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Reflexiones

Eliseo y la sunamita

mayo 25, 2020 by Abigail Rodés

Eliseo fue un modelo de líder espiritual. Desde sus inicios buscó los bienes espirituales. Su vocación se narra en 1 Reyes 19. Sucedió al profeta Elías (2 Reyes 2:9) pidiendo una doble porción de su espíritu.

1. Antes de encontrarse con la sunamita:

* Habló siempre con autoridad (2 Reyes 3:15) porque tenía la mano de Jehová sobre él.

* Siempre hablaba por boca de Jehová con poder (2 Reyes 3:16, 17).

2. El encuentro con la sunamita:

* Oraba antes de “trabajar” (2 Reyes 4:33).

* Puso toda su personalidad, todo él, en su trabajo (2 Reyes 4:34, 35).

3. Después de la sunamita:

* Era de una integridad incorruptible: “Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré”

(2 Reyes 5:16).

Elías llevó una vida triunfante. No ha quedado registrada ninguna queja, o que hubiera perdido el valor.

Aún enfermo y a punto de morir dio órdenes a Joás, rey de Israel (2 Reyes 13:14-19).

Eliseo vivía en un espíritu de victoria: “No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos” (2 Reyes 6:15, 16).

Esa doble porción que Eliseo pidió se tradujo en que fue el profeta que hizo más milagros que ningún otro.

A. Su autoridad antes de la sunamita:

  “El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo” (2 Reyes 2:15).

B. Su favor durante el encuentro con la sunamita:

  “Yo entiendo que éste es varón santo de Dios” (2 Reyes 4:9, 16, 21, 22, 25, 27).

C. Su influencia después de la sunamita (influencia póstuma):

  “Y cuando llegó a tocar el muerto los huesos de Eliseo, revivió…” (2 Reyes 13:20, 21).

Eliseo se movía continuamente, estuvo en Gilgal, Betel, Jericó, Jordán, Monte Carmelo, Samaria, Sunem…(todo ello en 4 capítulos). En su largo ministerio tomó parte activa en los asuntos públicos de Israel. Murió lamentado por el rey Joás y por su pueblo.

CONCLUSIONES:

– Pidamos a Dios esa doble porción para trabajar en su obra.

– Que el Señor nos ayude a discernir los “santos varones de Dios” (¡cuidado con los falsos profetas y maestros!).

– La sunamita atendió y respetó a Eliseo porque entendió que era un santo varón de Dios. Sus atenciones fueron más allá de darle alimento. Construyeron para él un aposento para que se quedara con ellos.

– Nuestro Dios es un Dios de liberación y no hay límite en su poder. Él puede llenar vasijas vacías de aceite o resucitar a un niño muerto. Dios da más abundantemente de lo que pedimos o aún entendemos. Solo debemos confiar en su poder para ser liberados.

– Eliseo obró grandes maravillas, completando la obra empezada por su mentor, el profeta Elías.

– Elias abrió el terreno áspero y sembró la semilla; Eliseo llevó al granero la cosecha.

Abigail Rodes. Mayo 2020

Publicado en: Reflexiones

¿Abrazos? Sí, gracias

mayo 17, 2020 by Ferran Cots

Últimamente se habla mucho sobre los abrazos. Es como si, a causa del confinamiento, hubiéramos descubierto esta forma de expresión, de la que siempre hemos dispuesto.

El verbo abrazar tiene varias acepciones, algunas de las cuales no nos son muy familiares.

1. Ceñir con los brazos.

2. Estrechar entre los brazos en señal de cariño.

3. Rodear, ceñir.

4. Dicho de una planta trepadora: Dar vueltas al tronco de árbol al que se adhiere.

5. Comprender, contener, incluir.

6. Admitir, escoger, seguir una doctrina, opinión o conducta.

7. Dicho de una persona: Tomar a su cargo algo. Abrazar un negocio, una empresa.

El versículo que probablemente nos venga a la mente de forma inmediata es Eclesiatés 3:5, que dice: “Hay… tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar…”. Este texto se encuentra en medio del pasaje tan conocido que nos dice que cada cosa tiene su tiempo. Nos encontramos ahora en el tiempo de abstenerse de abrazar.

Normalmente cuando hablamos de abrazos, o abrazar pensamos, casi siempre, en una muestra de cariño hacia aquel al que estamos abrazando. Y es esta la acepción que vamos a tomar como referencia, buscando las diferentes ocasiones en que se encuentra en la Biblia.

Aunque hay varios versículos que utilizan esta palabra para otras acepciones (p.ej. 2 Crónicas 7:22: “…y han abrazado a dioses ajenos, y los adoraron y sirvieron”, usando el significado de escoger o seguir una doctrina, opinión o conducta. También Proverbios 4:7-8 se aplica en el mismo sentido, aunque en este caso nos insta a abrazar la sabiduría: “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia. Engrandécela, y ella te engrandecerá; ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado”).

También hay abrazos que transmiten bendición y amor de parte de Dios. Como cuando el Señor Jesús en dos ocasiones tomo a los niños en sus brazos (Marcos 9:36; 10:16).

Y hay abrazos muy especiales, abrazos que expresan adoración. Este es un tipo de abrazo que no podemos practicar ahora, porque el objeto de nuestra adoración no está fisicamente a nuestro alcance. Vemos dos ejemplos en el Nuevo Testamento. El primero es cuando Simeón toma a Jesús en sus brazos y adora (bendice) a Dios por haberle permitido aquel privilegio: “… él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios…” (Lucas 2:28).  El segundo se encuentra en el evangelio de Mateo, cuando el Señor Jesús se aparece a las mujeres después de su resurrección: “Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron…” (Mateo 28:9).

Pero centrémonos en los abrazos que sí podemos practicar sin limitación alguna. Abrazos que son una muestra de cariño y alegría cuando nos encontramos con alguien querido. Los podemos usar como saludo, como muestra de gozo por el encuentro, independientemente de las circunstancias que lo hayan provocado. En las Escrituras hay varios pasajes en este sentido, teniendo en cuenta que la expresión “se hechó sobre su cuello” significa que le abrazó de forma intensa:

• Génesis 29:13: “Así que oyó Labán las nuevas de Jacob, hijo de su hermana, corrió a recibirlo, y lo abrazó, lo besó, y lo trajo a su casa…”.

• Génesis 33:4: “Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron”.

• Génesis 45:14: “Y (José) se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró…”.

• Génesis 46:29: “Y José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre en Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente”.

• Génesis 48:10: “Les hizo, pues, acercarse a él, y él les besó y les abrazó (a los hijos de José)”.

• Lucas 15:20: “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”.

También hay otro tipo de abrazos que, tal vez, sean los que menos nos gustan. Siguen transmitiendo amor y cariño a aquel a quien abrazamos, pero nos dejan un sabor agridulce; son abrazos de despedida, lo que significa una separación de la que no sabemos cual será su duración.

Tan solo hay dos citas en todo el Nuevo Testamento de este tipo de abrazos. Y los dos tienen que ver con el apóstol Pablo durante sus viajes misioneros.

Cuando Pablo marcha de Éfeso, el libro de los Hechos nos relata lo siguiente: “Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia” (Hechos 20:1).

Y en otro pasaje, refiriéndose a la partida de Pablo de Tiro, nos dice: “Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas”.

Sea al encontrarnos, sea al despedirnos, el abrazo es una verdadera muestra de cariño y amor cristiano entre los hermanos. Y, como hemos visto, en algunos de los pasajes mencionados, el abrazo suele ir acompañado de uno o varios besos. Practiquémos los abrazos sin limitaciones, con generosidad.

Hay últimamente bastantes opiniones sobre que, tras la pandemia, vendrá una nueva normalidad; aunque probablemente ni ellos mismos sepan que significa esta expresión. Nueva normalidad que propugna evitar el saludo físico (abrazos, besos…) bajo el pretexto de evitar los contagios. Nos están diciendo que nada volverá a ser igual, etc… Pongámoslo en duda. La humanidad ha atravesado innumerables pandemias con millones de muertos en cada una, como la de la gripe española, hace ya 100 años, que causó cerca de 50.000.000 millones de víctimas. Pero, ¿acaso el ser humano ha cambiado su actitud? Al contrario, el comportamiento ha sido el mismo a lo largo de la historia. Puede que, durante un tiempo, sí haya un sentimiento de cambio pero, al final, todo sigue igual.

Ya lo dijo el predicador “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después” (Eclesiatés 1:9-11).

Porque finalmente el problema reside en el corazón del hombre, y bien sabemos que “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso…” (Jeremías 17:9).

¿Significa esto que no hay posibilidad de cambio? ¿Que no hay esperanza? En absoluto. Pero el cambio solo puede ser hecho por Dios. Solo si nuestro corazón se vuelve a Dios, a nuestro redentor y salvador, habrá un verdadero cambio en nuestras vidas. Cambio que trastoca nuestras prioridades, nuestros puntos de vista, nuestras opiniones, ya que pasamos a ver la realidad a través del prisma de la revelación divina.

La normalidad del mundo, sea la de antes de esta pandemia o la tan cacareada nueva normalidad, es, ni más, ni menos, vivir de espaldas a Dios, sumergidos en el pecado, y eso, por desgracia, no va a cambiar.

Por el contrario, nuestra normalidad, la verdadera, es vivir en la fe de Cristo Jesús y poder decir con el apóstol Pablo: “… olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13b-15).

Ferran Cots, mayo 2020.

Publicado en: Reflexiones

Contando las horas

mayo 14, 2020 by Abigail Rodés

Seguimos confinados. Todavía en fase 0. Seguimos contando los días que llevamos recluidos en casa. 

Hace muchos años, antes que existieran los relojes, el tiempo se medía por la rotación de la Tierra al observar las posiciones del sol en el cielo, las mareas y las fases de la Luna. 

Sin embargo, los relojes se hicieron necesarios para medir con exactitud las fracciones de cada día. 

El reloj de sol, de agua, de arena, eléctrico, mecánico, el reloj de cuco, el de cristal de cuarzo, el atómico, el de bolsillo, el de ajedrez, el de pared, el de muñeca, el sumergible, el reloj digital, cronógrafos, cronómetros… todos ellos para indicar el tiempo en horas, minutos y segundos.

Hay relojes de oro, plata, de esmalte, con perlas y joyas, de acero…

Me encanta que Dios trastorne el funcionamiento en el que el hombre intenta ser más y más fiable y preciso. Leemos en la Biblia – Josué 10: 12-14 – cómo Dios tiene potestad sobre el tiempo, el sol y la luna. 

En Jueces 5:20: “Desde los cielos pelearon las estrellas, desde sus órbitas pelearon contra Sísara”.

O en 2º Reyes 20:8-11 ¡Nada fácil que la sombra vuelva atrás diez grados!

En la cultura griega, el tiempo se representaba como un ciclo que se repite mientras que para los hebreos era una línea que tiene su origen en Dios y termina al final del mundo también en Él.

El tiempo bíblico se medía de diferentes maneras:

– el aquí y ahora

– el tiempo señalado, a su debido tiempo

– por generaciones

– fueron los días de…, en los días de…

– en tiempo favorable o propicio

– cuando el día calienta

– al ponerse el sol

– la lluvia a su tiempo

… y otros.

Dios no está limitado por el tiempo. La creación temporal es obra de sus manos. 

Hoy, contamos las horas, minutos y segundos para que todo vuelva a la normalidad. Pero ¡es tiempo de parar, reflexionar, buscar a Dios. “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Salmo 90:12); “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí el día de salvación” (2ª Corintios 6:2b).

No podemos postergar para otra ocasión aceptar el mensaje del Evangelio. Este preciso instante es el momento oportuno. 

¿No puedo aceptar a Cristo como Salvador mañana? Posiblemente sí, pero nadie sabe dónde estaremos mañana, ya que nuestros días están en las manos de Dios. “En tus manos están mis tiempos” (Salmo 31:15a). ¿Estás viviendo tiempos felices y preciosos? ¡Disfrútalo! No tienes que esperar a vivir tiempos difíciles para buscar a Dios. De un día para otro tu vida puede dar un giro y todo será diferente…

Confía en Dios, hoy. Deposita tu tiempo en manos del Dios de amor y bondad. Tu pasado, tu presente, tu futuro. En su mano, todos los tiempos son buenos y bendecidos, aún los adversos son tiempos de aprendizaje y crecimiento espiritual.

Que Dios te bendiga.

Abigail Rodes. Mayo 2020.

Publicado en: Reflexiones

Los frutos del pecado

mayo 3, 2020 by Abigail Rodés

“Como yo he visto, los que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan” (Job 4:8)

En el libro de Job se dice que la maldad que el hombre siembra, es la que siega.

Igualmente en Gálatas 6:7 “… todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Y “El fin del pecado es la muerte” (Romanos 6:23a).

¿Qué frutos produce el pecado? He aquí algunos de ellos.

1. La desnudez (Génesis 3:7)

Una desnudez al completo: física, personal, social, espiritual… Al rechazar a Dios nos sentimos desnudos, como si nos hubieran quitado todo lo que somos y tenemos, porque nuestro enemigo Satanás nos lo ha robado todo.

2. La soledad (Génesis 3:8)

La soledad, la incomprensión, la tristeza nos invade. Todo ello fruto de nuestra rebeldía, por separarnos de Dios. Necesitamos dejar de escondernos o desaparecer.

3. El miedo ( Génesis 3:10-11)

El tercer fruto del pecado es el miedo, el terror, el temor. Sospechamos que hay algo malo en todo lugar y momento. Cualquier cosa nos puede llevar a algo negativo o perjudicial para nosotros. Esa culpabilidad no es mas que desconfianza. Solo cuando nuestra vida está en las manos de Dios todo nuestro miedo es vencido.

4. La mentira ( Génesis 3:13)

La verdad deja de tener valor. Aprendemos a mentir, a dudar, a desconfiar de todo y de todos. Pero hemos de estar preparados porque Dios dice: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amós 4:12).

5. El sufrimiento ( Génesis 3:16)

El sufrimiento es como un aguijón que trastorna nuestra vida. Todo pecador que no se arrepiente, no tiene un final feliz. Todo aquel que persevera en pecar, tendrá un triste desenlace. “¡Ay del impío! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado” (Isaías 3:11).

6. La injusticia (Génesis 3:17-19)

La Biblia enseña que uno de los frutos del pecado es la injusticia, toda falta de justicia. ¿Hacer que desaparezca? Sí, volviendo nuestra mirada al Señor Todopoderoso. Porque cuando Él haga acto de presencia, todo será transformado. “Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí” (Isaías 45:21b).

7. La esclavitud (Juan 8:34)

“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”.

El pecado tiene ese poder que nos hace adictos a él. Todo aquel que lo practica queda sometido en plena dependencia. ¿Eres esclavo para justicia o para muerte?

8. La muerte (Génesis 3:19)

La muerte es el enemigo común a toda la humanidad. El castigo eterno, la condenación para siempre que nos conduce al infierno, la consecuencia de nuestro pecado. Irreversible. La muerte como final de todo, el resultado de apartarnos de Dios.

Pero…

“¡La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro!” (Romanos 6:23b).

Dios nos da a través de Cristo libertad del pecado, bendiciones y una vida eterna con Él si nos arrepentimos de nuestros pecados y creemos en su sacrificio en la cruz. Dios nos ofrece una vida restaurada, abundante y libre de la condenación eterna.

“Yo soy la puerta; el que por mi entrare, será salvo” (Jnuan 10:9).

Abigail Rodes. Abril 2020.

Publicado en: Reflexiones

¡Nace la libertad!

abril 20, 2020 by Abigail Rodés

17 de abril de 1521

Hace ya 499 años de la Dieta de Worms (Reichstag zu Worms). Esta dieta, presidida por el emperador Carlos V, fue relevante por la comparecencia de Martín Lutero, quien fue convocado para que se retractara de sus tesis. Esto se llevó a cabo en varios días. Lutero habló delante de la asamblea, pero en lugar de abjurar, se reafirmó en sus ideas y defendió su posición protestante:

“Me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar nada… Que Dios me ayude”.

Lutero criticaba las prácticas y costumbres de la iglesia católica. Sus amigos, procesados y ajusticiados. Él, excomulgado, fue declarado delincuente y se prohibió la lectura de sus escritos. Fue arrestado y condenado. Pero el príncipe Federico lo escondió en el castillo de Watburg. Durante ese tiempo de encierro, de estar recluido, en confinamiento, sin salir a la calle (¿Os suena de algo? ¿Os recuerda alguna situación actual?), Lutero aprovechó el tiempo y tradujo la Biblia al alemán. Después continuaría su obra de reforma hasta su muerte en 1546.

La libertad en el Nuevo Testamento, tiene un sentido nuevo. ¡Tenemos libertad en Cristo Jesús! (Gálatas 2:4). Nuestra libertad en Él nos libera del espíritu de servidumbre y detemor (Romanos 8:15). La libertad del cristiano, mi libertad, se basa en la obra de Cristo, tenemos la capacidad de decidir qué vamos a hacer con nuestra vida y con las cosas espirituales. Nos libera del pecado, de la ley y de la muerte (Juan 8:36).

Hermanos, a libertad fuisteis llamados (Efesios 5:13). Dios nos llama a liberarnos de las pasiones y de la carne (Romanos 8:9). Encamina tu vida. Ordena tu vida conforme a la ley del Espíritu (Romanos 8:1). Por esta libertad nos convertimos en siervos de Dios (1 Pedro 2:16).

Que en estos días en los que nos han quitado cierta libertad (como salir de casa, ir a trabajar, etc) nos acordemos que nuestra libertad para pensar y actuar como cristianos, como verdaderos hijos de Dios, no está cortada. Que nuestra solidaridad, fraternidad, compañerismo, nuestro amor sincero no fingido, se vea.

¿Qué vas a hacer con tu libertad hoy?

Jesús murió por ti en público, no vivas para Él en privado. Haz un buen uso de tu libertad.

“Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17).

Abigail Rodés. Abril 2020.

Publicado en: Reflexiones

He aprendido a contentarme

abril 20, 2020 by Ferran Cots

Desde la antigüedad el hombre recurrió a lo sobrenatural para tratar de controlar los sucesos de la naturaleza tales como tormentas, inundaciones, cosechas, enfermedades, etc…, concibiendo la idea de unos dioses que existieran para procurar su bienestar físico. Se fue derivando de la idea de un dios protector a un dios benefactor, que otorgaba todo lo que el hombre deseaba, siempre y cuando se realizara el sacrificio indicado. Cuando una persona, familia o tribu consideraba que su dios no le daba todo lo que deseaba, o necesitaba, no tenían problema en reemplazarlo por otro que consideraran más poderoso. La relación entre el hombre y Dios, o sus particulares dioses, empezó a estar enmarcada en el más genuino y puro interés material y personal.

Hoy sucede algo similar, el ser humano procura estar de lado del “dios” que le dé más garantías y ventajas, originando un negocio realmente lucrativo: el negocio de la religión. Así entonces encontramos que la religión vende la idea de un dios que satisface cualquier deseo de sus seguidores, mientras estén de su lado. Algunos incluso llegan a tener la idea de que al obedecer a Dios le están haciendo de alguna manera un favor, y así Él se siente contento.

Hoy se predica un evangelio de ofertas, de prosperidad, en el cual se enseña que la persona que cree en Jesucristo ya no va a tener ningún problema, enfermedad, o fracaso familiar. Con este pensamiento la persona “convertida” a este evangelio de la prosperidad, al principio, a causa de la emoción, piensa que todo parece ir bien. Pero cuando abre sus ojos a la realidad se da cuenta que los problemas no se han acabado en su vida, sino que, por el contrario, hay ocasiones en las que aumentan. Llegado a este punto se plantea si realmente lo que ha creído es cierto o no, y entra en un período de dudas y frustraciones.

La realidad del Evangelio es otra bien distinta, el propósito de la obra de Jesucristo en la cruz fue el restablecer la comunión entre Dios y el hombre, no dar casa, coche y fortuna al que cree. “Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido” (Mateo 18:11). Por otro lado el Señor Jesús dijo a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”  (Juan 16:33). Por esto ser creyente no es sinónimo de ausencia de problemas y dificultades.

El ministerio de Pablo estuvo rodeado de problemas. No eran pocos sus enemigos, tanto en el bando de los judíos como en el de los gentiles. Incluso se le acusaba de predicar por interés material. Por esta razón Pablo tomó la decisión de predicar el Evangelio en Corinto, sin pedir ningún tipo de ayuda (1 Corintios 9:18). Prefirió pasar necesidad, antes que poner ningún tropiezo a la predicación. El apóstol, a pesar de sus necesidades económicas, no pedía diezmos, ni enseñaba que los creyentes hicieran pactos o promesas para recibir algo de parte de Dios y de paso financiar su ministerio. Se caracterizó por su desapego al dinero, no quería ser gravoso a la Iglesia y, en más de una ocasión, pagó de su propio bolsillo los gastos de sus viajes misioneros.

Lógicamente esta actitud traía a la vida del apóstol momentos de necesidad, pero aprendió que la vida cristiana es una escuela en la cual Dios nos enseña por medio de las circunstancias. Y así encontramos en Pablo una persona estable a pesar de esas circunstancias: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad” (Filipenses 4:11-12).

Si Pablo viviera hoy, casi seguro que los predicadores de ese falso evangelio de la prosperidad le acusarían de estar viviendo en pecado o de tener poca fe, ya que para ellos el creyente no debe pasar por ninguna dificultad. Pero, como la realidad es otra, aprendió a enfrentar las dificultades porque, finalmente, sabía en quién y a quién había creído. Por eso pudo decir esa frase que ha perdurado, y perdurará, durante siglos: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

Pablo en ningún momento pensó en dejar a Dios o el ministerio a causa de las adversidades que pasaba, al contrario, en medio de la dificultad se fortalecía más en Dios. Hoy nosotros somos llamados a seguir ese ejemplo, por lo tanto pongamos nuestra mirada en la recompensa eterna y, como Pablo, aprendamos a decir: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” y pongamos nuestra mira primeramente en el reino de Dios y todo lo demás será por añadidura.

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Ferran Cots, abril 2020.

Publicado en: Reflexiones

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