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Reflexiones

La práctica y experiencia más difícil

marzo 23, 2020 by Ruben Molina

Barcelona, Rubén Molina

Primavera 2020

Unas semanas perfectas

Unas semanas confusas

Durante las últimas semanas del mes de marzo, como pastor de una pequeña iglesia en el barrio de Les Corts, Barcelona, he acabado unos estudios bíblicos sobre la primera carta de Pedro, cuyo título era el siguiente: ¿Cómo vivimos como cristianos hoy? Pedro nos enseña y nos pregunta: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a sufrir como cristianos, o por causa del Evangelio?  Evidentemente, esta es una pregunta que debo hacerme, y no solo yo, sino todos los cristianos. Ahora debo evaluarme y no solo “teologizar”.

Durante esta semana compartí con dos parejas jóvenes el último tema de un discipulado matrimonial, “Un camino eterno”. El matrimonio es la mejor experiencia, es la oportunidad de vivir el evangelio aquí, es prepararnos para la boda con Cristo. El enemigo del matrimonio cristiano, en la práctica diaria, son todas las filosofías de la cultura que nos rodea, el individualismo, el despotismo, el hedonismo y el materialismo; sin embargo, el matrimonio, apunta a la eternidad. Curiosamente, acabamos hablando de experiencias matrimoniales, y de lo que estaba por venir, compartiendo en el libro de Apocalipsis.

El último domingo, me tocó a mí predicar casualmente (gracias a Dios varios hermanos nos turnamos en el ministerio de la Palabra los domingos). El título de la predicación fue La presencia de la gloria de Dios, basado en Deuteronomio 31. Allí, Moisés, se despide del pueblo de Dios, y los alienta para conquistar la tierra prometida, no como un “influencer cristiano”, sino que empieza hablando de la máxima necesidad del ser humano: la presencia gloriosa de Dios. ¿Cómo lo hace? Enuncia perfecciones de Dios; su soberanía, fidelidad, bondad y su presencia gloriosa, en medio de ellos. Moisés alienta, mediante la Palabra de Dios, que siempre revela la gloria divina. A continuación, da órdenes a todos los levitas y ancianos para que celebren el día de la Palabra de Dios, en el día de remisión. Una vez cada siete años, se leerá toda la ley frente a todos, extranjeros, esclavos y todos aquellos que han nacido en los últimos años. Todos van a tener que escuchar la Palabra de Dios, obligatoriamente, al menos cada siete años porque revela las perfecciones de Dios. 

Sin lugar a dudas, lo más llamativo del texto es que hay una sucesión de liderazgo (título en negrita, en la mayoría de Biblias), en la que Moisés delega sus funciones a Josué, quien va a ser el encargado de tomar el mando, a partir de ese mismo momento. Aún así, el centro del texto, no está sobre el nuevo líder. En ese pasaje, el centro es Dios manifestando su gloriosa presencia. ¿Cómo sucede? Cuando van al tabernáculo de reunión, y la nube de la presencia de la gloria de Dios aparece, todos la ven, y el ambiente es lleno de la presencia de Dios. Entonces, Dios habla a Moisés y le dice que va a morir, tal como ya le había dicho, y que Josué será el nuevo líder. Pero, antes de fallecer, Dios le hace saber a Moisés: 1) que el pueblo se va a revelar contra Él 2) que Dios mismo les va a entregar la tierra 3) que Moisés debe componer y enseñar un cántico 4) que ese cántico será un testimonio de la fidelidad de Dios. En caso, que el pueblo de la espalda a Dios, Él les dará la espalda también, y al recordar ese cántico, les hablará en sus mismas caras.

Antes del confinamiento, el miércoles por la noche y hasta la madrugada del jueves, tuvimos que ir a urgencias, ya que mi hija Gràcia, de nueve años, tuvo una crisis muy curiosa. Quienes la conocen, saben de su vitalidad: no habíamos ido nunca, a urgencias por ella, desde el primer mes de su nacimiento. ¿Qué es lo que le sucedió el miércoles? Pues que en cuestión de dos horas empezó con vómitos y, luego de un desfallecimiento, no veía bien; empezó a sudar y a temblar. La llevamos a Can Ruti, un hospital de Badalona, donde, después de varias horas, se reanimó, y le diagnosticaron un virus “sin nombre”. El coronavirus, nos rodeaba en el hospital, que se encontraba prácticamente vacío, y los primeros enfermos del virus llegaban. Aún así, de madrugada, volvimos a casa y, al cabo de unos días, se recuperó. Ahora ya se encuentra bien.

El viernes, como de costumbre, ante las limitaciones de quedarse en casa, hice igualmente el discipulado que me tocaba, y compartí sobre la gloria de Dios, su persona y perfecciones. El domingo pasado, en un pequeño culto de oración, se leyó el Salmo 23,  <<… aunque ande en valle de camino de muerte no temeré mal alguno>>.

¿Qué debemos aprender? 

Humildad práctica

El texto clave del final de la carta de Pedro es un versículo que se repite en varias ocasiones en la Biblia <<Dios resiste a los orgullosos y da gracia a los humildes>> 1P. 5:5b. Luego, explica cómo aplicar esto mismo, en nuestras vidas, y empieza con un imperativo: ¡humillaos! Me temo que los primeros que hemos de humillarnos somos los pastores. Ahora, nosotros mismos estamos confusos, y hablamos, lo que hacemos siempre, para alentar al pueblo de Dios, mediante la forma que nos queda, con nuestro mejor empeño, y  el conocimiento bíblico que tenemos. Pero, ¿es lo que realmente tenemos que hacer? Debemos humillarnos nosotros mismos y reconocer, que no tenemos, ni experimentamos, una vida espiritual práctica, que viva en la presencia de la gloria de Dios. Nuestro vivir cristiano es, muchas veces, presentarnos a nosotros mismos mediante la Palabra de Dios, alentar por su Palabra, pero sin acercar a las personas a la misma presencia de Dios. Nuestra percepción de Dios es pequeña, porque la mayoría no conocemos, el modelo del “cristiano que sufre”, que está confundido, que tiene dudas y que se humilla en dependencia frente al Dios de gloria. Tenemos que humillarnos, y decirle a Dios: ¿qué quieres que aprendamos? Dios quiere que nuestro conocimiento bíblico, teológico, sea una experiencia de su gloriosa presencia, y no que sigamos haciendo lo mismo que hasta ahora,  por medios virtuales. 

Humillarnos, porque nuestra percepción de Dios es muy pequeña, porque no hemos experimentado al Dios sufriente, al Dios que en Cristo, enfrentó la incertidumbre y la duda. En otras palabras, si no nos humillamos, estamos hablando de un Dios demasiado pequeño, seguimos intentando acercar a las personas a nuestra pequeña concepción de Dios. Pero permíteme decirte, que tenemos una gran oportunidad: la confusión, la duda y el temor deben acercarnos a Dios mismo, a su persona, a sus perfecciones, a su obra en medio del sufrimiento. ¡Dios da gracia a los humildes!, pero, Dios está en contra del orgulloso. Humillarse, por tanto, resulta ser la clave de todo esto. Y debemos empezar nosotros.

Entonces, en la humildad, toda ansiedad puede echarse sobre Dios; un Dios que lo puede todo, lo soporta todo, lo aguanta todo y lo sufre todo, porque nos ama. Hagamos que nuestra percepción aumente, en medio de la humildad: reconozcamos que nuestro conocimiento de Dios es pequeño, por no haber experimentado al Dios que sufre, al Dios que parece esconderse, al Dios al que no sabemos qué hacer o ofrecerle en momentos de incertidumbre. Así, por medio de nuestra humildad, acercaremos a las personas a Dios, para que Él mismo, y su gloria se haga más evidente, y más clara. Porque nuestro cristianismo depende de nuestra percepción de Dios: si no crece nuestra percepción de Dios, no hacemos nuestra labor, ni podemos acercar a nuestros amigos, vecinos y hermanos, al Dios de la gloria infinita.

Practicar la presencia de Dios

¿Cómo vivimos la práctica de la presencia de Dios? No es lo mismo, orar a Dios por nuestros hermanos, orar a Dios para que nos ayude a preparar un sermón, o un estudio bíblico, o para realizar un ministerio. Practicar su presencia, es vivir orando para experimentarle más allá de lo que hacemos, y en esto estamos muy débiles. Ahora, no sabemos por qué orar, porque no sabemos qué hacer, o porque simplemente, nos adaptamos a hacer lo que podemos. Nos sigue preocupando cuándo haremos el próximo culto presencial; quizás, preparamos el culto virtual, queremos consolar y alentar a todo el rebaño de Dios. Pero, practicar la presencia de Dios, y entender qué debemos hacer ahora… esto es algo muy distinto. 

El gran enemigo del cristianismo, es y ha sido en los últimos años, el entretenimiento. Dicho de otra forma, la carne siempre es contraria al Espíritu, y la carne, hoy tiene su máxima expresión en el entretenimiento, incluidos los pastores. Y el error, es que podemos estar entretenidos con cosas de Dios, y a la vez con cosas de nuestra cultura. Dios no entretiene, ni le podemos entretener. Creemos que lo qué hacemos y cómo lo hacemos, le complacerá a Él y a los nuestros. El entretenimiento virtual es, en la mayoría de los casos, la demostración de la carne, y en su mayor expresión. El entretenimiento religioso no es Dios, porque no busca su presencia. Adoración y entretenimiento no son lo mismo: el entretenimiento no es compatible con la naturaleza de Dios, y tampoco es suficiente para nosotros mismos, ni para nuestras iglesias.

Entonces, ¿qué hacemos? Renunciar a la carne en la iglesia moderna, implicará detenerse en nuestros caminos, para dejar atrás la carne, y aprender a magnificar a Dios, esta vez, de verdad. Magnificar a Dios es engrandecer a Dios en nuestras vidas, la gran disciplina y necesidad de la vida cristiana. Magnificar a Dios, y encontrarnos en su presencia, no es hacer cosas, o orar por cosas, sino estar en la misma presencia de Dios. Debemos mortificar la carne y el entretenimiento cristiano, el entrenamiento cultural, porque necesitamos a Dios mismo, porque quien Él es, y por lo que Él mismo quiere revelarse por su gloriosa presencia en nosotros.

¿Cómo lo hacemos? Ahora, estoy frente al ordenador, como muchos días, los e-mails van entrando, y consulto la web para ver estadísticas de fallecidos, y para estar al corriente de las últimas instrucciones del gobierno. Obviamente, mi Biblia abierta, algún libro cristiano, algún comentario para preparar estudios. Tengo el móvil al lado, no paró de recibir y escribir WhattsApps. Me llegan las palabras de aliento de todos, (con perdón), de todos los “influencers” cristianos del mundo, noticias de forma graciosa, iniciativas de la gente confinada, informaciones confusas. Ahora me pregunto: ¿qué hago? ¡Muy fácil y difícil a la vez! No puedo salir. Tendré que salir dentro de un rato para comprar comida, tendré una reunión pastoral virtual y, mientras tanto, ¿me entretendré como siempre?

La mayoría me han visto y me ven como una persona radical, espero que sea, porque tengo buenas raíces, pero ¡no!, tengo que fortalecerlas más. Voy a desenchufar lo único que me queda, aquello que me entretiene: el móvil, el ordenador, la tablet; debo aislarme de todo lo que me entretiene, mortificar mi carne, para buscar la presencia de la gloria de Dios. ¿Qué pasaría si fuéramos capaces de hacer esto durante unas horas al día? Entonces, estaré humillándome verdaderamente, estaré volcando toda mi ansiedad en Dios, estaré presentándome frente a la gloriosa presencia de Dios, estaré mortificando mi entretenimiento, estaré creciendo en la percepción de Dios, oraré para experimentarle más, para crecer en su conocimiento, para que me dé discernimiento, <<porque si tu presencia no ha de ir conmigo, no me saques de aquí>>(Éx. 33:15). Lucharé con Dios, hasta que venza Él, en mi vida. 

Hemos de aprender dos cosas para vencer nuestra carne y así practicar su presencia: primero, que Dios siempre vence; y, segundo, que Dios nunca pierde. Parecen lo mismo, pero no lo son. Para vencer, hay que perder, hay que rendirse, humillarse, sacar todo entretenimiento; eso nos acercará a la presencia de la gloria de Dios. Dios aparecerá de formas asombrosas e increíbles en nuestras vidas. Su presencia nos infundirá aliento, su presencia nos dará descanso. Su presencia aumentará nuestra percepción de Dios. Entonces, y solo entonces, tendremos palabras de vida, de luz. Entonces, sabremos qué hacer, y podremos decir y experimentar lo que Dios mismo nos dice: <<He aquí que yo hago cosa nueva, pronto saldrá la luz>> Is. 43:19.

Publicado en: Reflexiones

Carnaval

febrero 24, 2020 by Ferran Cots

Durante este mes de febrero se celebra el carnaval, un período festivo y lúdico con el que, como cristianos, no nos podemos identificar, debido a las múltiples connotaciones de índole amoral o incluso abiertamente inmoral que conlleva.

El origen del carnaval fue, probablemente, una fiesta pagana de la antigua Roma, que después se relacionó con la Cuaresma. El carnaval acaba el llamado Mardi Gras o martes de carnaval, siendo el día siguiente el miércoles de ceniza, en que empieza el período de 40 días que precede a la Pascua. En esas semanas era obligatorio un riguroso ayuno de carne y de relaciones sexuales.

Hoy el carnaval es esa fiesta alocada en la que uno puede ser, durante un corto periodo de tiempo, lo que quiera ser. Etimológicamente el término “carnaval” procede del italiano “carnevale”, que a su vez procede del latín “carnem levare”. Esta palabra se compone del término “carne” y el verbo “levare” (quitar) y podría significar algo así como “quitar la carne”, aunque sería más correcto decir “despedirse de la carne”, por cuanto en el período de Cuaresma que seguía a esta fiesta estaba prohibido comer carne. Curiosamente esta celebración se inició en países de tradición cristiana, precisamente a causa de la Cuaresma, pero hoy en día se ha extendido por todo el mundo, perdiendo totalmente el significado original.

Durante la Edad Media el control y la influencia de la iglesia Católica en la vida privada de las personas era muy grande. Durante la Cuaresma la población debía guardar un estricto ayuno, no solo de comer carne, sino también de relaciones sexuales. Es entonces cuando surge el carnaval, un período (generalmente de tres días) creado como una forma de coger fuerzas ante el período de ayuno y abstinencia que se acercaba. Su celebración popular se centraba en la celebración de grandes banquetes con un consumo de carne exagerado, además de dejarse llevar por cualquier otro tipo de excesos, con el fin de agotar las ansias y permitir resistir durante la Cuaresma. El significado “despedida de la carne” hacía referencia no solo al alimento, sino también a las pasiones del cuerpo.

De vez en cuando surgen extrañas teorías sobre el origen del carnaval, asociándolo a ídolos como Baal, lo cual es totalmente improbable, ya que el culto a Baal ya estaba totalmente extinguido en la época de Roma, por lo que difícilmente se podría asociar a este dios.

Sin embargo una cosa está clara, el carnaval fue en su origen un período de desenfreno y libertinaje, ante la obligación impuesta por la iglesia Católica de unas semanas de ayuno y abstinencia, y con el consentimiento de la misma.

¿Acaso en la Biblia hay alguna mención a la Cuaresma, que valide esta celebración religiosa impuesta? Realmente no. En ningún momento encontramos en la Palabra de Dios nada que nos muestre la necesidad de tal celebración. Cuando en la Biblia se habla de ayuno no tiene nada que ver con la imposición del catolicismo romano, se trata de una decisión personal, por algún motivo determinado, que se afronta con entera convicción por parte del o los que ayunan. Nunca es una penitencia impuesta por motivos religiosos.

Carnaval es una fiesta en la que se ha cambiado totalmente el significado, y no precisamente para mejorarla, si no que se ha convertido en una forma de libertinaje e inmoralidad más que evidente.

Como cristianos nos hemos de aplicar la frase de Pablo a los gálatas: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (Gálatas 5:13). O como Pedro escribía en su primera epístola: “como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios” (1 Pedro 2:16).

Ferran Cots, febrero 2020.

Publicado en: Reflexiones

Salmo 60. Mictam de David

febrero 21, 2020 by Ferran Cots

Este salmo se sitúa en el contexto del primer libro de Samuel 8:1-8 y 10:1-9 y del primer libro de Crónicas 18:11-13 cuando el rey David estaba en guerra contra Aram-Naharaim y contra Aram de Soba.

Las batallas descritas en estos textos no hacen ninguna referencia a las derrotas citadas en este salmo. Esto nos recuerda que el registro histórico a menudo condensa los hechos, y que aunque los sucesos fueron reales, no siempre fueron inmediatos en el tiempo.

A. Un ruego por misericordia de parte de Dios vv. 1-3

Oh Dios, tú nos has desechado, nos quebrantaste; te has airado; ¡vuélvete a nosotros! Hiciste temblar la tierra, la has hendido; sana sus roturas, porque titubea. Has hecho ver a tu pueblo cosas duras; nos hiciste beber vino de aturdimiento.

Los ejércitos de Israel lucharon contra ejércitos extranjeros y experimentaron una amarga derrota. David sabía que cuando el Señor peleaba por y con Israel la victoria estaba asegurada; si había derrota, era probablemente debida al desagrado de Dios. Si de alguna manera Dios había causado la derrota de Israel esto no desanimó a David para pedirle que su favor fuera restaurado. Este clamor, ¡vuélvete a nosotros!, trae esperanza en medio de la derrota.

El salmista sintió como si toda la tierra hubiera temblado con la derrota de Israel, pero ese mismo Dios que podía hacer temblar la tierra, también podía sanar sus roturas.

Finaliza esta sección reconociendo que la derrota fue dura de entender y hubieron muchos otros aspectos de la situación que causaron el aturdimiento, no solo a David, si no a todo el pueblo. No obstante, había consuelo en entender que Dios era el autor de todo ello, ya que lo que Él hace en juicio o disciplina, puede restaurarlo en amor y misericordia.

B. Esperanza en la liberación vv. 4-5

Has dado a los que te temen bandera que alcen por causa de la verdad. Para que se libren tus amados, salva con tu diestra, y óyeme.

Dios había desechado y quebrantado a Israel, pero esto no detendría al rey David en hacer ondear la bandera de la alianza y confianza en Dios (lo que Él es y lo que Él ha hecho) y por eso dice que dicha bandera debía ser alzada. Clamando al Señor, como amado suyo, a pesar de la derrota, David entendió que su rescate, su salvación, llegaría en una mayor alianza con Dios, y no menos.

C. El triunfo de Dios sobre las naciones vv. 6-8

Dios ha dicho en su santuario: Yo me alegraré; repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot. Mío es Galaad, y mío es Manasés; y Efraín es la fortaleza de mi cabeza; Judá es mi legislador. Moab, vasija para lavarme; sobre Edom echaré mi calzado; me regocijaré sobre Filistea.

Hablando como un profeta inspirado, David entendió las palabras que Dios mismo dijo: que se alegraría en su señorío sobre Israel y en su victoria sobre las naciones.

Dios proclamó cómo la tierra de Israel era su posesión especial. La mención específica de Siquem, el valle de Sucot, de Galaad, de Manasés, de Efraín, y de Judá muestran que Dios no habló de manera simbólica, sino real, en términos geográficos. Aunque Él es Señor sobre toda la tierra, tiene un especial cuidado y consideración por la tierra de Israel.

Pero también dijo que se exaltaría a sí mismo sobre las naciones circundantes. Tanto Moab como Edom eran notables por su orgullo (Isaías 16:6, Abdías 3). Aquí Dios les relega a una posición de humilde servicio, derrotando su orgullo y soberbia.

D. Una confianza renovada en Dios vv. 9-12

¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? ¿Quién me llevará hasta Edom? ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado, y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos? Danos socorro contra el enemigo, porque vana es la ayuda de los hombres. En Dios haremos proezas, y Él hollará a nuestros enemigos.

David sabía que la derrota fue debida a que Dios no peleó por ellos,(y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos). Confiaba en que Dios volvería a llevar a Israel a la victoria.

David había visto a muchos valientes llevar a cabo grandes hazañas en el campo de batalla. Pero para él e Israel, la ayuda del hombre no era suficiente; en verdad que era vana. Solamente la ayuda de Dios les conduciría la victoria. Entendió que Israel debía ir a la batalla y confiar en lo que Dios haría. Pelearían, sí, pero pelearían por medio de Dios. Su lucha con la ayuda de Dios sería valiente y esforzada, y así verían como el Señor pisoteaba a sus enemigos.

Este salmo que comenzó con una derrota termina con una victoria, no debida al esfuerzo del ejército de Israel, sino debida a la ayuda divina.

En este salmo podemos encontrar un paralelismo con nuestras vidas. Las derrotas sufridas en nuestro caminar diario no son más que la indicación de que estamos peleando la batalla con nuestras propias fuerzas, que Dios no es el que va delante de nosotros, para llevarnos a la victoria. No obstante la misericordia divina es tan grande que, aún en medio de estas derrotas, su amor y su gracia son manifiestas.

Muchas veces nos sentimos atemorizados por los enemigos que nos rodean (ya sean materiales o espirituales) sin pensar que su final será similar al que David menciona en este salmo: serán derrotados por Dios mismo.

¿Cómo debemos encarar las situaciones comprometidas? Todos lo sabemos, aunque se nos hace difícil llevarlo a la práctica: hemos de ejercitar nuestra confianza en Dios, ya que solo en Él podemos obtener la victoria (en Dios haremos proezas). ¿Por nuestras fuerzas y méritos? En absoluto. El poder y los méritos son solo de aquél que dio su vida por nosotros, en el que tenemos salvación y una esperanza real de futuro. Cristo es el que obtuvo la victoria; así que nuestras derrotas serán en el fondo derrotas parciales, porque la guerra contra el mal y el pecado ya fue ganada en la cruz del Calvario. Como dice la Palabra: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 15:57). A nosotros nos toca seguir a Cristo en nuestras vidas y darle a Él toda la gloria.

Ferran Cots, febrero 2020.

Publicado en: Reflexiones

Levanta la cabeza

febrero 3, 2020 by Abigail Rodés

Atresmedia saca la campaña “Levanta la cabeza”, un movimiento social por un uso responsable de la tecnología, una iniciativa a través de la que se busca fomentar el debate sobre el entorno digital y tecnológico en el que vivimos y cómo debemos afrontar los cambios y retos que supone. Es el momento de reflexionar, de tener un pensamiento crítico, de “levantar la cabeza” de móviles, tablets, etc. Pero esto no es una iniciativa nueva. Jesús ya levantaba su rostro en oración al Padre.

“Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo…” (Juan 17:1)

¿Hablas cara a cara con tus amigos? ¿O sólo por whatsapp, telegram, facebook, instagram? ¿Cómo te relacionas? ¿Has olvidado “levantar tu cabeza”?

El rey David dijo: “Alzaré mis ojos a los montes. ¿De dónde vendrá mi socorro? (Salmo 121:1)

“A ti alcé mis ojos, a ti que habitas en los cielos” (Salmo 123:1)

Alzar los ojos, “levantar la cabeza” son expresiones bíblicas que se repiten a menudo dando a entender que hay que poner la mirada en lo alto, buscando al Rey del universo. Necesitamos “levantar la cabeza” porque de allí vendrá nuestra ayuda. Vivimos con la cabeza mirando al suelo. Y nuestros ojos deben mirar a Jehová nuestro Dios.

Nabucodonosor fue echado de entre los hombres, comía hierba como los bueyes, su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, su pelo creció como plumas de águila y sus uñas como las de las aves.

Pero un día, su razón le fue devuelta porque alzó sus ojos al cielo, bendijo al Altísimo, lo alabó y glorificó (Daniel 4:33-34).

Daniel mismo cuando alzó sus ojos y miró, tuvo una visión (Daniel 10:5). Jesús alzó los ojos a lo alto para orar al Padre por la resurrección de Lázaro (Juan 11:41). Dios nos ha dado ojos para ver su gran creación. “No se sacia el ojo de ver…” (Eclesiastés 1:8b).

El uso que le demos a nuestros ojos hablará mucho de nuestra condición emocional, moral, psíquica y espiritual.

“Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entretanto que él se iba…” (Hechos 1:10)

Cuando “levantas la cabeza” y miras al cielo ocurren cosas maravillosas, sensacionales, asombrosas, impresionantes, sorprendentes. Al igual que a Esteban que“lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios” (Hechos 7:55).

¿Dónde pondrás hoy tu mirada? ¿ “Levantarás tu cabeza” a los cielos? ¿Por qué andar doblado o arrastrándote? Con los ojos hacia abajo sólo verás polvo, suciedad, asfalto, barro, basura… tu espíritu quedará quebrantado, desmoralizado, tu ánimo caído, tu esperanza perdida. ¡Alza tus ojos!

¡“Levanta tu cabeza”! Hay una nueva vida en Cristo perfecta, renovada. No desaproveches toda la belleza que Dios pone ante ti para que te goces y disfrutes. No te pierdas todas sus bendiciones.

“Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quien creó todas estas cosas” (Isaías 40:26a). Recobra el equilibrio en todos los aspectos de tu vida. “No mirando las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2ª Corintios 4:18). Mira más allá del mundo cibernético. Reorienta tu mirada a Aquel que te ha salvado, hacia el Todopoderoso Dios. Él es el único que puede dar a tu vida solidez, valor imperecedero y permanencia eterna. ¿Quieres que eso sea una realidad gloriosa en ti por toda la eternidad?

“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2). Dice la Palabra: “Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados” (Salmo 34:5)

Considera: Jesús en la cruz, en medio del sufrimiento, fijó su mirada en ti. Dios te miró, y te amó.

Abigail Rodes. Febrero 2020.

Publicado en: Reflexiones

Salmo 59. Mictam de David

enero 21, 2020 by Ferran Cots

Este salmo hace referencia al incidente narrado en 1 Samuel 19:11-12, con el intento de asesinato de parte del rey Saúl contra David.

A. Oración pidiendo liberación y defensa vv. 1-2

Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; ponme a salvo de los que se levantan contra mí. Líbrame de los que cometen iniquidad, y sálvame de hombres sanguinarios.

Muchos fueron los peligros que atravesó David y muchos sus enemigos. Nos sentimos perplejos al pensar que aquel hombre que tenía un corazón conforme al corazón de Dios tuviera tantos enemigos. David clama, oh Dios mío, manifestando así que para él solo había un único y verdadero Dios y, por medio de este salmo, David declara su íntima y personal comunión con ese Dios refiriéndose a Él de diferentes maneras: Dios mío (v. 1), mi defensa (v. 9), Dios de misericordia (vv. 10 y 17), mi fortaleza (v. 17).

David pedía ser librado de aquellos que deseaban su destrucción. Sabía que Dios podía hacerlo porque era su defensa (v.9) y su amparo (v. 16). El salmista era el blanco de un plan destinado a asesinarle. Dicho plan había sido dictado desde el nivel más alto del gobierno en Israel. Al conocer David dicha conspiración lo que hizo fue buscar su defensa y rescate en Dios mismo.

B. Describiendo la necesidad vv. 3-5

Porque he aquí están acechando mi vida; se han juntado contra mí poderosos. No por falta mía, ni pecado mío, oh Jehová; sin delito mío corren y se aperciben. Despierta para venir a mi encuentro, y mira. Y tú, Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel, despierta para castigar a todas las naciones; no tengas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad.

Las circunstancias que leemos en el primer libro de Samuel cap. 19:11-12 debieron coger por sorpresa a David. David vio que los poderosos se habían confabulado contra él y por eso buscó la ayuda de Dios.

Entendió y, así lo expresa, que no había razón justificada para que Saúl enviara a unos asesinos en su contra. Por eso pide a Dios su ayuda urgente, que actúe en su favor y vele por él en aquella crisis. La esperanza de que Dios pondría las cosas en su lugar, en la situación que atravesaba, hizo al salmista pensar en Dios solucionando las cosas a escala universal. David miró hacia el Dios de los ejércitos celestiales (Jehová Dios de los ejércitos) quien juzgará a las naciones y a los que se rebelan con maldad.

C. La orgullosa arrogancia de los enemigos de David vv.6-7

Volverán a la tarde, ladrarán como perros, y rodearán la ciudad. He aquí proferirán con su boca; espadas hay en sus labios, porque dicen: ¿Quién oye?

Los hombres enviados a matar a David estaban decididos a hacerlo. No se rendirían con facilidad; ladraban como perros peligrosos, proferían amenazas, yendo por todas partes buscándolo para asesinarlo. Quizá dichas amenazas llegaron a oídos de David. Quizá escuchó sus palabras insensatas e hirientes en contra de él, y su poco cuidado por Dios o cualquier autoridad (De ahí la expresión ¿Quién oye?).

D. La confianza de David en Dios vv. 8-10

Mas tú, Jehová, te reirás de ellos; te burlarás de todas las naciones. A causa del poder del enemigo esperaré en ti, porque Dios es mi defensa. El Dios de mi misericordia irá delante de mí; Dios hará que vea en mis enemigos mi deseo.

El peligro que corría David era grande. Pero entendió que los que querían su mal no eran nada comparados con Dios. Él podía simplemente reírse de ellos y de su arrogante clamor; no les escucharía ni les tendría en cuenta. Y es en esa risa de Dios en contra de los que esperaban para matarle que David establece una conexión con el triunfo de Dios sobre las naciones. La conspiración era poderosa, sí, pero Dios era su defensa, así que estaba a salvo de aquel peligro. Por eso David puede decir con plena convicción que el Señor era el Dios de su misericordia, y que iría delante de él para dirigirlo en los momentos de necesidad.

E. David pide que sus enemigos sean derrotados para llevar gloria a Dios vv. 11-13

No los mates, para que mi pueblo no olvide; dispérsalos con tu poder, y abátelos, oh Jehová, escudo nuestro. Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios, sean ellos presos en su soberbia, y por la maldición y mentira que profieren. Acábalos con furor, acábalos, para que no sean; y sépase que Dios gobierna en Jacob hasta los fines de la tierra.

David quería la derrota de sus enemigos. Pero quería que dicha derrota fuera de forma que resultara mejor para el pueblo de Dios. Si esos enemigos debían permanecer con vida, pero dispersos, la lección permanecería durante más tiempo. David parecía especialmente ofendido por las orgullosas palabras que alcanzó a escuchar de parte de los hombres que esperaban emboscados para matarle. Con maldición y mentiras se jactaban. Justo algunas líneas antes oró a Dios para que no los matara; ahora repite la palabra acábalos dos veces, para enfatizar esta idea. No hay contradicción; simplemente expresaba el deseo que Jehová los sacara de en medio, de la forma que Él creyera conveniente. Lo que sí importaba a David era el honor y la gloria de Dios. Tanto es así que oró para que la manera en que Dios eliminara a estos asesinos sedientos de sangre fuera conocida en todas partes.

F. El peligro que permanece vv. 14-15

Vuelvan, pues, a la tarde, y ladren como perros, y rodeen la ciudad. Anden ellos errantes para hallar qué comer; y si no se sacian, pasen la noche quejándose.

La línea del salmo 59:6 se repite para enfatizar, aunque cambia el tiempo verbal. Imaginamos a David espiando a través de la ventana cuando los asesinos rodeaban su casa, viéndoles como si fueran una manada de perros peligrosos. Mientras les observa se da cuenta de que andan errantes en las calles alrededor de su casa, a la manera en que los perros buscan comida. Ya no los considera un peligro y se refiere a ellos de una forma un tanto despectiva.

G. Alabando a Dios a pesar del peligro vv. 16-17

Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia. Fortaleza mía, a ti cantaré; porque eres, oh Dios, mi refugio, el Dios de mi misericordia.

Los asesinos siguen ahí, pero David canta del poder y la misericordia de Dios. Le esperan para acabar con él, pero estaba confiado en que sobreviviría al peligro, porque Dios era su amparo y refugio

Aunque la conspiración para matarle aun estaba vigente, el corazón de David estaba lleno de cánticos de alabanza en vez de tenebrosos temores. Comenzó el salmo pidiendo a Dios su defensa (v. 1); al final del mismo está confiado en que Dios es su refugio y que podía alabarle por ello.

Ante las circunstancias adversas no debemos intentar tomarnos la justicia por nuestra propia mano. Corremos el riesgo de hacer algo indebido o, simplemente, empeorar la situación. Tal vez nunca, Dios lo quiera, nos encontremos en una situación tan terrible, pero aun en medio de los problemas diarios, grandes o pequeños, nuestra actitud debería ser como la de David. Al final quien juzgará y hará justicia será Dios mismo; Dios que es nuestro amparo y fortaleza también.

Ferran Cots, enero 2020.

Publicado en: Reflexiones

Agorazo, exagorazo, lutroo

enero 11, 2020 by Abigail Rodés

“… Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús…” (Ro.3:24).

La Redención significa “liberar mediante el pago de un precio”. El Nuevo Testamento muestra el cumplimiento por el sacrificio de Cristo de los tipos o símbolos y las profecías del Antiguo Testamento concernientes a la redención. La doctrina se presenta de manera completa en tres palabras que se traducen “redención”.

1. AGORAZO: “comprar en el mercado”.

Esta palabra implica la idea de un mercado de esclavos. Los que son el objeto de la redención están vendidos al pecado (Ro.7:14 “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado”) y se hallan bajo sentencia de muerte (Jn.3:18 “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”)

El precio de rescate es la sangre del Redentor que murió en lugar de ellos (Gál.3:13 “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hechos por nosotros maldición…”).

2. EXAGORAZO: “comprar y sacar del mercado”, (finalidad de transacción).

Los redimidos no están ya expuestos, nunca más a la venta. El creyente en Cristo nunca más puede ser esclavo del pecado.

3. LUTROO: “soltar, poner en libertad mediante el pago de un precio”.

(Ro.8:21 “Porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios”). La redención se efectúa por medio de sacrificio y de poder. Cristo pagó el precio. Hay libertad por medio del precio de rescate con el fin de libertar a la persona de la esclavitud.

Jesucristo es nuestro Redentor porque con su sangre pagó el precio que el hombre debía y lo redimió de la condenación eterna. Cristo es Redentor del hombre salvando a quienes en Él confían.

¿Crees esto?

Abigail Rodés. Enero 2020.

Publicado en: Reflexiones

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