niños de Europa habían querido compartir con los niños chinos y les habían mandado toda clase de juguetes (muñecas, coches, puzzles, cuentos, colores, pelotas y dulces) Cada niño obtuvo un montón de regalos, todos excepto uno que no se presentó a la fiesta porque pensando que no iba a recibir nada ese año, se quedó en casa. Al ver tantas cosas regaladas por otros niños que ni conocían, dieron gracias a Dios por tan bondadosos amigos. 

Por otro lado los niños hambrientos tuvieron su comida, pudieron repetir, y la maestra pudo hablarles del Padre celestial que les había mandado el alimento por medio de otros niños chinos dadivosos que quisieron compartir con ellos lo poco que tenían. Les habló del nacimiento de Jesús y lo que significa, del plan de salvación y de su gran amor”. ¡Qué gran lección!

“De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8b).

La Palabra de Dios nos dice que Él nos dio gratuitamente así que, nosotros no podemos esperar oro o plata a cambio cuando ayudamos o damos a alguien.

Los dones materiales nos son dados por Dios, Él nos retribuirá si somos generosos con los demás. Nunca debemos esperar dinero a cambio de dar.

La contribución de cada creyente es de vital importancia para la Iglesia y el prójimo.

Nuestro corazón -egoísta por naturaleza- no se preocupa por los demás. Eso lo cambia Cristo. Cuando tenemos un nuevo corazón -por la gracia de Dios- dar debería ser algo innato en nosotros. Ofrendar es algo transformador. Cuando Dios ve que somos generosos con lo que Él nos da, nos otorga más para que podamos seguir siendo dadivosos. “Para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios” (2 Corintios 9:11).

Dar gracias a Dios por lo que Él nos da es también alabanza y adoración(Salmo 100).

No darle gracias es ser ingrato con aquel que lo ha dado todo por nosotros, incluso a su único Hijo para nuestra salvación. “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido” (Romanos 1:21).

Nuestros bienes deben administrarse cuidadosamente, con buen criterio y discernimiento.

Debemos desperdiciar menos en nosotros mismos y ser más generosos con los necesitados (2 Corintios 9:12,13). La ayuda debe darse libremente, gratuitamente, con alegría, nunca con tristeza. Dios es capaz de hacer que toda gracia abunde en nosotros. Dios hace que tengamos lo suficiente en todas las cosas y debemos estar contentos con lo que tenemos. Él nos dará también para que podamos suplir las necesidades de los demás. Eso es siempre para dar alabanza y gloria a Dios. Tratemos de imitar el ejemplo de Jesús, incansable en hacer el bien, porque “mas bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).

Gracias a Dios por el don inefable de su gracia -que nos da sin límite-.

¡Demos con gozo y con amor! Porque Dios ama al dador alegre (2 Corintios 9:7).

Abigail Rodés. Septiembre 2020.

Publicado en: Reflexiones

¿Seguir las modas?

septiembre 19, 2020 by Ferran Cots

“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:13-19).

Una de las principales cuestiones que a menudo debemos afrontar es la de mantener un criterio firme en nuestra forma de pensar y actuar en todas las áreas de nuestra vida. Mantener un criterio que esté libre de cambios provocados por modas pasajeras, insustanciales, que acaban por desaparecer; aunque durante su vigencia es probable que hagan más mal que bien. Si esto lo aplicamos a nuestra vida como creyentes y a la Iglesia, entonces estamos ante algo realmente serio.

Las modas del mundo provocan, más veces de las que queremos reconocer, un daño muy grave a la Iglesia (entendida como el conjunto de los creyentes); y todo ello por querer adaptarlas en nuestras congregaciones. Modas sin fundamento ni base bíblica, pero que son adoptadas precisamente por eso, porque están de moda, son de actualidad, y no queremos que nos llamen retrógrados, anticuados, fundamentalistas (en el sentido peyorativo de la palabra)… y quien sabe que otras cosas más, olvidando lo que Pablo escribía a los romanos: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Es como si fuéramos incapaces de detectar el peligro que supone relativizar la Palabra de Dios en función de las modas y el supuesto progreso intelectual o como queramos llamarlo. Así, decidimos que lo que hoy es aceptable mañana tal vez no lo sea; que lo que hoy pensamos que está mal, mañana tal vez lo veamos bien. Olvidamos la seria advertencia que al respecto encontramos en el libro de Isaías: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20) y no acudimos a la fuente del verdadero conocimiento, la Palabra de Dios, que nos marca pautas inmutables (que no estancadas, ni retrógradas), que nunca deberíamos transgredir en aras de una falsa libertad de pensamiento.

Uno de los mayores triunfos del sistema imperante es crear en estado de ánimo que podríamos llamar “horror a lo mismo de siempre”, de forma que se genera una especie de filosofía alrededor de esta idea, de tal manera que la falta de sentido o, mejor dicho, el sinsentido domine el intelecto y llegue a corromper la voluntad. El marcado carácter evolucionista de la sociedad es muy útil en este sentido.

La sociedad actual no sabe vivir sin el cambio continuo. Hace no tantos años la vida transcurría de forma más lenta, los cambios se sucedían ininterrumpidamente, pero de forma sosegada. Podían pasar años, decenios y hasta algún que otro siglo, sin que hubiera cambios realmentes revolucionarios en la sociedad. Pero hoy no es así. El cambio continuo, no solo a nivel tecnológico, sino a nivel de comportamiento y moral, es la norma. Permanecer firmes en unos ideales es, para muchos, símbolo de pobreza espiritual y de estar anclados en el pasado. Para ellos debemos estar a la moda, plantearnos continuamente nuestra posición, en función de si lo que se nos está proponiendo está de acuerdo con la tendencia actual, si es progresista o reaccionario y otras preguntas más, que nos lleven a abrazar los cambios, por muy malos que sean.

No debemos aceptar ningún cambio si no es para mejorar y, evidentemente, de acuerdo con la enseñanza de las Escrituras. En el caso contrario estaremos “conformándonos a este siglo”, como nos advierte Pablo. Cuando los creyentes se concentran en querer adaptar la fe a las corrientes y modas de este mundo, el camino está abierto para que reine la confusión y Satanás provoque un grave daño entre el pueblo de Dios.

En Mateo 24:35, Marcos 13:31 y Lucas 21:33 el Señor Jesús dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. La Palabra de Dios es eterna e inmutable. Pasarán cielo y tierra, modas, costumbres, filosofías…, pero lo único que se mantiene firme es la Palabra de Dios. Así que, si nos hiciéramos unas sencillas preguntas tales como: ¿Es correcto? ¿Está de acuerdo a la voluntad de Dios?, sería más difícil equivocarse y dejarse arrastrar por las modas. Siempre encontraremos las respuestas en la Biblia, fuente de nuestra fe y norma de conducta. Si nos planteamos las otras preguntas antes mencionadas (si lo que se nos está proponiendo está de acuerdo con la tendencia actual, si es progresista o reaccionario…), no solamente no encontraremos respuestas fiables, sino que nunca estaremos seguros, ya que las modas cambian continuamente y esto provocará en nosotros zozobra y desorientación.

Como norma general de conducta deberíamos tomar muy en serio el consejo de Pablo en Colosenses 3:23: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”.

Si fuéramos capaces de seguir esta pauta nos ahorraríamos muchos disgustos, sintiendonos seguros y experimentando esa paz que solamente Dios puede dar. Así que, cuando enfrentemos situaciones que requieren decisiones, a veces importantes, hagámonos las preguntas adecuadas, sin pensar en el qué dirán o en agradar a los hombres, aunque sean hermanos en la fe, sino en hacer lo correcto ante Dios “sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:24).

Pero no olvidemos la última parte del versículo mencionado de Romanos: “transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. No ceder ante las modas pasajeras no significa que no evolucionemos ni avancemos. Debemos transformar nuestro entendimiento a la luz de la Palabra de Dios, para conocerle más y saber cual es su voluntad para su pueblo. Asirnos de los principios inmutables de la Palabra no es inmovilismo, es crecer en el conocimiento de Dios, quien es el principio y fin de todas las cosas y está por encima de cualquier moda.

El Señor, con su muerte en la cruz, en la persona de Cristo, ha empezado ya a renovar nuestra mente, si realmente hemos creído en Él. Ahora es nuestro turno seguir adelante, proseguir al blanco como decía Pablo, y dejar “que el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccione hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).

“Al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén” (Judas 25).

Ferran Cots, septiembre 2020.

Publicado en: Reflexiones

¡Alaba a Dios!

septiembre 13, 2020 by Abigail Rodés

Dijo Abraham en Génesis 22:8: “Dios proveerá”.

Dijo el criado de Abraham en Génesis 24:27: “Bendito sea Jehová… que me guió en el camino”.

Dijo Jacob en Génesis 32:26: “No te dejaré si no me bendices”.

Dijo Josué en Josué 24:15: “Yo y mi casa serviremos a Jehová”.

Dijeron las mujeres en Rut 4:14: “Loado sea Jehová”.

Dijo Samuel en 1 Samuel 3:9: “Habla Jehová que tu siervo oye”.

Dijo la viuda en 2 Reyes 4:2: “Tu sierva ninguna cosa tiene en casa…”.

Dijo Nehemías en Nehemías 8:10: “El gozo de Jehová es vuestra fuerza”.

Dijo Ester en Ester 4:16: “Ayunad por mí”.

Dijo David en Salmo 23:1: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”.

Dijo David en Salmo 118:24: “Este es el día que hizo Jehová, nos gozaremos y alegraremos en él”.

Dijo Salomón en Proverbios 3: 5-7: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia… no seas sabio en tu propia opinión”.

Dijo Isaías en Isaías 61:1: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí”.

Dijo Jeremías en Jeremías 10:6: “No hay semejante a ti, oh Jehová; grande eres tú, y grande tu nombre en poderío”.

Dijo Jonás en Jonás 2:2a: “Invoqué en mi angustia a Jehová, y Él me oyó”.

Dijo María en Lucas 1:47: “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”.

Dijo Pedro en 1 Pedro 5:7: “Él tiene cuidado de vosotros”.

Dijo Pablo en Filipenses 4:7: “La paz de Dios, guardará mi corazón y mis pensamientos en Cristo Jesús”.

Dijo Pablo en Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Dijo Pablo en Filipenses 4:19: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que me falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.

Dijo Esteban en Hechos 7:59: “Señor Jesús recibe mi espíritu”.

Dijo Pablo en Hechos 21:14: “Hágase la voluntad del Señor”.

Hombres, mujeres, líderes, patriarcas, siervos, profetas, reyes, jueces, apóstoles, todos alababan a Dios fuera cual fuese su problema. Todos pasaron por situaciones de dificultad, dudas, incertidumbres. Fueron vidas con obstáculos, preocupaciones, conflictos… Algunos fueron perseguidos, torturados, asesinados. Pero su respuesta, la misma ¡alabanza a Dios!

¿Y qué dices tú? ¿Cuál es tu necesidad? ¿En qué situación estás? ¿Qué sale de tus labios? ¿Qué expresa tu corazón? ¿Dónde está tu fe?

No sé cuál es tu estado físico o espiritual. No sé las situaciones que te ahogan o inmovilizan. No sé si tienes frustración o trabajo excesivo o eres adicto a algo. Sea donde estés, solo tienes una alternativa: ¡Alaba a Dios! No importa si tu voz no es hermosa, Dios te escucha, ¡alábale! ¡Alaba a Dios en espíritu y en verdad!

Cuando estés triste… ¡alaba a Dios!

Cuando te sientas solo en el ministerio… ¡loa al Señor!

Cuando tu vida te parezca vacía… ¡ensalza a Dios!

Cuando no tengas trabajo… ¡bendice al Señor!

Cuando estés enfermo… ¡gloríate en Dios!

Cuando estés enfadado… ¡honra al Señor!

Cuando te traten injustamente o seas traicionado… ¡enaltece al Señor!

Cuando estés envejeciendo… ¡exalta al Señor!

Cuando estés en peligro… ¡glorifica a Dios!

Cuando estés preocupado o inquieto… ¡elogia a Dios!

Cuando no tengas dinero o bienes… ¡honra a Dios!

Cuando estés abatido y te falte el gozo… ¡aclama al Señor!

Cuando necesites ayuda… ¡engrandece al Señor!

Cuando hayas pecado… ¡invoca a Dios!

Cuando seas criticado por causa del Evangelio… ¡dignifica a Dios!

Dice la Palabra de Dios: “Todo aquel que en Él creyere, no será avergonzado” (Romanos 10:11).

Tu fe en Dios te sostendrá en tiempos difíciles, de prueba o en tiempos de bonanza, prosperidad y calma.

“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Fuera de ti nada deseo en la tierra.” (Salmo 73:25)

¿Tienes un tema que te preocupa? ¿Quieres que oremos por ti? Ponte en contacto con nosotros.

Abigail Rodes. Septiembre 2020

Publicado en: Reflexiones

José

junio 28, 2020 by Ferran Cots

Una de las historias bíblicas más fascinante es, probablemente, la de la vida de José.

Desde su nacimiento hasta su muerte, José pasó por gran número de circunstancias, unas felices y otras manifiestamente malas. Podemos leer su historia en el libro de Génesis, capítulo 30 (su nacimiento) y más adelante desde el capítulo 37 hasta el 50.

“Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Génesis 45:4-5).

La narración de la vida de José empieza a partir del momento en que tenía 17 años (Génesis 37:2). Se nos presenta como el favorito de Jacob, lo que hoy diríamos un niño mimado. Su padre lo utiliza para controlar a sus hermanos mayores, lo que a estos no les gusta nada. Además del favoritismo de Jacob por él (le hace una túnica de varios colores, como ninguno de sus otros hijos tenía), José tuvo dos sueños que luego se revelaron proféticos (Génesis 37:5-10), pero la forma en que los explicó a su familia sirvió para que sus hermanos le aborrecieran aún más de lo que ya lo hacían. Desde luego la familia de Jacob no era lo que pudiéramos decir una familia feliz. Había favoritismo y odio entre sus miembros. Jacob practicaba abiertamente la acepción de personas en su hijo José. ¡Cuánto dolor iba a traer esta actitud a su familia!

No debemos olvidar que la familia de Jacob era depositaria de la promesa que Dios había hecho a Abraham, y que luego volvió a confirmar a Jacob en Betel: “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente” (Génesis 28:13-14). Era pues necesario que la familia perdurara en el tiempo, ya que de ella, en el futuro, nacería el Mesías, el salvador del mundo.

En uno de los encargos que José hizo para Jacob, el de vigilar a sus hermanos y después informar a su padre de lo que estaban haciendo, la paciencia de los hermanos llegó a su fin. El odio que le tenían les llevó a planear su muerte. Querían librarse de él a toda costa. Hablando claramente, estaban hartos de él. Y entre ellos se dijeron: “He aquí viene el soñador. Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños” (Génesis 37:19-20). Sin embargo uno de ellos, Rubén, se opuso a este plan y así evitó que fuera asesinado. En aquel momento parecía que la acción de Rubén solo iba a tener una trascendencia limitada, evitar la muerte de José, pero no fue así.

Pero los demás hermanos seguían queriendo libarse de aquel soñador al que aborrecían y decidieron venderlo como esclavo a una caravana de mercaderes ismaelitas que iba camino de Egipto. ¿Cómo explicarían a Jacob por qué José había desaparecido? Ya sabemos que urdieron una mentira que hizo pensar a Jacob que su hijo había sido atacado y muerto por una fiera salvaje (Génesis 37:33). A su odio por José añadieron su poco amor a su padre, provocando en él un terrible sufrimiento.

Así que, vemos a José, el favorito de su padre, camino de Egipto como un simple esclavo. Cuando llegó a Egipto fue a parar a casa de un oficial de Faraón, Potifar (Génesis 39:1), y, en casa de éste, Dios le prosperó. Parecía que todo empezaba a pintar bien de nuevo para José, pero los planes de Dios eran otros. Por no ceder ante las insinuaciones de la mujer de Potifar, José fue denunciado injustamente por ésta y encarcelado. Las cosas volvían a pintar mal. Pero Dios, que tiene el control absoluto de todo, seguía adelante con sus planes eternos, incomprensibles para nosotros la mayoría de las veces. Recordamos cómo José luego, en la cárcel, interpreta los sueños del copero y el panadero y cómo, solo dos años más tarde, a causa de los sueños que tuvo Faraón, el copero se acordó de José. Vemos como José interpreta los sueños de Faraón, prediciendo 7 años de abundancia y 7 años de escasez. Parece que Dios volvía a acordarse de José, pues le hizo alcanzar el puesto más alto en todo Egipto. Por encima de él solo estaba Faraón. Tenía entonces 30 años. Había pasado 13 años de su vida como esclavo y en la cárcel. Pero Dios nunca se olvidó de José. Todo lo que le había sucedido estaba dirigido a un acontecimiento muy importante, el reencuentro de José con sus hermanos, cuando vinieron a comprar alimento en Egipto.

Cuando sus hermanos llegan a Egipto, José les hace pasar una serie de pruebas, entre ellas la de exigir que Benjamín fuera presentado ante él. Los hermanos se vieron en una situación muy comprometida, tanto que se dijeron entre ellos: “Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia. Entonces Rubén les respondió, diciendo: ¿No os hablé yo y dije: No pequéis contra el joven, y no escuchasteis? He aquí también se nos demanda su sangre” (Génesis 42:21-22). Ellos no sabían que José les entendía cuando hablaban entre sí en hebreo, así que su declaración fue realmente sincera. Pero José siguió adelante con la prueba que les hizo, para comprobar si realmente había habido un cambio en su corazón. Solo cuando está seguro se revela a ellos como su hermano, y es entonces cuando les dice: “… no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros”.

Si José no hubiera sido vendido como esclavo en Egipto y hubiera pasado todo lo que tuvo que pasar hasta llegar al puesto que tenía, el hambre en Egipto y en todos los países colindantes, entre ellos la tierra de Canaán, donde habitaban Jacob y su familia, hubiera sido terrible y probablemente la familia de Jacob hubiera perecido. Pero esto no era posible, Dios le había dado una promesa a Abraham, que pasó a Isaac y luego a Jacob. Y Dios siempre cumple lo que promete. Así que toda aquella amarga experiencia de José formaba parte del plan de Dios para preservar la vida del que era su pueblo, y del que iba a venir el Mesías. Cuando parecía que todo iba a acabar en desastre, vemos como Dios mantiene el control de todo y los acontecimientos, guiados por Él, acaban desembocando en el resultado por Él previsto.

Muchas veces nos parece que las cosas se nos escapan de las manos. Pudiera ser que en momentos de tristeza o debilidad lleguemos a pensar que Dios nos ha dejado de su mano o, peor aun, que los acontecimientos le han cogido por sorpresa y ha perdido el control por un momento. Pero eso jamás es así. Nunca debemos pensar esto. Seguro que José se pregunto en más de una ocasión por qué Dios parecía haberle abandonado a su suerte, pero nunca dejó de confiar en Él y, al final, pudo comprobar que Dios sabía perfectamente lo que estaba haciendo, que nunca dejó de tener el control de la situación y que todo fue encaminado al cumplimiento de sus planes.

Cuando el Señor Jesús vino a este mundo, los apóstoles no entendieron lo que había de suceder. Cuando Cristo murió se encontraron desamparados, como si todo aquello hubiese sido una desgracia. Que el Señor Jesús no había previsto aquel final a su presencia en este mundo, que todo había sido un terrible error, que aquello nunca debió suceder.

Pero Dios jamás dejó de tener el control de la situación. Cristo no vino al mundo solamente para dejar su Palabra y ejemplo. Vino con el propósito de morir por nosotros, así que nada de aquello fue pura casualidad o un error desgraciado. Él mismo dijo: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:17-18).

No hubo ninguna sorpresa, todo sucedió como estaba previsto en los planes de Dios. La obra prevista se realizó sin fallos. Cristo mismo dijo en la cruz: “Consumado es” (Juan 19:30). Por eso podemos estar confiados en su poder y su gracia.

Ferran Cots, mayo 2020.

Publicado en: Reflexiones

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